En el centenario del fallecimiento de José Sabás de la Mora, acaecido en mayo de 1911, presentamos este editorial de su responsabilidad.
Es cierta la máxima de que los pueblos tienen el gobierno que merecen? Seguramente que no. Tal máxima es falsa e inmoral. Es tan falsa e inmoral como lo serían estas máximas: Las familias tienen el padre que merecen; los enfermos tienen el médico que merecen, etc., etc.
Si se tiene en cuenta el espíritu de la máxima vulgar que refutamos, fácil es comprender, suponiendo el mismo espíritu en las demás que ponemos por comparación, cuan bárbaro sería llevar estas últimas a la práctica.
Por eso mismo no puede ser sino inmoral y falsa esta máxima de algunos particulares, y lo que es peor y muy lamentable, de algunos periodistas y gobernantes: ‘Los pueblos tienen la prensa que merecen’. ¿Qué quieren decir con semejante disparate? Pues que si el pueblo es estúpido y abyecto, la prensa de ese pueblo debe ser inculta, estúpida y abyecta. ¡Que barbaridad! Que absurdo!
Pues tan absurdo, tal barbaridad, profesan y propagan muchos llamados periodistas, envileciendo a sociedad y envileciéndose ellos mismos, cuando menos, haciendo alarde de su vileza.
El escándalo, dicen algunos periodistas de tal ralea, la injuria, la calumnia, son elementos de trabajo, de competencia y de combate!
La difamación, la inmoralidad y la procacidad, dicen otros, son platillos de los que gustan mucho al público, los buscan con furor en la prensa, y hay que condimentárselos y servírselos con buena salsa de sensacionalismo, si queremos acreditar y vender bien nuestros periódicos!
Con semejante criterio periodístico y tal nivel intelectual y moral, no es de extrañarse que cierta prensa goce de tan poco prestigio, y a veces sea tan severamente tratada y sean los periodistas objeto de tan pocas consideraciones…
El público que, a su vez, gusta de leer de toda preferencia y aún exclusivamente esta casta de periódicos, hace tanto mal como los malos escritores, por que crea un medio corrompido en que no pueden producirse más que periodistas desahogados…proporcionan a bajo precio toda clase de inmundos placeres a su público.
Las sociedades honorables, las gentes que cultas y respetuosas de su propia dignidad, deben repudiar esa prensa bastarda y vergonzantemente comercial, no solamente absteniéndose de su lectura, sino haciéndose respetar de ella, protestando contra su labor y haciendo pública su ruindad.
Y debe desconfiar más el público de los periodistas cuanto más y más alardean de poseer mayores elementos de información y de contar con el apoyo de las autoridades, haciendo a la vez monopolio del periodismo. Estos son verdaderos piratas de la prensa.
Si la masa social, lo mismo que el individuo aislado, tienen cuerpo y alma, instinto e inteligencia, sentimiento y razón, imaginación y reflexión, superstición y experiencia, malas y buenas inclinaciones y pasiones, vicios y virtudes, fealdades y bellezas; el periodista verdadero, el honrado, el que tiene conciencia de su deber como tal y como hombre, puede honestamente explotar su inteligencia, su trabajo, su industria, oficio o empresa de periodista, pero no explotando la superstición, las malas inclinaciones y las pasiones, los vicio y las fealdades de la sociedad, sino combatiendo lo malo y propagando, fomentando y defendiendo lo bueno.
Escribir y publicar informaciones inmorales, por que en la sociedad hay inmoralidad, dar escándalo en el periódico por que la sociedad lo da; fomentar la superstición, las malas inclinaciones, el vicio y el egoísmo por que la sociedad es egoísta, viciosa y supersticiosa, escudándose con la absurda máxima de que ‘la sociedad tiene la prensa que merece’ como si en la sociedad no hubiese más que viciosos, egoístas y malvados y el periodista debiera amoldar a ellos su cerebro, su conciencia y su pluma servilmente, en verdad es asqueroso, reprobable y punible, haciendo de la prensa un comercio inmundo como el de la taberna y la orgía; y criminal, como el brujo y el médico infanticida y envenenador.
*Editorial de Voz del Norte. Año V. Nº 356 del 27 de Noviembre de 1907.
Texto proporcionado por Gilberto López Alanís.
Director del Archivo Histórico del Estado de Sinaloa.