Por Mario Arturo Ramos*
Es conocido que el folklore es una palabra de origen inglés y está compuesta de dos significados: folk/pueblo y, lore/ acervo, saber, conocimiento; bajo estas acepciones el folklore se encuentra en todas las manifestaciones artísticas nacionales como una de sus vertientes auténticas. En la música mexicana la presencia de este elemento es notable, sin el no se entendería, ni sería nuestra. En su concepción precolombina -es cierto que la mayoría se perdió bajo la espada y la cruz de los conquistadores, que trataron por todos los medios represivos acabar con la cultura amerindia- que se ha logrado conservar a través de la comunicación oral, tiene características propias que la dotan de singularidad; señalemos las fundamentales: su ejecución por medio de instrumentos de viento indígenas, flautas elaboradas de carrizo, bambú o barro, su ritmo marcado por los instrumentos de percusión autóctonos, huehuet y teponaztle, su utilidad social y estética que ha quedado patentes en frescos y monumentos prehispánicos donde se plasma su carácter religioso que servía para venerar y agradar a los dioses, los cuales al escucharla desparramaban entre los pueblos beneficios que se materializaban en la abundancia en las cosechas, la caza y la pesca; su condición sobrenatural, ya que su interpretación honraba a los espíritus de los parientes o conocidos muertos; su forma bélica al ser un motivador que impulsaba a los guerreros al combate; su proyección medicinal ya que era un soporte primordial en las prácticas de la medicina ancestral y su comunicación artística, al producir goce y disciplina para cultivarla, difundirla y escucharla.
Con la conquista llegaron otras ramas del folklore musical, el primero en dos formas, la religiosa y la profana, en la primera los frailes aprovechando las cualidades musicales de los naturales los obligaron a interpretar música española, para “catequizarlos”; la soldadesca trajo la profana en el baile y las canciones de taberna, por lo tanto condicionaron a los vencidos a cantarla y ejecutarla; la tercera raíz, la africana nos contagio de ritmo. La fusión de hacer música, cantarla y ejecutarla logró que la música folklórica mexicana sea rica por su pluralidad e intensidad, a ello se debe que México tenga como identidad cultural a la música nuestra.
Los tres siglos de la colonia 1519/1521-1821 son fundamento de nuestro folklore musical; los esclavos afroamericanos se mezclaron con la población nativa y con los “blanquitos” y jugaron un papel notable en las relaciones vencidos/vencedores. En la forma bailable surgieron huapangos, zarabandas, fandangos, valonas, etc., en su manera cantable: las coplas, las seguidillas, los romances, las balatas tal y tal y en su expresión instrumental toda lo que estaba en boga en Europa. El periodo independentista revolucionó el concepto del folklore musical al surgir el corrido el mismo año de la Independencia 1821; el 21 de septiembre Pepe Quevedo, cantor de Silao, Guanajuato, dio a conocer lo que se conoce como la primer obra del género: “La pulga”, sus antecedentes más cercanos se ubican en el romance y sobre todo en un subgénero hispano conocido como Romance de ciegos, canciones populares que los invidentes interpretaban en los mercados, vendiendo sus letrillas al público que los buscaba por contar noticias que el mundo oficial no comunicaba; se le llamo corrido a este tipo de cancioncillas, porque sus cantores/compositores corrían de pueblo en pueblo y de plaza en plaza mercadeando sus obras, claro algún ingenioso señala que se llamaron corridos porque en su temática aludían a los funcionarios despedidos.
Los siguientes periodos de nuestra historia nutren al fol-klore musical, sin embargo sobresalen los corridos, las danzas, las décimas y las coplas junto a la simbiosis de lo que se conoce como danza folklórica como grandes nutrientes; la aparición de la radio cambió todo el panorama y se empezó a llamar al híbrido que se conoce como “¿canción ranchera?” folklórica, aludiendo a su supuesta procedencia campirana… El rollo tiene matices chistoso, ya que el estilo que se denomina la canción ranchera nace con los medios masivos de comunicación contemporáneos, discos, cine, radio y televisión ya que en la manera de ejecutar e interpretar convergen por solo citar algunos géneros: el tango (Sombras) el vals (Sobre las olas, con letra), el bolero (Cien años), el corrido (Juan Charrasqueado), la danza, y en los últimos tiempos la balada, la cumbia, y hasta el pop. Claro lo importante es que a pesar de estos avatares confusos, el folklore musical existe y como dice Rubén M. Campos: mientras exista México.
*Autor e investigador