A casi cincuenta años de distancia
Por Jesús Rafael Chávez Rodríguez*
Con miras al Cincuentenario
Reunidos en el “Auditorio de la Democracia” de la Casa del Corazón, una de las casas con más historia en la ciudad de Guamúchil, donde vivió don José de la Vega, y posteriormente El Dr. Alfredo Díaz Angulo y su esposa doña Josefina de la Vega, nos congregamos por invitación del ahora dueño de tal recinto, el Dr. Víctor Díaz de la Vega para discutir algunos temas de interés acerca de los próximos festejos del cincuentenario de la vida municipal de Salvador Alvarado.
Inspirados por el ambiente histórico del espacio en el que nos encontrábamos, entre vetustas puertas de madera recargadas sobre la pared y sobre ellas fotografías a blanco y negro y sepia, ilustrando temas como la lucha por la emancipación municipal de Guamúchil, empezó la férvida plática que aclaraba, o a mi ver, complejizaba lo acontecido después de haberse obtenido la libertad municipal: quién iba a ocupar el papel histórico de “primer presidente del naciente municipio”.
Empieza contando Herberto Sinagawa, que “el Lic. Roberto Macías Fernández tenía todos los merecimientos para ser el primer presidente de Salvador Alvarado, sin embargo, él mismo aclaró que ‘él no podía ser, por estar dedicado a su notaría’. Pese a lo anterior, dijo ‘voy a sugerir a uno que lo haría muy bien, es Humberto López Rochín.’ Fue así, como este último alimentó la gran ilusión de ser el primer presidente municipal, aunque Sánchez Celis se encargó de propinarle un espinazo en la rodilla al nombrar a Vega Chávez. Pasaron los años y Humberto se encontró con don Leopoldo, y le pregunto ‘¿Por qué prefirió a Veguita (Alberto Vega Chávez) en lugar de mí? A lo que Sánchez Celis respondió: ‘Ay Humberto, discúlpame, ese pecado es un pecado más que llevo en mi conciencia’.” O sea que el ex-gobernador de Sinaloa se mostraba arrepentido de haber cometido la ligereza de nombrar al primer presidente del naciente municipio, el cual, como dice Sinagawa “era un burócrata gris, obscuro, sin capacidad y sin apego.” Lo que sin duda humillaba a quienes habían luchado por la independencia de Guamúchil.
Expectante, López Rochín toma la palabra y con la pasión que le caracteriza al abordar este tipo de temas, dice “ni uno sólo de los que estuvieron en el movimiento fue nombrado para ningún cargo en el nuevo municipio, ni siquiera de ‘cuico’”.
Tomando el hilo de la plática con el anterior preámbulo, continuó diciendo que “después de haberse logrado el cometido de la municipalización, el licenciado Macías Fernández recibió el telegrama donde invitaban al comité a Culiacán para nombrar al nuevo presidente de Salvador Alvarado. Nos alistamos todos para salir el día siguiente a las ocho de la mañana. Entonces me jala Macías y me dice ‘es probable que el gobernador electo me vaya a preguntar: quién quieres que sea presidente municipal, entonces yo voy a decir que tú’, y me dijo ‘¿estás de acuerdo?’. Ya me creía presidente municipal; es más, no me faltaba más que el puro nombramiento.”
Ese día a la hora acordada salieron a Culiacán, cuenta López Rochín que “a Veguita lo echaron en la parte de atrás de una de las camionetas, él siempre con su maletita, pues no era sino un secretario de todos, muy buen muchacho, pero con sus limitaciones. Pues íbamos hechos la bola. Veguita ya sabía que iba a ser presidente municipal, nos lo aclaró José María Figueroa, quien era secretario particular de Sánchez Celis. En una de las sesiones, yo estaba platicando como había sido el primer presidente municipal, y me dice Figueroa ‘yo era secretario de Sánchez Celis y una semana antes de que les hablara a ustedes -pues yo hice el telegrama para que fueran a Culiacán aquel día-, le habló a Vega Chávez, diciéndole: ‘no más no digas nada para que no se alborote la bitachera, pero yo te voy a nombrar a ti presidente municipal’. Ese día me enteré de lo que realmente había sucedido”.
Será Alberto Vega Chávez… ¡Viva Veguita!
Al llegar a la reunión, continua contando López Rochin, “todos muy atentos y con incertidumbre, escuchamos hablar a Sánchez Celis, que era muy buen político, ‘les agradezco señores que hayan venido y estoy confiado en que el presidente municipal que nombré ustedes lo van a apoyar porque son las fuerzas vivas…’ todo un discurso, dándonos coba. Y luego dice ‘yo en esa región de Guamúchil tengo un buen amigo que es el que quiero que sea presidente municipal.’ Entonces internamente dije ‘ya se chin… este asunto, para no decir más feo. Y terminó diciendo ‘el señor al que me refiero es Alberto Vega Chávez’. Dice López Rochín que al oír eso casi salía corriendo, en ese momento todos los ahí reunidos decían Veguita, Veguita… vitoreándolo. Lo pasaron adelante, pues ya era el nuevo presidente municipal efectivo.”
No hubo protesta por los que ahí se encontraban, nadie protestó en el momento. Era una imposición absoluta por parte del gobernador, un acto de autoritarismo, una especie de desconocimiento a la lucha por la emancipación. Después de una lucha tan intensa, tan vibrante y que nombraran a alguien ajeno a las peripecias del movimiento, era inaceptable, pero nadie protestó. Por su parte Veguita… o más bien, Alberto Vega Chávez, regresó a Guamúchil en cabina, más no en el vehículo de Humberto López Rochín.
*Historiador/UAS.