Por Manuel de Atocha Rodríguez Larios*
Isidro de Atondo y Antillón, nacido en la provincia española de Navarra y quien había combatido tanto como soldado como marino en defensa de la corona de España conocía las vicisitudes de la guerra por tierra y por mar, tenía ya experiencia bélica cuando fue nombrado gobernador y capitán general de las Provincias de Sonora y Sinaloa. Durante tres años realizó exploraciones en el noroeste de la Nueva España y demostró capacidad en el gobierno de la difícil provincia y manejó con cuidado los asuntos administrativos.
Cuando el virrey de la Nueva España, Enríquez de Rivera recibió el encargo de explorar la Baja California, capitán Isidro de Atondo y Antillón, solicitó hacerse cargo de la tarea. Atondo quien, durante su gestión en Sinaloa y Sonora había estado en contacto con exploradores y marinos que exploraban la península, a la sazón todavía estaba registrada como una isla, realizó su propuesta inicial el 8 de noviembre de 1678 la cual fue aprobada casi de inmediato por el virrey pero la ratificación real tardó más de una año; el 29 de diciembre de 1679. Dos meses después Enríquez de Rivera signó el contrato con Atondo y lo envió al rey de España quien emitió cédula real aprobando el contrato para que Atondo expedicionaria las Californias el 8 de octubre de 1679, 23 meses después de signada la solicitud.
El capitán Isidro de Atondo y Antillón fue elevado entonces al rango de gobernador de Sinaloa y almirante de California y de su armada gozando por completo del poder político y militar del noroeste. Sus obligaciones comprendían dirigir una expedición a la península, levantar fuertes, pacificar a los naturales y explorar el interior con el objetivo básico de convertir a los indígenas y establecer asentamientos hispanos. Habiendo fracasado todas las anteriores expediciones a California en el contrato se comprometió a pasar por lo menos un año en la península para someter a los naturales “no por la fuerza de las armas sino por los medios suaves de la persuasión y la predicación evangélica”
Con financiamiento de la corona española, Atondo decidió construir dos fragatas, una de sesenta y otra de setenta toneladas con una lancha para cada una y además un barco luengo. Este último fue cambiado después por una balandra, más ligera y más adecuada a las condiciones del golfo de Cortés; todos fueron diseñados para transportar colonos, mercaderías y animales. Las embarcaciones fueron bautizadas como sigue: la almiranta (70 toneladas) recibió el nombre de San José y San Francisco Javier, la nave capitana (60 toneladas), fue llamada La Concepción; la historia no registra el nombre de la balandra.
El almirante construyó sus embarcaciones en el pueblo adyacente a la misión jesuita de Nío, pueblo del actual municipio de Guasave, Sin. La cual, según el doctor Herbert Bolton, biógrafo del padre Kino, era “una población vieja pues habían pasado casi noventa años desde que el padre Martín Pérez fundó allí la citada misión, la cual estaba situada a medio camino entre la costa y San Felipe y Santiago, la capital de la provincia”.
El padre Eusebio Kino, sacerdote jesuita fue comisionado para misionar en la California para lo cual se trasladó a Nío donde lo esperaba el padre Matías Goñi en compañía de Atondo y su gente. El 28 de octubre de 1682, bajo el mando directo del almirante Isidro de Atondo y Antillón, zarparon las tres embarcaciones construidas en la misión jesuita de Nío; a bordo de la almiranta viajaba el padre Kino y en la capitana Goñi, arrumbando hacia el puerto de Chacala a donde arribaron el 3 de noviembre de 1682. Abastecidos de alimentos, armas, ropa, aperos de labranza, semillas, ganado y regalos las tres naves zarparon hacia la California el 17 de enero de 1683. Avistaron tierra el 25 de abril siguiente y largaron anclas el primero de abril. Atondo tomó posesión de las tierras a nombre de Su Majestad el rey de España y exploró junto con el padre Kino la mayor parte de la Baja California Sur, fundó misiones, poblados y fracasó en su intento de obtener perlas pues los indígenas jamás revelaron dónde se estaban los placeres perlíferos.
El virrey tuvo noticias que bucaneros acechaban el paso de la Nao de China en la bahía La Navidad para abordarla y la armada de la California al mando de Atondo por estar “sin instrucciones específicas” fue enviada a escoltar el galeón proveniente de Manila; el 2 de diciembre de 1685 avistaron la nave y lo llevaron sin novedad hasta fondear en el puerto de Acapulco. De Acapulco, Kino y Atondo partieron a la ciudad de México y fueron reasignados.
La expedición del almirante Isidro de Atondo y Antillón costó a la Corona de España más de un cuarto de millón de pesos; una verdadera fortuna que aparentemente fue un fracaso económico pero en cambio enriqueció y precisó la visión de California, inició la fundación de misiones jesuíticas en la península y, ante todo, demostró que no siempre el éxito depende de los beneficios materiales.
*Cronista de Guasave.