Por Ulises Cisneros*
Al igual que sucede con todas las dependencias del Gobierno del Estado respecto al cambio de titulares que habrá a partir del 1 de enero cuando el gobernador electo de Sinaloa, Mario López Valdez, ejerza ya como titular del Poder Ejecutivo, alrededor del Instituto Sinaloense de Cultura hay desde hace varias semanas una intensa especulación sobre quién tendrá la responsabilidad de dirigirlo durante el periodo 2011-2016.
Tanto entre sus trabajadores como entre la comunidad artística y cultural sinaloense se ha generado una inquieta expectativa acerca del perfil de la persona que finalmente designe Malova. Sin embargo, fiel a su reiterada declaración, el gobernador electo no dará a conocer los nombres de sus colaboradores sino hasta el momento en que cuente con la investidura constitucional y que lo considere oportuno.
Eso ha avivado las múltiples hipótesis acerca de quién será aquel o aquella persona que tenga a su cargo la conducción de la política cultural. La tendencia advertida entre los diversos corrillos, rumores y hasta divagaciones que se han dado a lo largo y ancho del estado es la de considerar, antes que el programa institucional de trabajo a aplicar, la identidad de quién será el nuevo titular de Cultura.
Al margen de la percepción pública que es notoria por la incógnita abierta al respecto, conviene destacar que el equipo de trabajo designado por López Valdez para la elaboración del Plan Estatal de Desarrollo ha recibido de manera formal las numerosas propuestas que los ciudadanos y los grupos organizados hicieron llegar tanto al Foro de Cultura celebrado en Mazatlán el 5 de noviembre como a través del portal de Malova en Internet en las últimas semanas. A ello se suman las ponencias y proyectos que durante la campaña electoral se recibieron.
Lo ocurrido en el Bello Puerto fue una muestra de la importancia que reviste el tema de Cultura en la agenda pública de gobierno. No sólo fue la mesa de trabajo más concurrida sino también la que mayor número de planteamientos recogió. Hay un relevante interés social por parte de los artistas, promotores culturales y ciudadanos en general de que el nuevo gobierno asuma el asunto de la Cultura como una prioridad en su plan de desarrollo para Sinaloa.
Hay también un explícito compromiso por parte de Malova al enunciar en su “Plan del Cambio 2011-2016” que la educación y la cultura son sustanciales en su visión sobre la obra humana a emprender en su gobierno. Son de capital importancia.
Al acudir al Foro Empresarial de Coparmex, “Sinaloa, un futuro extraordinario”, celebrado en Mazatlán el pasado 26 de noviembre, López Valdez ratificó su convicción al respecto. Escuchó la conferencia magistral que sustentó el ex alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, titulada “Del miedo a la esperanza”.
En ella, el innovador político colombiano ofreció su testimonio acerca de la estrategia que aplicó durante su gobierno al frente de una de las ciudades más violentas del mundo. No fue otra que la de enfocarse en una sólida promoción de la cultura, la educación y el deporte y la seguridad pública, temas alineados con la generación de mejores condiciones de vida y un fehaciente bienestar social.
Con hechos demostrables mediante indicadores, Fajardo logró revertir mediante ese modelo de gestión pública la conflictiva tensión social y política de su ciudad natal. Fue categórico en afirmar que la voluntad y la decisión políticas de combatir la corrupción son determinantes. Así, abatió los índices de criminalidad y convirtió a Medellín en un modelo a seguir, tanto como el que, por su parte, Antanas Mockus, operó en Bogotá con un paradigma y resultados similares. En ambos casos, la política aplicada fue la de centrar la cultura como un tema fundamental del desarrollo.
Con las variantes del caso específico de Sinaloa y de sus circunstancias reales en la actualidad, resulta alentadora la receptividad del gobernador electo a atender estas nuevas comprensiones de la cultura como un elemento viable y factible para el ejercicio de construcción de mejores condiciones de vida y, sobre todo, de calidad humana.
Por ahí está el sentido de la política pública a aplicar en Cultura, a partir de la realidad viviente que tenemos en Sinaloa y de los retos que implica acometer una estrategia integral y concertada por parte de la sociedad y del nuevo gobierno.
En lo que va cobrando forma el Plan Estatal de Desarrollo que, en su oportunidad, será dado a conocer, lo que importa es el modelo de política y gestión pública y el programa de trabajo de Cultura que el gobierno de Malova plantee a los sinaloenses.
De allí emergerá sin duda el equipo más competente para asumir la responsabilidad y el compromiso de aplicarlos conforme a la visión del mandatario. El voto de confianza está en la decisión que tome el propio López Valdez.
Considerar en forma inversa las cosas no es más que insistir en el esquema tradicional y consuetudinario de entender la Cultura al modo de los intereses particulares y grupales que han viciado su sentido en los últimos tiempos, máxime por la rayana tendencia a siempre pensar en individuos antes que en equipos de trabajo, y que la han convertido en una cómoda burocracia de asistencialismo cultural.
Si antes bien se establece como puntos de partida para el bien de Sinaloa la conformación de una política y de un equipo de trabajo, ya con ello se establece una diferencia de cambio. A eso le apuesta Malova, de acuerdo con su ideario y la experiencia y profesión política que ha demostrado en su desempeño público, además de las declaraciones y compromisos que ha vertido recientemente.
Sin embargo, y conforme al decir de varios impetuosos que terquean con sus lucubraciones y manejan nombres a diestra y siniestra, la incógnita persiste. Para su tranquilidad, hay un refrán: “No por mucho madrugar, amanece más temprano”. A partir del 1 de enero se sabrá.