Por Adrían García Cortés*
‘ERRARE HUMANUM EST, SED PERSEVERARE DIABÓLICUM’ SÉNECA, S. I A. C.
Con toda razón y con la mayor honestidad, Gordon Campbell, Director de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes, aclaró y precisó lo dicho en la entrevista que con él sostuve, publicada el lunes pasado 21 de marzo en la plana de Análisis, acerca de dos experiencias vividas en la ciudad de Los Mochis.
Lo hizo en la sección destinada a la Palabra del Lector en la sección local de Noroeste el martes siguiente 22 del mismo mes. Honor a quien honor merece. El suscrito acepta el error que consistió en resumir en uno solo, cuando fueron dos los eventos citados a los que ocurrió la OSSLA en Los Mochis.
Cabe subrayar, empero, que la referencia del desastroso resultado del primero de los eventos fue real, como tan real fue el éxito del segundo a tiempos distantes, con diferencia de cuatro años. En ambos casos, vayan las propias palabras de Gordon publicadas en su carta:
EN EL PRIMERO, SÍ LOS INSTRUMENTOS TRONARON
“El jueves 9 de noviembre de 2006”, escribió Gordon, “fuimos a la ciudad de Los Mochis a dar un concierto que tenía como director huésped al maestro Efraín Guigui (qepd) y en el que yo tocaría (el corno) como solista. La sede era el Club Puerta de Hierro; a nosotros no se nos había informado que sería en un lugar privado, ni que la función sería a beneficio. Para colmo de males, el lugar no cumplía con las condiciones requeridas por la orquesta, no existía ni la temperatura, ni la humedad adecuada para la presentación. “Tocamos una fracción del programa y suspendimos porque los instrumentos comenzaron a romperse. Este lamentable suceso ha quedado en nuestra memoria como penoso, ya que estuvo rodeado de malentendidos”.
EN EL SEGUNDO, HUBO UN ÉXITO COMO PARA VOLVER
“En contraposición el pasado jueves 16 de diciembre de 2010, también en Mochis fuimos partícipes del concierto más impactante en le memoria de la OSSLA, que tuvo lugar en el ingenio azucarero en donde se reunieron 12 mil 500 personas, bajo una logística perfecta que permitió a todos disfrutar del espectáculo. En esa ocasión las condiciones fueron óptimas y los instrumentos no sufrieron avería alguna. El concierto fue un éxito y nosotros estamos deseosos de repetir la experiencia”.
Cumplimos así con la aclaración del equívoco, con la disculpa pertinente en estos casos, quizás por un lapsus mentalis.
TODO PARA LA OSSLA, CON ÁNIMO REDIVIVO
Oportunidad es ésta, empero, para refrendar una corriente de opinión que las nuevas autoridades han de valorar y decidir, ya que en ello va de por medio la permanencia de la orquesta y el sabio seguimiento, brindando a la sociedad sinaloense los sonidos del ensueño y bajarle su tendencia al ruido que ensordece.
Propuestas varias se han hecho para que la decisión oficial resuelva, con apoyo o en colaboración con los amigos de la música, lo que deba hacerse.
RESUMIMOS LAS PRINCIPALES Y LAS DE MAYOR PESO:
–Institucionalizar la OSSLA, dentro del marco del ISIC.
–Formar una fundación o patronato procedente de la iniciativa privada: empresarios o empresas, más los particulares que deseen aportar recursos para su sostenimiento.
–Hacer una reingeniería administrativa para transferirla de programa o compañía artística a organismo público descentralizado, con presupuesto propio y reglamento interno para acciones conjuntas de autoridades culturales y decisiones comunes.
YA HUBO INTENTOS DE FORMAR UN PATRONATO
Es obvio que la OSSLA no se sostiene por sí sola ni puede vivir sin el apoyo oficial. Operarla desde una estructura burocrática, como pudiera hacerlo el ISIC, no garantiza la permanencia, porque siempre estaría sometida a las variables políticas. Su continuidad tiene que vincularse más con la sociedad, y desde esta perspectiva promover apoyos financieros adicionales a los presupuestos públicos. Ya durante el gobierno del Juan S. Millán se hicieron intentos de convocación a empresarios sinaloenses para aportar cuotas anuales para el sostenimiento de la orquesta. La idea no germinó o no se le dio seguimiento; pero la propuesta fue hecha y sigue vigente.
Lo que tiene que entenderse es que, a la luz de una experiencia continua de 10 años, y de los intentos anteriores de consolidar asociaciones civiles de apoyo a la orquesta, hoy existen nuevos y más numerosos paradigmas de los cuales echar mano para una institucionalización atinada, que vea más al sentido orquestal de la cultura musical que a las diferencias hormonales de sus actores y de quienes tienen la capacidad para la creación de una nueva sonoridad sinaloense.
SINALOA PUEDE SONAR NO SÓLO CON TAMBORA
Me lo dijo Gordon: en Sinaloa hay abundantes voces que pueden transmitir el gusto y el sabor por la buena música; el problema es convertirlas en voces instrumentales para la armonía y la sinfonía, y no precipitarlas solamente a las tradicionales “tamboras” que si bien alegran entusiastamente y arrancan gritos de placer llanero, no contribuyen a la serenidad ni al placer de oír la música como la oía Beethoven en su inmensa sordera que nos legó la Novena Sinfonía y su Oda a la Alegría.
¡Qué diéramos los sinaloenses por tener, junto con la Orquesta Sinfónica, un Palacio de la Música donde oírla en sus sonidos puros, –no magnificados por altavoces–, como suelen oírse, por ejemplo, en la Sala Netzahualcóyotl en Ciudad Universitaria del Distrito Federal!
¡Qué hubiéramos dado los sinaloenses por haber convertido al espacio cinematográfico frente a la Plaza Mayor de Culiacán, en un Palacio de la Música, como lo propuso un día el arquitecto Carlos Ruiz Acosta. Algunos intentos se hicieron para que tocara ahí la Sinfónica, con mejor sonoridad que en el teatro Villavicencio. Pero el destino político impulsó más enfrentar las adicciones que darle a sus afectados la quietud del alma musical que enaltece más que cualquier droga.
Sueños, que sueños son, en los que seguimos añorando un Sinaloa, por lo menos un Culiacán, que entone el coro de la libertad de Nabuco, y no los corridos del narco que montó en su automóvil y se llevó a la muchacha más bella del poblado!
(Tomado del periódico Noroeste)
*Cronista Secretario del Instituto La Crónica de Culiacán.