*A tres años de su partida
La maestra Otila Macrina Millán Bastidas nació en el México rural, desgarrado por una lucha entre hermanos que parecía no tener fin. Contempló una patria herida por la miseria y por la guerra; observó a los niños de quienes habían hecho la Revolución, descalzos y mordidos por el hambre, y en su alma de adolescente, consideró, que el poder de la educación era un detonante importante para la reconstrucción nacional, emprendida por el general Lázaro Cárdenas.
Ella nació en Culiacán, el 8 de febrero de 1920, pero por circunstancias de la vida, sus padres, don Gilberto S. Millán y Susana Bastidas se trasladaron a San Ignacio, lugar de donde eran originarios y donde transcurrieron los días felices de la infancia de esta maravillosa mujer, que entre juegos, cantos y el arrullo del viejo río Piaxtla, labró su vocación de educadora y poeta.
La última vez que conversé con ella, fue la semana santa de 2007, en su antigua casona de San Ignacio; me recibió junto con su hermana Esthela, maestra también. Entonces, me percaté que empezaba a escaparse un poco de la realidad, no obstante, aprecié en ella, esa sonrisa tan suya que iluminaba su rostro de finas facciones. En esa plática recordamos juntos, aquella entrevista que le hice hace ya algunos años para un periódico local, donde me habló de San Ignacio, su entrañable pueblo. Y al recuerdo de aquel tiempo, llena de emoción, me dijo textualmente: “recuerdo las noches de plenilunio, cuando mi pueblo se bañaba de luz, y las voces de los niños y niñas que entonaban los cantos de La rueda de San Miguel; A la víbora de la mar y Hojitas de oro. Cantos y juegos inocentes y puros que resonaban por las calles y callejones, cuyo eco, lo tengo aún grabado en el alma”.
Comentó cómo sus padres afianzaron los eslabones de unidad familiar. Recordó con cariño a sus hermanos, Bertha, Victoria, Alejandrina, María Esthela, Gilberto y Daniel Luis. En esa plática observé a una mujer vigorosa, que daba fuerza a sus palabras con el movimiento de sus manos y que se reflejaba en las facciones de su bello rostro; observé sus ojos vivaces que al recuerdo del pasado, brillaban con esa luz que da la esperanza; escuché emocionado, cómo iba desgranando el pensamiento y los recuerdos, los pasajes de su infancia, su primera juventud y su vida de estudiante y maestra. Por sus palabras, constaté que disfrutó su vida profesional a plenitud.
Me comentó que estudió en San Ignacio, en la primaria “Josefa Ortiz de Domínguez”, escuela en la que se inició como practicante al concluir el sexto año. Recordó que por ese tiempo, su padre, le gestionó una plaza oficial y siendo una jovencita, casi una chiquilla, tuvo el valor para ponerse al frente de un grupo de niños.
Me platicó, cómo llegó a sus manos información sobre las primeras huelgas sindicales muy fuertes; como vivió las ideas de la etapa del socialismo y el comunismo, y la influencia en su formación. Como parte de su labor social, la profesora Millán Bastidas enseñó a leer y a escribir a los presos en la cárcel de San Ignacio y a todo aquel adulto que se acercó a ella, para obtener el poder de la lectura y la escritura, es decir, la fuerza de la palabra. En esa misma plática, comentó cómo, conoció a su esposo: Julián Guzmán Rodríguez, que se desempeñaba como maestro en Las Lajas, comunidad cercana a San Ignacio y luego la llegada de sus cuatro hijos
Recordó que en 1945 llegaron a Culiacán y sobre su labor en las primarias Anatolio B. Ortega, Dr. Ruperto L. Paliza, Sócrates, Josefa Ortiz de Domínguez, Colegio Niños Héroes, Josué R. Díaz, entre otras.
En esa época se inscribió en la Escuela Normal de Sinaloa, cursando la secundaria y los años de educación profesional, logrando titularse, y al jubilarse como maestra del estado concluyó sus estudios en la Universidad Pedagógica Nacional, siempre a la altura de los más jóvenes en todas las tareas y actividades sociales que señalaba el programa de estudios, ganándose a pulso, sus calificaciones.
La maestra Millán Bastidas, fue condecorada con las medallas al mérito magisterial “Rafael Ramírez” e “Ignacio Manuel Altamirano”, amén de múltiples reconocimientos otorgados por alumnos, padres de familia y maestros.
Sus trabajos literarios y poéticos, están plasmados en libros, revistas y periódicos y su biografía se puede consultar en el libro de la Historia de la Educación de Sinaloa, así como en el Diccionario de Cultura Sinaloense, como una prueba indeleble de que cumplió su compromiso como madre-maestra, para ejemplo de las nuevas generaciones.
Compartió los tiempos difíciles de enfrentamiento con el gobierno, en la búsqueda de mejoras salariales, con maestros como Graciela Montaño Márquez, Abraham Heredia, Ramón Rogelio Castelo García, Emilia Obeso López, Cipriano Obeso Camargo, Diego Cárdenas, Rafael Hernández, Paquita Núñez, Roberto Juárez Valdez, José Romero Alzate, y tantos otros educadores que, como ella, supieron honrar su papel con patriotismo en la forja de mejores sinaloenses.
Educar por más de 60 años, no es poca cosa. Otila Millán fue sin duda una mujer de luces. Cumplió una misión de muy alto nivel: trabajar en pro del alma humana. Por ello, al cumplirse tres años de su partida, La Voz del Norte la honra, como se honra a los maestros que dejan un recuerdo perenne en la historia educativa mexicana.
*Locutor e historiador.
Pues aqui el locutor que dice ser historiador no hiló una historia ni interesante ni bien contada.
Ojo, publican algunos buenos pero muchos muy malos, y los juntan.
Desde que empezó el escrito no pudo darle forma al ensayo.
Hay que leer mas para escribir mejor.
Para los que tienen la mente conectada, el espíritu sensible, falte unas frases para encontrar sentido a las profundas palabras del profesor Navidad Salazar en su investigación de personas que entregaron su vida por la educación de los hombres mexicanos en los años idos y que el tomo de la historia olvido, pienso,o acaso estos, los inconformes a estos artículos no recibieron la caricia de la profesora en los momentos vivos en el instante vivo del primer fenómeno de enseñanza-aprendizaje de la lectura y la escritura.
Validemos el esfuerzo de difusión de una generación cuyo esfuerzo se disuelve en aras de que esta busque darle forma a los ensayos sin enriquecer nada.