Por Joaquín López*
Chiros y Gualicochis con atole blanco
El chiro es una especie marina que vive en aguas tropicales y lagunas; otros nombres que recibe son el de malacho, machete del pacífico y diabla, pertenece al género elops affinis (Regan 1909), su nombre proviene del griego elops que quiere decir serpiente por su forma. El doctor en biología Héctor Chapa, dice que alguna vez leyó que no es una especie nativa sino que fue introducida desde Asia. El gualicochi es una especie de menor tamaño que emigra en octubre, este animalito, dice chapa, era tan abundante que con la mano se podía capturar desde una canoa en los esteros de Escuinapa; el consumo de ambos era reducido y más ahora que a causa de la contaminación y sobre pesca, no abunda como antaño.
El consumo de estas especies se conserva en el gusto popular en la región que va desde Chametla hasta poblados circunvecinos en la reserva ecológica de marismas nacionales en Nayarit como, Tecuala, San Blas y desde luego Escuinapa y Teacapán en Sinaloa donde se extrae como fauna de acompañamiento de la pesca del camarón de estero.
Escasamente habrá quien se coma un chiro fresco pues es, como su pariente el sábalo, muy espinoso; pero una vez liberados sus intestinos, salados y soleados por varios días hasta quedar completamente secos, se conservan por meses.
Dice Dámaso Murúa que Escuinapa le debe el mote de “chireros” a sus vecinos de El Rosario, calificativo que hace mofa a la pobreza puesto que el consumo de esta especie era propio de la época de escacéz. Los de Escuinapa responden al cumplido con un “chupapiedras” haciendo alusión al minero que agotada la veta, no le alcanza más que para eso.
Como todo alimento de origen remoto, chiros y gualicohis requieren mínima preparación, esta consiste en arrojarlos sobre un comal y esperar a que alcance una consistencia crujiente, esto hace posible comérselos con todo y espinas sin ningún riesgo. Otro método es freírlos en manteca de cerdo, lo cual les da el sabor y categoría de un crujiente chicharrón. Lo salado se amortigua con tazas de atole de maíz blanco, el cual se prepara sin azúcar ni sal, algo que suena sencillo, pero cual tortilla preparada en metate y comal, sabe a mil cosas.
*Cronista de Teacapán