Por Mario Arturo Ramos*
Los primeros años del México Independiente cambiaron la realidad nacional en sus diferentes estratos sociales, políticos y culturales. Bajo estas condiciones El Iris vió la luz el cuatro de febrero de 1826; en sus primeras páginas incluyó textos sobre ciencias, literatura, acontecimientos del día, el examen de toda especie de producción del espíritu, de los descubrimientos útiles, de la economía política, la rural, la educación y el teatro. Una de las tareas fundamentales del semanario-como La Voz del Norte- era la originalidad, basada en la difusión del patrimonio literario e histórico indoamericano. Sus fundadores y autores son: Claudio Linati y Prevost, ciudadano italiano desterrado de su país por sus ideas políticas y que llegó a México en septiembre de 1825, bajo la protección de Manuel Eduardo de Gorostiza, con el propósito de instalar un empresa de litografía y calcografía como forma de sobrevivencia; a Linati se le reconoce como el fundador de la primera imprenta litográfica de la naciente República. En su travesía periodística contó con la colaboración de su connacional Florencio Galli y a José María Heredia, cubano residente en la patria desde agosto de 1825, a causa de las persecuciones del gobierno de la isla que lo reprimió por pensar diferente. Florencio aportó escritos que manifestaron su posición intelectual que lo identificaba como promotor de la libertad, enemigo del despotismo y simpatizante de los poetas con atmósfera romántica. En 1826 con el alejamiento del grupo, del caribeño Heredia quien no comulgaba con las posiciones de Galli, se unió a la redacción Horacio Atellis de Santangelo; quien coincidía plenamente con la orientación política de los fundadores de El Iris.
En el número 1 del periódico se escribió en la introducción- citamos literalmente un fragmento-“Al empezar la publicación del Iris, creemos nuestra obligación dedicar algunos renglones a manifestar al público nuestro plan y fijar los deberes que nos imponemos. El único objeto de este periódico es ofrecer a las personas de buen gusto en general y en particular al bello secso (sic), una distracción agradable para aquellos momentos en que el espíritu se siente desfallecido bajo el peso de atenciones graves, o abrumado con el tédio que es consiguiente a una aplicación intensa, o á la falta absoluta de ocupación. Lejos de nosotros la idea orgullosa de levantar en El Iris un monumento a la gloria literaria á la nación o á nosotros mismos. Sabemos comprender muy bien la esfera limitada de nuestros talentos, y confiamos en que la benignidad del público dispensará nuestras faltas y favorecerá nuestros esfuerzos. Tenemos la intención de acompañar algunos números del Iris con retratos fieles de los personajes (sic) contemporáneos que se han hecho celebres por sus talentos o virtudes.”
El nombre de semanario hacía referencia a la membrana coloreada y circular del ojo que separa la cámara anterior de la cámara posterior, y que es la zona coloreada en la cual en su centro se encuentra la pupila; en tiempos recientes los jóvenes utilizaron la frase “no hagas Iris” como una forma de señalar que no se debe hacer lio. La periodicidad de la publicación cambió a partir del número 14 del 3 de mayo de 1826; la necesidad de proporcionar mayor información cultural obligó a los editores y autores a salir dos veces a la semana, miércoles y sábado, circulación que sucedió hasta el 6 de agosto de ese año, edición que marca el fin del Iris. En el No 40 -el último y nos vamos- Galli y Linatti, anunciaron la desaparición del semanario, con el siguiente editorial: “Agradeciendo la hospitalidad mexicana y arrastrados por su estrella, puede que dejen el hermoso Anáhuac por otros climas, o tal vez la pluma por el arado, abriendo el seno virgen de tierras que desde hace siglos ofrecen en vano sus frutos espontáneos” en ese editorial los escritores reafirmaban su compromiso de seguir ligados a la cultura en su manifestación primigenia, que es la agricultura.
Sus detractores celebraron su desaparición diciendo:” Los editores del Iris después de haber manifestado en su número de ayer sus nobles sentimientos de gratitud hacia el pueblo mexicano por las pruebas de aprecio que le ha dispensado desde que emprendieron la carrera de escritores públicos y de dirigirle el ultimo a Dios(sic) en una tierna despedida a las preciosas damas, a sus dignos suscriptores y a toda la gran familia teatral, murió este mimado periódico en una edad muy temprana sin dejar sucesión ni bienes. De profundis…Requiescat in pace”. La nota venenosa de los adversarios no logró borrar la importancia de El Iris en las revistas y periódicos culturales posteriores de México, como señala Luis Mario Schneider, investigador del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM en el prólogo del tomo 1 de la compilación de los ejemplares publicados: “lo mejor de esta revista seguirá siendo su espíritu polémico, afirmación de la época en que nace, y expresión de tres individuos- un tanto excepcionales quizá por su misma calidad de exiliados políticos, perseguidos por las dictaduras militares que asolaban sus respectivos países- que pugnaron por realizar una obra cultural de significación critica.” Para los que colaboramos en La Voz del Norte, encontramos en El Iris, el antecedente que nos compromete a continuar el camino de los periódicos culturales que enriquecen a la prensa nacional y a los cuales se une de manera significativa el informador editado en Mocorito, Sinaloa, que tiene usted en sus manos y que reconoce como raíz y ejemplo al Iris, periódico crítico y literario.
*Investigador y compositor.