Nacional

Raúl Anguiano una espina imborrable

Por domingo 23 de enero de 2011 Sin Comentarios

Por Alberto Ángel El Cuervo*

A ver, Al­berto… Mien­tras seguimos el aprendizaje y la charla, quiero que me cante algo…
—Con todo gusto, maestro… Qué quiere que le cante…
—Mire, hay una canción que le escuché cantar cuando nos conocimos y me dio mucha emoción porque me la cantaba una de mis tías siendo muy niño… No estoy seguro, pero creo que es una canción de Manuel M. Ponce… No estoy seguro…
—Cuál será, maestro… ¡Ah, sí, ya sé de cuál me habla…! Se llama Marchita El Alma. Y no es de Ponce, pero él hizo el arreglo para piano y voz. La canción se calcula que es de aproximadamente de 1850 y es de autor desconocido como tantas canciones mexicanas. El maestro Ponce tiene el mérito de haberla conservado para nuestro beneplácito. Con gusto se la canto, maestro…

Y así, se hizo grata costumbre… Yo llegaba al mural y ya ni preguntaba, comenzaba a cantar además de aprender de mi querido y siempre recordado maestro… Después de algunos años, tendría yo la fortuna de que el maestro Raúl Anguiano, el último de los grandes muralistas de la llamada segunda generación, fuera quien develara mi primer mural realizado en La Escuela Superior de Cómputo del Instituto Politécnico Nacional…. “Alberto… ¿Cuándo iremos a conocer su mural? Si no lo conozco, cómo voy a poder comentarlo en la inau­guración…” “Sí, maestro, ya pronto iremos… a ver si la se­mana entrante paso por usted y vamos” Pero ese momento no llegó nunca, así que en su discurso previo a la develación, el maestro dijo: “Les advierto que no conozco el mural… Al­berto nunca me permitió verlo… Así que no puedo decir nada hasta que lo vea… “Con todos los nervios del mundo, fui descubriendo el mural y al ver la sonrisa del maestro, todo fue tranquilidad. Sus elogios a mi obra, es algo que conservaré con gran orgullo al igual que sus enseñanzas… Siempre fue crítico conmigo, pero jamás frustrante ni hiriente. Sus rega­ños enérgicos y fraternales, iban sobre todo en torno al tiem­po que dedicaba yo a la pintura… “¿Cuánto tiempo ha pintado esta semana?” “Pues como tres o cuatro horas diarias prome­dio, maestro…” “Pues tiene usted que pintar más… Mucho más…” “Así lo haré, maestro… Prometido… ¿le traigo otro refresquito o alguna botanita…?” “No me cambie la conver­sación… Y a ver, déjeme ver esa pintura otra vez… Yo así pin­taba… Me encantaban todos esos detalles, pero ya no tengo la misma vista… ¡A ver, deme un cuaderno y un lápiz, hoy no he pintado…” Y le llevé el más grande que tenía… Y un porta­minas que desde entonces es el de mi cábala para dibujar… Y el maestro seguidamente dictó: “A ver, Maricela… Siéntese aquí frente a mí… “ Y en menos de 15 minutos, estaba hecho el retrato de mi esposa por las manos diestras del maestro Raúl Anguiano… Un verdadero tesoro que nos legó el autor de “La Espina”, esa maravillosa pintura que durante muchos años fuera la portada de uno de los libros oficiales de texto en las escuelas primarias. Nace Raúl Anguiano en Guadalajara Jalisco el 26 de febrero de 1915… Toda su vida, sería entrega­da a la plástica…. Pintando, enseñando, fundando escuelas e instituciones relativas a la pintura… Anguiano fue el fundador del Salón de la Plástica Mexicana, donde dio clase varios años al igual que en la Escuela de Pintura y Escultura “La Esmeral­da” y la Universidad Nacional Autónoma de México. La obra de Raúl Anguiano ha ejercido enorme influencia en genera­ciones y generaciones de pintores tanto mexicanos como de otros lugares del Mundo. El grupo Espartaco de Argentina así como el Museo del Dibujo y la Ilustración, de Buenos Aires, son un ejemplo de ello. El maestro Raúl Anguiano, produjo un sinnúmero de grabados. So obra gráfica fue muy abun­dante… Parte importante de su obra gráfica, fue realizada en el Taller “La Siempre Habana”, que dirige magistralmente el afamado maestro Luis Miguel Valdés, decano de la gráfica cu­bana. Fue precisamente el maestro Anguiano, quien me llevó al taller de gráfica casi obligado… “Usted debe darle mayor importancia a su obra gráfica y en este taller va a encontrar un guía de lo mejor en Luis Miguel…” Y así, comencé lo que sería mi primera producción en toda la forma bajo el amparo del sello prestigiadísimo de “La Siempre Habana”… Así, como hacía conmigo, lo fue siempre con todos los compañeros ar­tistas plásticos… Siempre fue el maestro Anguiano un eter­no preocupado por nuestra formación, por motivarnos, por formar gente nueva dentro del arte que continuara la tarea de los artistas precedentes. Y mientras más lo conocíamos, crecía la admiración por él sobre todo como ser humano com­prometido con su tiempo y con su México… Siempre México en su trazo y su sentir… Siempre México en su proceder y su amor… Por eso contagiaba, envolvía… Por eso el cariño a él y a Brigita su inseparable musa hasta el último minuto… Por eso el cariño también a Tajín, ese perro mexicano por quien el maestro tuvo tanto amor que lo plasmó en varios de sus trabajos murales y su obra de caballete… Por eso la alegría de haber compartido con él sueños, metas, conciencia ecologis­ta… Y desde luego la alegría de haber compartido sus fiestas de cumpleaños incluyendo aquella donde le dije: “maestro, ahora puedo decirle por qué lo veía tanto y tan fijamente… Espero que no haya usted pensado mal, porque soy muy hombre…” y las carcajadas del maestro y los presentes no se hicieron esperar… Entonces, descubrí el retrato al óleo que le di de regalo de cumpleaños número 88… Y el abrazo del maestro y su “¡Gracias, es muy buen trabajo!”, fueron mi re­compensa mayor… ¿Quién habrá imbuido en Raúl Anguiano su intensa mexicaneidad? Me preguntaba muchas veces… Y cuando me contó de sus tías, supe que de algún modo fue­ron ellas… Aquellas que se regodeaban en vestirlo cada día con un ropaje distinto, y llevarlo a pasear por ese México de antaño… “Y ahora, Raulito, te vamos a vestir de marinerito… Y hoy, Raulito, te vamos a vestir de charrito…” hasta que un día, Raúl Anguiano, mostrando su carácter que siempre le identificó, harto de sus tías, respondió: “¡Pues hoy, quiero vestirme de cabrón!” Ese carácter, firme, fuerte, férreo, sería lo que llevaría a Anguiano a realizar el viaje a Bonampak para eternizarse en esa “Espina”… La espina imborrable de Raúl Anguiano.

*Cantante, compositor y escritor

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