Por Mario Arturo Ramos*
El sábado 1º de enero de 2011, la Filarmónica de Viena bajo la dirección de Franz Welser, en la sala Musikverein de la capital austriaca, realizó su tradicional “Concierto del Año Nuevo”. El acto musical convocó a una audiencia mayor a cincuenta millones de telespectadores que disfrutaron de un programa con obras de la familia Strauss y “Mefisto” de Franz Liszt. La ejecución del vals producto del genio, marcó el inicio de “Año Liszt”, que está dedicado a celebrar el bicentenario (seguimos con los bicentenarios) del nacimiento del pianista y compositor romántico, hecho sucedido el 22 de octubre de 1811, en la pequeña población de Raiding, Hungría, ubicada al este de Austria y que en ese tiempo era parte del imperio austro/húngaro. Las conmemoraciones a lo largo y ancho del mundo celebran la llegada al mundo del señor de los poemas sinfónicos, quien cuenta con una historia llena de logros artísticos cimentados en la disciplina, el talento y el estudio.
A temprana edad Franz -Ferenc, 8/9 años- bajo la promoción de su padre Adam Liszt y su madre María Anna Lager-Liszt-, realizó una ejecución al el piano en los salones de la corte del príncipe de Esterhazy- melómano irremediable que había tenido como Maestro de Capilla a Haydn-, su virtuosismo cautivó al integrante de la nobleza y a sus amigos, quienes conscientes de su valía le otorgaron un beca para que perfeccionara sus conocimientos pianísticos. La pensión fue una gran ayuda para que la familia se trasladara a Viena y así lograr que le impartieran clases de armonía Antonio Salieri, de técnica pianística Karl Czerny. En 1823 después de haber recibido palabras elogiosas de Beethoven por su talento, las necesidades académicas del precoz músico, obligaron a los Liszt a instalarse en Paris, donde continuó sus estudios acrecentando sus conocimientos bajo la guía de los maestros Reicha y Paer. Los resultados de la preparación intensa trajeron como resultado, que a los catorce años escribiera 18 estudios de piano y, un poco después la ópera en un acto “Don Sancho”.
Su estadía en la capital francesa le permitió entablar contacto con: Larmantine, Lamennais, Berlioz entre otros, el intercambio de experiencias le ayudó a comprometerse con la tarea de recoger el sentido unitario de la expresión sonora romántica, posteriormente abordar de manera creativa sus problemas fundamentales. En esta etapa ofreció su primer concierto como pianista en el Teatro Italien, logrando un éxito total; el triunfo alcanzado motivó a los promotores musicales a llevarlo a ofrecer en Londres una serie de actuaciones. En la capital inglesa su prestigio se acrecentó de manera notable consiguiendo honores y reconocimientos merecidos. De regreso a Paris, estrenó “Don Sancho”. Es posible que en estos ayeres haya pronunciado su célebre “Je suis hongrois”- soy húngaro, en francés-, lema que utiliza el año conmemorativo que se inaugura oficialmente el 22 de enero, “Día de la Cultura Magiar”, con un concierto de la Filarmónica Nacional de Hungría y el pianista Zoltán Kocsis en honor al artista que definiera Artur Rubinstein: “En comparación con Liszt, todos los demás pianistas son como niños.”
En 1830, los procesos sociales franceses influyeron en su formación intelectual, impregnándolo con los ideales del sansimonismo que los logró conjuntar con una tendencia a la mística religiosa, posiciones pensantes que lo marcaron por el resto de su vida por ser elementos significativos en su quehacer musical. Una de las aportaciones de Liszt- junto con Berlioz- en las orquestaciones sinfónicas, es introducir al arpa de manera orgánica para conseguir nuevos efectos sonoros, por otra parte su apego al virtuosismo como tendencia estética, le permitió infringir las restricciones expresivas del instrumento para que este lograra finalmente expresar lo que jamás se había dicho musicalmente; para ello planteó que no sólo se debería tener habilidad como pianista, sino fundamentalmente libertad creadora siendo necesario ejercer el oficio de compositor identificándose plenamente con el instrumento musical al que se dirigían las composiciones, de esta manera el teclado de marfil se convirtió en parte integrante de su personalidad. Sus realizaciones como creador de obras musicales fueron prolíficas, por ser la actividad a la que dedicó lo mejor de su tiempo, a partir del impulso recibido por la Princesa Catalina Sayn Wittgenstein quien lo presionó insistentemente para manifestar una sólida voluntad creativa dejando en segundo plano su gusto interpretativo.
Los eventos programados en el “Año Liszt”, pretenden profundizar en el conocimiento de la figura artística y humana del homenajeado; acercar a los diletantes al entorno social y material donde desarrolló su labor en la actividad pedagógica, en la cual impartió clases a más de 400 alumnos, su labor de concertista donde dejó recuerdos imborrables en los grandes escenarios de Europa, su relaciones afectuosas con inmortales de la música como Chopin, Berlioz, Beethoven, Wagner, Paganini etc. y su repertorio como compositor con aproximadamente 800 obras-clasificadas en tres vertientes- donde destacan: “Tasso”, “Dante sinfonía”, “Fausto”, “Concierto patético”, “Preludios”, “Rapsodias húngaras”, “Variaciones sobre un tema de Bach”, “Oratorio, leyenda de Santa Elizabeth”, “San Francisco de Asís” -La predicación de los pájaros-, “San Francisco de Paula caminando sobre las aguas”, “Consalotions”, “Sonata en mi menor”, “Oratorio Cristo”, “Sueño de amor”, “Fantasía y fuga”, “Misa de gran réquiem”, “Lo que se oye en la montaña”, “Estudios de concierto”, “Orfeo”, “Sinfonía fantástica”, “Concierto No 1”, “Marcha fúnebre en honor a Maximiliano”, transcripciones de obras de otros compositores, ensayos literarios, y tal y tal.
El año de 1886, en Bayreuth -los estudiosos citan diferentes fechas 31 de julio o 1 de agosto-, ciudad alemana donde asistió a las representaciones de “Tristán y Parsifal” de Wagner, víctima de una severa pulmonía cerró los ojos para siempre Franz Liszt. Atrás quedaba un currículo de éxitos y reconocimientos como: el Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad de Konisberg, el título nobiliario otorgado por el emperador Federico Guillermo, la condecoración de Ciudadano de Honor de las principales ciudades europeas, el nombramiento por el Duque de Weimar de Chambelán, su elección como Presidente de la Academia Nacional Húngara de Música etc. etc., trayectoria exuberante de un artista que en la música encontró su destino y el de sus seguidores. En México la influencia de Liszt es indudable, se remonta al año de 1890, cuando llegó a nuestra tierra el músico Eugene D`Albert quien había sido alumno del genio húngaro en Weimar. El investigador y maestro de la Escuela Nacional de Música Paolo Mello señala que en 1891 se registró la primera interpretación de “Rapsodia Húngara no 2”, por la ejecutante de piano Elena Padilla. Por este motivo las instituciones de artísticas se unen a la conmemoración a partir del mes de febrero dándonos oportunidad de disfrutar del “Año Liszt”, celebración a un excepcional artista que enriquece el acervo creativo del hombre.
*Autor e investigador.