Por Juan Cervera Sanchís*
Sebastián de Aparicio Prado, vino al mundo en Galicia, España, Dado que sus padres eran personas escasas de fortuna, a la edad de veinte años decidió trasladarse a la Nueva España. Él había nacido el 20 de enero de 1502, así que llegó a Veracruz al año siguiente de haberse consumado la conquista. Hernán Cortés acababa de ser nombrado por Carlos V gobernador y capitán general de la Nueva España. Sebastián de Aparicio en lugar de quedarse en la ciudad de México prefirió establecerse en La Puebla de los Ángeles. Ahí se inició como agricultor.
Después se hizo arriero, es decir, transportista. Esto le dio la oportunidad de conocer los caminos de herradura y las antiguas veredas creadas por los naturales. Cruzó selvas y montes en mitad de las múltiples dificultades que aquella incipiente red de comunicaciones le permitían. Esto le hizo reflexionar sobre la necesidad de crear caminos carreteros, tal como los había en el viejo continente, con el fin de hacer rodar sobre ellos los carruajes, que aún no los había en el muevo mundo. Fue así que invirtió parte de sus ganancias en abrir el camino de México a Puebla y de Puebla a Veracruz. Estas fueron las primeras carreteras que existieron en la Nueva España y en todo el continente americano. Abiertos estos caminos había que construir los carros. La infraestructura ya estaba allí. Sebastián, con sus propias manos, construyó la primera carreta y las primeras ruedas que rodarían sobre la tierra del nuevo mundo. Fue así que Sebastián de Aparicio, hombre práctico, conquistaba un lugar de honor en la historia del transporte en América, aunque entonces estaba aún lejos de llamarse así.
En esta labor le ayudó un viejo soldado conquistador, quien había ejercido con anterioridad el oficio de carpintero en España. Se ignora el nombre de este soldado y carpintero. Para que los carros que comenzaron a construir pudieran ser activados hacían falta animales de tiro. Ya había en la Nueva España caballos, asnos y novillos. Sebastián decidió domar novillos para unirlos a sus carretas y así surgió el primer transportista del continente americano. El primer hombre con una clara visión de las comunicaciones en la Nueva España. En verdad fue una personalidad notabilísima Sebastián de Aparicio. Con justa razón algunos, muy atinadamente, han llamado a este constructor de caminos y carretas y, además, domador de novillos, “el primer charro mexicano”. Ciertamente aquí se hizo y aquí hizo lo mucho que durante su lugar vida realizó, que no fue poco.
En su afán de crear caminos de comunicación, en 1542, abrió El que iría de la ciudad de México a Zacatecas. De este modo, los minerales que hasta entonces se transportaban a lomo de mulas pasaron a ser transportados en amplios carromatos.
Existía otro problema en relación con la carretera México-Zacatecas. Buena parte del territorio por donde cruzaba estaba habitada por indígenas chichimecas, quienes no veían con buenos ojos aquella, para ellos, extraña manifestación, por lo que solían atacar a los transportistas. El inteligente Sebastián de Aparicio, a fuerza de paciencia y con mucha habilidad, consiguió establecer comunicación con ellos, tras aprender su idioma y hacer amistad con sus principales jefes. Los chichimecas permitieron el tránsito y acabaron apreciando a Sebastián como si fuera uno de los suyos.
Durante diez años el barbado Tata Aparicio dirigió el transporte directamente por la carretera México-Zacatecas.
La vida de Sebastián de Aparicio fue la de un afanoso e ingenioso hombre de empresa y activo creador de riqueza que compartía con todos los que laboraban con él. Fue agricultor, navegante, arriero y carretero. En su vida íntima enviudó dos veces. A los 72 años de edad tomó el hábito de hermano lego de la Orden de San Francisco. Jamás tuvo apego a las riquezas materiales. Su vocación fue la de servir a sus semejantes y así lo practicó día con día a lo largo de su fructífera vida.
En el convento se dedicó, con gran respeto, a realidad los trabajos más humildes.
Murió el 25 de febrero de 1600. Contaba al morir con 93 años de edad. Sus restos mortales yacen en Tecali, estado de Puebla.
*Poeta y periodista andaluz