La sensación era extraña desde bajar del avión… La presencia de esos rostros casi inexpugnables de uniforme verde camuflaje, inevitablemente sembraba en el aire un temor sutil y omnipresente casi como aquellas humedades del sureste que se cuelan hasta los huesos por más que intentes cobijarte… Acababa de suceder el episodio en el cual Felipe y Blanca, los compañeros que me pidieron apadrinar a esa agrupación de pintores llamada “El Grupo de los Siete”… Ellos se vieron envueltos en una balacera generalizada que estuvo a punto de costarles la vida… No quise ahondar, pero el temor estaba presente como casi en toda la gente. Sin embargo, el interés por la cultura, el arte, no merma en absoluto en los hermanos de Nuevo Laredo, Tamaulipas. Por ello, mi aplauso permanente.
Hace muchos años ya que fui por primera vez y fui testigo de esa lucha permanente que en Nuevo Laredo se lleva a cabo en pro de la cultura. Aquella ocasión, acababa de irse de este plano, nuestro siempre recordado y admirado Alfonso Ontiveros (Guadalupe Trigo) y como escenografía, teníamos justamente un altar de muertos dedicado a él… Seguí participando de varias manera en ese movimiento. Abril, siempre recordada, me invitaría a participar en aquella revista inolvidable editada por su señora madre, Lupita Bello… Años después, regresaría al Festival Internacional Cultural Tamaulipas aunque sin tocar Nuevo Laredo… Después, la invitación de la maestra Blanca Elizabeth Torres para dar un breve taller a los niños estudiantes de pintura de la Casa de la Cultura de Nuevo Laredo. Esa fue una experiencia maravillosa en la que aquel que iba a enseñar a los niños, o sea quien esto escribe, resultó ser el aprendiz… La creatividad infantil es algo verdaderamente fascinante, y así, mientras supuestamente les enseñaba, me veía envuelto en la sorpresa de ese grupo de talentosos pintores infantiles… Posteriormente, ahí mismo, un grupo de pintores adultos, me pidió dar una plática acerca del muralismo y de manera improvisada pero provechosa, lo compartimos en el auditorio de la casa de cultura. Regresé de Laredo entonces, con un sabor delicioso en el alma y atestiguando esa sed cultural. Pasaría un año, para que se pudiera dar la oportunidad de regresar. Desde luego, dada la experiencia anterior, en el momento en que se me hizo la invitación para ser padrino de la exposición colectiva de “El Grupo de Los Siete”., acepté de mil amores, no sólo para cortar el listón sino también para formar parte de la exposición con cuatro cuadros de mi autoría. Como preámbulo al corte del listón, me pidieron cantar aunque sea una canción… Así, me puse de acuerdo con el mestro Enrique Medina para el afamado palomazo acompañado por el cuarteto de cámara que atinadamente dirige y que conforman Isabel Leurín en la flauta, Sandra Madrigal en el violín, Cynthia Tapia en la viola y el propio Enrique Medina en el chelo y dirección. Una furtiva lágrima (Donizetti), Alma Mía (Grever), Dime Que Sí (Esparza Oteo) y Mía (Esperón y Bermejo), fueron las obras interpretadas… Antes de ello, participarían Alberto y Anahí con algunas canciones abriendo el programa de forma hermosa. Corte de listón para pasar a la exposicón de casi cien obras en una sala bellísima donde antes fuera la Aduana de Nuevo Laredo. Bellamente, los expositores, comenzaron a pedirme me tomara fotografías con ellos en sus cuadros y los míos… “Maestro, quiero su opinión, por favor” “Soy un crítico muy duro ¿eh?” “Perfecto, así quiero que me critique para aprender”… Y brevemente les señalaba algo referente al trazo, a la perspectiva, al encuadre, etc. Invariablemente, su mirada era de agradecimiento y convicción de seguir luchando por superarse. Felipe Flores, director del grupo y director de museos, junto con Blanca Elizabeth Torres, me llevaron del brazo haciendo un paréntesis en las opiniones que los pintores me solicitaban y ante la insistencia de la maestra por “¿Me perdona el atrevimiento, maestro…? Dígame que me perdona por favor” el maestro Flores develó el único cuadro que permanecía cubierto… Un retrato mío al óleo apoyado en la foto de la portada de un disco antiguo de acetato, apareció… La emoción seguía al alza ante tantas cosas bellas recibidas… “Quiero un disco suyo, aquí está el dinero” y una mano infantil perteneciente a Iván con sus lentes y su mirada pícara, mostraba una moneda de diez pesos… Con una gran sonrisa, pedí que se le entregara un disco por esa cantidad… Iván junto con Huguito y otros compañeritos, me hicieron ese retrato maravilloso en cuatro partes y lo complementaron con frases que hablan de su necesidad de continuar en el arte de manera permanente ¡En horabuena, por ellos! En ese tenor, seguiría la velada para trasladarnos a la casa del maestro Flores al convivio de celebración con otro gran amigo: El Dr. Ceballos quien fuera compañero de especialidad de mi hermano… Aquí se viviría otro momento de impacto… Cuando pedí me llevaran a mi hotel a descansar, la respuesta fue antes en la mirada y después en la palabra: Tenemos que esperarnos… Las cosas están difíciles… Serían las cinco de la mañana cuando pudimos salir de regreso al hotel… Y ahí, una sorpresa más. Las plumas del estacionamiento levantadas, las luces de fachada y recepción apagadas, nadie en recepción ni de seguridad… La sensación extraña me envuelve hasta llegar a mi cuarto… Al día siguiente, conozco un par de salas de concierto y de exposiciones… A pesar de toda la situación, sigue la guerra… Sí, sigue la guerra en pro de la cultura en el ánimo de los habitantes de Nuevo Laredo. Mis felicitaciones por ello, no desmayen… Y cuenten conmigo.
*Cantante, compositor y escritor.