Por John Carpenter Slavens y Guadalupe Sánchez Miranda*
En 2005, realizamos un estudio de factibilidad arqueológico para la Minera Corner Bay S.A. de C.V. para la propuesta construcción de una línea eléctrica entre la presa Miguel Hidalgo en Sinaloa y la mina Álamo Dorado, Sonora; cuatro personas caminaron transectos en el derecho de vía por toda su extensión, una distancia de aproximadamente 35 km, registrando todos los vestigios arqueológicos en este tramo. Así, con una cobertura de 100%, documentamos un total de 11 sitios, los cuales incluyeron los sitios conocidos como La Viuda y Rincón de Buyubampo, ubicados en el margen poniente del arroyo Janalacahui, a 5 km de la frontera con Sonora, en Choix.
Durante la fase de salvamento y recuperación de datos, realizamos recolecciones de materiales controladas, unidades de sondeos, excavaciones extensivas y elaboramos un mapa topográfico. Los resultados demostraron que el valle del Janalacahui fue una zona densamente habitada por un largo periodo de por lo menos mil años extendiéndose hasta el periodo protohistórico. La complejidad de las estructuras arquitectónicas, la organización en terrazas y unidades habitacionales, junto con la gran variedad de artefactos encontrados parece indicar que es uno de los sitios prehispánicos tardíos más importantes encontrados en el norte de Sinaloa. En 2008, en la primera parte del Proyecto Arqueológico Norte de Sinaloa: Rutas de Intercambio, con financiamiento del CONACyT, llevamos a cabo un programa de sondeo en Rincón de Buyubampo y localizamos unas estructuras en La Viuda. Durante la temporada final del proyecto, en 2011, regresamos al sitio de Buyubampo donde excavamos dos en su totalidad, colecciones de materiales controladas y llevábamos a cabo un recorrido sistemático con el propósito de definir los límites de los artefactos. A través de estas investigaciones arqueológicas, podemos confirmar que La Viuda y Rincón de Buyubampo son dos componentes de un solo sitio habitacional que abarcó un área de aproximadamente 2 km2. Basándonos en los materiales recuperados, suponemos que esta localidad fue ocupada entre 500 y 1750 d.C. y demuestran la continuidad cultural entre la tradición arqueológica serrana y los grupos de cahitas denominado “Sinaloa” por los primeros españoles en el siglo XVI, y cuyos descendientes conforman parte de la comunidad actual yoreme. Los restos arquitectónicos consisten de unidades domésticas de entre 1-4 cuartos contiguos, con cimientos de piedra laja careada, estructuras de jacal, pequeñas estructuras las cuales probablemente reflejan bodegas o graneros, y varios segmentos de terrazas o muros de retención. Los muros probablemente eran construidos de jacal o adobe con piedras, con techos de terrado, sostenidos por horcones y vigas; algunos hoyos de poste fueron excavados hasta 50 cm adentro de la roca madre. Los pisos fueron construidos de adobe apisonado sobre la roca madre para nivelar la superficie. Los hornillas domésticas tienen forma de doble “U”, y son muy semejantes a los pretiles observados en la región hoy en día.
Metates de cuenco y tabulares fueron usadas con manos de molienda de formas redonda, rectangulares y de extremo colgante. Hachas y marros de garganta de ¾ y asadas fueron utilizadas en tareas cotidianas. Pulidores de piedra fueron utilizadas en la producción de ornamentos de concha y vasijas de barro. Las herramientas de piedra lasqueada incluyen puntas de proyectil, perforadores/taladros, y raspadores de varios estilos para trabajar pieles, madera, etc.
En tiempos prehispánicos, la cerámica utilitaria fue predominante de los tipos Batacosa y Cuchujaqui; la alta frecuencia de Huatabampo Rojo y Guasave Rojo-sobre-bayo indica que mantenían relaciones con sus vecinos en la planicie costera hacia el poniente reflejando la importancia del sitio como nodo de intercambio regional y pan regional con la presencia de cascabeles de cobre, navajas de obsidiana y sellos cilíndricos procedentes del sur. Una de las actividades importantes de sus pobladores fue la producción de ornamentos de concha marina, reflejada por la alta cantidad de deshechos de su producción. Los documentos históricos de los españoles, como de Baltasar de Obregón y Pérez de Ribas, nos indican que los ornamentos de concha fueron común entre los Sinaloa; y, seguramente, fueron productos que intercambiaban con la tradición de Aztatlán al sur del río Mocorito y Casa Grandes (Paquimé) en el noroeste de Chihuahua.
En el año de 1621, la misión jesuita de Toro fue establecida a una distancia de aproximadamente 20 km del sitio, y es probable que en esta época el sitio funcionó como un pueblo de misión y sus pobladores obtuvieron vajilla de mayólica e implementos de metal como cuchillos, botones, cubiertos, clavos, etc., y animales domésticos de los padres jesuitas. Notablemente, recuperamos un solo fragmento de porcelana Ming procedente de China. Es muy lamentable que la misión de Toro fuera inundada por la construcción de la presa Miguel Hidalgo sin ninguna investigación arqueológica.
Había un tiempo, en el siglo XVIII, cuando el valle del arroyo Janalacahui era conocido como el camino real que conectaba los centros mineros de El Fuerte y Álamos, antes de ser desplazado por la ruta al margen del río Cuchujaqui. Unos de los hallazgos más interesantes son tres sellos de textiles británicos que fueron colocados deliberadamente abajo el piso en unos de los cuartos. Uno de ellos es de la monarquía, otro del South Seas Fisheries Company, y el más chico de una impresa o individual privada desconocida. La permanencia del sitio por lo menos 100 años después de la conquista española es excepcional ya que la mayoría de los pueblos son abandonados en tiempos del poscontacto y hace a esta región singular y de gran importancia para entender las relaciones que existieron entre los grupos nativos y los colonizadores europeos.
*Investigadores/Centro INAH Sonora