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Sebastián de Aparicio El primer transportista de América

Por domingo 23 de enero de 2011 Sin Comentarios

Por Juan Cervera Sanchís*

Sebastián de Aparicio Prado, vino al mundo en Galicia, España, Dado que sus padres eran per­sonas escasas de fortuna, a la edad de veinte años decidió trasladarse a la Nueva España. Él había nacido el 20 de enero de 1502, así que llegó a Veracruz al año siguiente de haberse consumado la conquista. Hernán Cortés acababa de ser nombrado por Carlos V gobernador y capitán general de la Nueva España. Sebastián de Aparicio en lugar de que­darse en la ciudad de México prefirió establecerse en La Puebla de los Ánge­les. Ahí se inició como agricultor.

Después se hizo arriero, es decir, transportista. Esto le dio la oportuni­dad de conocer los caminos de herra­dura y las antiguas veredas creadas por los naturales. Cruzó selvas y montes en mitad de las múltiples dificultades que aquella incipiente red de comunicacio­nes le permitían. Esto le hizo reflexio­nar sobre la necesidad de crear cami­nos carreteros, tal como los había en el viejo continente, con el fin de hacer rodar sobre ellos los carruajes, que aún no los había en el muevo mundo. Fue así que invirtió parte de sus ganancias en abrir el camino de México a Puebla y de Puebla a Veracruz. Estas fueron las primeras carreteras que existieron en la Nueva España y en todo el continen­te americano. Abiertos estos caminos había que construir los carros. La infra­estructura ya estaba allí. Sebastián, con sus propias manos, construyó la prime­ra carreta y las primeras ruedas que rodarían sobre la tierra del nuevo mun­do. Fue así que Sebastián de Aparicio, hombre práctico, conquistaba un lugar de honor en la historia del transporte en América, aunque entonces estaba aún lejos de llamarse así.

En esta labor le ayudó un vie­jo soldado conquistador, quien había ejercido con anterioridad el oficio de carpintero en España. Se ignora el nombre de este soldado y carpintero. Para que los carros que comenzaron a construir pudieran ser activados hacían falta animales de tiro. Ya había en la Nueva España caballos, asnos y novi­llos. Sebastián decidió domar novillos para unirlos a sus carretas y así surgió el primer transportista del continente americano. El primer hombre con una clara visión de las comunicaciones en la Nueva España. En verdad fue una personalidad notabilísima Sebastián de Aparicio. Con justa razón algunos, muy atinadamente, han llamado a este constructor de caminos y carretas y, además, domador de novillos, “el pri­mer charro mexicano”. Ciertamente aquí se hizo y aquí hizo lo mucho que durante su lugar vida realizó, que no fue poco.

En su afán de crear caminos de co­municación, en 1542, abrió El que iría de la ciudad de México a Zacatecas. De este modo, los minerales que hasta entonces se transportaban a lomo de mulas pasaron a ser transportados en amplios carromatos.

Existía otro problema en relación con la carretera México-Zacatecas. Buena parte del territorio por donde cruzaba estaba habitada por indígenas chichimecas, quienes no veían con bue­nos ojos aquella, para ellos, extraña manifestación, por lo que solían atacar a los transportistas. El inteligente Se­bastián de Aparicio, a fuerza de pacien­cia y con mucha habilidad, consiguió establecer comunicación con ellos, tras aprender su idioma y hacer amistad con sus principales jefes. Los chichi­mecas permitieron el tránsito y aca­baron apreciando a Sebastián como si fuera uno de los suyos.

Durante diez años el barbado Tata Aparicio dirigió el transporte directa­mente por la carretera México-Zacatecas.

La vida de Sebastián de Aparicio fue la de un afanoso e ingenioso hombre de empresa y activo creador de riqueza que compartía con todos los que labo­raban con él. Fue agricultor, navegante, arriero y carretero. En su vida íntima enviudó dos veces. A los 72 años de edad tomó el hábito de hermano lego de la Orden de San Francisco. Jamás tuvo apego a las riquezas materiales. Su vocación fue la de servir a sus seme­jantes y así lo practicó día con día a lo largo de su fructífera vida.

En el convento se dedicó, con gran respeto, a realidad los trabajos más humildes.

Murió el 25 de febrero de 1600. Contaba al morir con 93 años de edad. Sus restos mortales yacen en Tecali, es­tado de Puebla.

*Poeta y periodista andaluz

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