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La creación artística de Silvestre Revueltas marcó un hito en la composición musical mexicana

Por domingo 2 de enero de 2011 Sin Comentarios

Comunicado de CONACULTA

La bella y pintoresca población de Santiago Papasquia­ro, en Durango, vio nacer el último día del siglo XIX (31 de diciembre de 1899) al genial violinista, compositor y director de orquesta, Silvestre Revueltas, y legó a México invaluables piezas musicales que aún hoy continúan sorpren­diendo a los expertos en todo el mundo.

El año en que nació el maestro Revueltas, México también tuvo el privilegio de albergar en su seno a otros dos músicos que al paso de los años se convirtieron en importantes figu­ras, Carlos Chávez y Eduardo Hernández Moncada.

Silvestre Revueltas fue un niño prodigio del violín, pues tocó ese primer instrumento cuando tenía cinco años y dio su primer recital en 1911.

Hijo de Gregorio Revueltas y Ramona Sánchez, fue el hijo mayor de una familia con destacados personajes en cultura de México, como Fermín (pintor y muralista), José (escritor, novelista y guionista), Consuelo (pintora) y Rosaura (actriz).

Considerado por la crítica como uno de los más grandes compositores del siglo XX, se ha señalado el inicio de Revuel­tas en la composición como tardío ya que no comenzó seria­mente a componer sino hasta 1929, de hecho su obra abarca prácticamente sólo 10 años, de 1930 a 1940.

Una gran cantidad de obras de Revueltas incluyen distin­tas versiones como los dos primeros poemas sinfónicos de la trilogía Cuauhnáhuac, Esquinas y Ventanas por orden crono­lógico. Otras obras fueron arregladas y reconstruidas por dis­tintos autores después de la muerte del compositor.

Entre sus obras destacan sinfónicas, ballets, canciones y composiciones teatrales como Dúo para pato y canario, El te­colote (1931); Ferias y alcancías (1932); Tocata (1933), Platos (1934) y Redes (1935). Además de Janitzio (1936); Sensemayá, Canto y pequeña orquesta (1938); Homenaje a García Lorca y La coronela (1940) y la banda musical de las películas Vámo­nos con Pancho Villa, La noche de los mayas y Ocho por radio, entre otras.

El desaparecido promotor cultural, escritor y jurista duranguense, Héctor Palencia Alonso escribió en un ensayo sobre Revueltas: “La culminación del nacionalismo artístico consciente se encuentra en la obra grandiosa de Silvestre Revueltas, genio sutil, músico de zumbidos y de truenos, alma martirizada que arrulla con el tintineo de los cantos purépechas en Redes, o conmueve con sus tiempos lentos como el de Janitzio que envuelve de tristeza el corazón, o azota con rabia acumulada por los lustros a la aristocracia de zarzuela, aprisionada por Posada en sus litografías, al crear la polifonía agresiva y burlona de su Coronela”.

Escribió Silvestre que su padre era “un comerciante que amaba el arte y la poesía…A él debo [añade] lo mejor de mi vida interior y mi mejor amor para los hombres”, señala Héc­tor Palencia Alonso.

A la capacidad de ensueño de su madre, atribuye Silves­tre que él naciera con afición por la música “y una inacabable nostalgia de nuevos horizontes”. Y el recuerdo más vivo de su infancia es el de un viaje por la sierra. De niño llenó sus pupi­las de las armonías de la sierra, y sintió el dolor de los mine­ros, de los humildes, de los desposeídos de la tierra, señala Palencia Alonso en su ensayo.

Revueltas inicia sus es­tudios de violín en su natal Santiago Papasquiaro, los continúa en las poblacio­nes de Colima y Ocotlán, en el Instituto Juárez, an­tecedente de la actual Uni­versidad Juárez del Estado de Durango, y en los años de la Revolución Mexicana en el Conservatorio Nacio­nal de Música donde em­pieza simultáneamente el estudio de la composición.

Según registros sus primeros trabajos de com­posición datan de 1915 y en ese entonces buscaba ganarse la vida tocando en cines y orquestas. Poco tiempo después, por deci­sión de su padre, Gregorio Revueltas, Silvestre y su hermano Fermín viajan a Estados Unidos, para con­tinuar sus estudios.

Con 17 años de edad, Silvestre ingresa a la escuela jesuita de St. Edwards, en Texas, donde se le recuerda como un músico especialmente dotado, que ofrecía recitales. Allí descubre la música de Claude De­bussy, de quien tendría una gran influencia, así lo demuestra una de sus primeras piezas para piano, Margarita.

Debido a su talento, en 1919, Silvestre ingresó en el Chi­cago Musical College, donde obtiene el diploma en violín, armonía y composición. Durante su estancia en Chicago, considerada la ciudad cultural y musical de la época, se rela­ciona con movimientos de izquierda y se casa con la cantan­te Jule Klarecy, con quien tuvo una hija, Carmen. También en esa época Silvestre se hace adicto al alcohol, enferme­dad por la que más tarde perdería la vida el 5 de octubre de 1940.

Revueltas vive en ese tiempo momentos vertiginosos. En 1920 regresa a México y en 1922 vuelve a Chicago y conoce al violinista checo Otakar Sevcik. En 1923 muere su padre, situa­ción que lo obliga a regresar a México. Su situación económi­ca se vuelve precaria y ofrece recitales como única manera de sostenerse económicamente.

El compositor se abre paso en el ambiente cultural de México y se relacional con figuras destacadas en las bellas artes. Conoce y hace amistad con el músico Carlos Chávez en 1924, pero poco después regresa a Chicago a atender trabajos pendientes. En 1925, Silvestre regresa a México y deja Chicago para siempre. Sin embargo, insatisfecho con el ambiente musical de México, regresó a Estados Unidos. Entre 1926 y 1928 reside en las ciudades de San Antonio, Texas y Mobile, Alabama. Revueltas compone la primera obra importante de su catálogo Batik para pequeña orquesta.

Para Silvestre Revueltas, la Unión Americana fue duran­te su vida tierra de aprendizaje y de formación. Entre 1917 y 1929 (o los últimos días de 1928) en diversos momentos y con intermitencias Revueltas vivió, trabajó, aprendió, enseñó, se casó, confirmó su talento como ejecutante (al violín) y puso la semilla de su trayectoria como compositor, indica Jesús del Toro en su ensayo Silvestre Revueltas: Una aproximación a su presencia en Estados Unidos.

Carlos Chávez fundó en 1928 la Orquesta Sinfónica de México e invitó a Revueltas a participar como director asistente de la orquesta. Este acontecimien­to representó la inclusión de Revueltas en el desarrollo cul­tural de México. Sin embargo, Revueltas desdeñaba su propia capacidad de compositor y du­daba de presentar sus obras al público, además la crisis con el alcoholismo comenzaba a agra­varse. Después de una intensa relación musical en 1935 se sus­citó una ruptura entre Chávez y Revueltas, sin que se supiera la causa exacta de ello.

En 1937, mientras España se encontraba en plena guerra civil. Revueltas participó en un viaje a ese país en el marco del II Con­greso Internacional de Escrito­res para la Defensa de la Cultura.

El compositor fue parte de la delegación de la Liga de Escri­tores y Artistas Revolucionarios (LEAR), organización de la cual había sido presidente el año an­terior.

El compositor fue compa­ñero de viaje de otros destacados mexicanos, como el pintor José Chávez Morado y los escritores Carlos Pellicer, Octavio Paz y Elena Garro.

En España, Revueltas coincidió con otros grandes artistas, como Pablo Neruda, León Tolstoi, Rafael Alberti, Nicolás Gui­llén, Pablo Casals y David Alfaro Siqueiros. Silvestre dirigió su música en España y visitó diversos lugares en el frente de batalla. Posteriormente el compositor mexicano fue a París y solicitó a México ayuda económica para ir a la Unión Soviéti­ca, apoyo que no obtuvo.

A Revueltas se le agotó el dinero y logró regresar a Méxi­co gracias al ofrecimiento de Paz y Garro de cambiar sus dos pasajes de clase turista para Nueva York por tres de tercera en viaje directo a Veracruz.

Nuevamente en México Silvestre Revueltas siguió diri­giendo y componiendo en un nuevo impulso creador. Murió a los 41 años de edad en la madrugada del 5 de octubre de 1940, a causa de una bronconeumonía. Sus restos se encuen­tran en la Rotonda de las Personas Ilustres en el Panteón Civil de Dolores de la Ciudad de México.

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