Por Mario Arturo Ramos*
La música de salas de concierto o clásica es una manifestación artística que reúne el talento de creadores, ejecutantes y directores de orquesta en una unidad sonora, plena de sensaciones, técnica y disciplina que amplía la capacidad de comunicación estética de los seres humanos. Las obras maestras que conforman su estructura principal, resisten el paso del tiempo y vencen las caprichosas modas por ser producto de genios -aplaudidos o ignorados- que han revolucionado el mundo de las notas. A los virtuosos, pertenece Antonio Vivaldi, compositor, violinista y orquestador originario de Venecia, Italia, ciudad donde nació – 1º de marzo de 1678 – el más tarde conocido como: “El prete rosso” a causa del color de su cabello. El inicio de Vivaldi en el camino de crear belleza, arrancó en el territorio familiar, al ser su padre un ejecutante afamado del violín, los constantes ensayos y estudio del instrumento por su progenitor, permitieron que acompañara a sus primeros juegos el canto de este instrumento, situación que influyó de manera definitiva en la vocación y producto del célebre artista. Los centros de enseñanza musical en el siglo XVII, se encontraban bajo el manto de la iglesia, circunstancia que obligó al joven músico que tenía sed de acrecentar los conocimientos adquiridos en la sala familiar y con el maestro Legrenzi a cursar estudios para ordenarse de sacerdote, objetivo que logró el año de 1703, a los pocos días de haberse celebrado la ceremonia eclesiástica de su ordenación, a causa de una enfermedad crónica, abandonó a los altares para ocupar el cargo de profesor de violín y maestro de capilla, en el Ospedale della Prieta de Venecia, tarea que desempeño durante 37 años.
“Las cuatro estaciones”
En el siglo XVIII, el estilo concertístico encontró la madurez al desarrollar una propuesta de sistemas compositivos teóricos y formales plenos en combinaciones instrumentales, ingeniosas y deslumbrantes, con efectos sorprendentes que revolucionaron la música de salas de concierto, el genero se expandió dentro de los limites de la armonía y tomó rumbo a la traducción de impresiones, Antonio Vivaldi es una de las columnas del movimiento renovador. Norbert Dufourcq escribe sobre el veneciano: “Del mismo modo que renovó el concertó grosso por medio de los ritmos con los cuales lo colma, este creador de vida dio también a los tres tiempos del concierto para solista, un sello de incontestable grandeza (La Stravaganza, Las Estaciones, el Estro armónico). Este compositor, algunos de cuyos conciertos fueron transcritos para órgano por Bach, se coloca en primer plano absoluto entre aquellos compositores cuya ciencia de la instrumentación, fantasía, genio lirico solicitan nuestra admiración.” 1.- A este hombre pertenecen las “Cuatro estaciones” que en sus ágiles armonías recrean la llegada de la primavera con su voz de huracán junto a la esperanza de los nuevos aires que habitan en un concierto de vida. “Los artistas de primer orden definen en su intuición personal de la vida sentimientos absolutos, aspectos universales del alma humana, como la cólera de Aquiles, la prudencia de Ulises, la fidelidad de Penélope, Hamlet, Macbeth, Lear, son más reales que todos los hombres de la historia. Son el hombre”. Antonio Caso.
La primavera del 2011, anda sufriendo una infancia llena de desastres naturales y guerras; pareciera que los jinetes globalizados del apocalipsis recorren el mundo sin dar tregua, que por todos los rincones del planeta sientan su dominio; que explosiones y disparos son la música actual y cotidiana. Ante esta realidad lacerante creo que es saludable tratar de encontrar el otro lado de la balanza y escuchar “Las cuatro estaciones“de Vivaldi, de esta manera recibir los sentimientos absolutos que se encuentran en el arte y de los que nos habla Antonio Caso. Publicadas en 1724, desde su primera edición estuvieron destinadas a convertirse en el mayor impacto instrumental del siglo XVIII, convirtiéndose a juicio de los críticos en prototipo de la música de salas de concierto y, sobreviviendo hasta nuestros días como una aportación genial que demuestra que el violento destruye y el artista crea, en el eterno movimiento de la humanidad. Antonio Vivaldi falleció en Viena, Austria, en 1741 dejando un legado de más de 400 obras, extenso repertorio que lo convierte en uno de los elegidos que vencieron a la destrucción y al olvido que son tan comunes en las sociedades modernas. En su catálogo, “Las cuatro estaciones” ocupan un sitio primordial no solo por lo logrado del trabajo, sino por ser una música que pertenece a la esperanza y a la belleza, por estas razones en la primavera del 2011 que en sus primeros pasos se muestra problemática e impredecible creemos que es tiempo de escuchar a Vivaldi, porque llegó la primavera.
1.- “Breve historia de la música” Norbert Dufourcq FCE 1974.
*Investigador y compositor.