Estaba parado justo ahí… A los pies de la que fuera la casa donde nací… Una casa de madera construida sobre gigantescos pilotes cilíndricos de pino casi en la cima de una de las dos pequeñas colinas de Nanchital… La casa, dejaba sitio en la parte de abajo, para que mi hermano Alonso y yo, voláramos en la fantasía a cualquier lugar del mundo teniendo como fondo el río, que podía casi tocarse desde esa casa de la pista de carreras alrededor, protegida por la media pared de madera y su mosquitero… Ese corredor que rodeaba la casa, permitía que nosotros, pilotos experimentadísimos, corriéramos con el afán de ganar justas internacionales donde los veloces autos eran de tres ruedas impulsados por pedales y venían en color verde, azul y rojo… Cuando no estábamos en la pista, estábamos debajo de ella, entre los pilotes de madera, jugando con algún amigo de la infancia protegidos del sol inclemente del sureste, del llamado Istmo de Tehuantepec en su parte del Golfo de México… Y como parte del Istmo, mi natal Nanchital, Veracruz, conservaba y hasta la actualidad lo hace, las costumbres que se siguen en toda esa franja bellísima que abarca de Tehuantepec a Coatzacoalcos, sin importar divisiones políticas de los estados que comprenden el Istmo. Por ello, las fiestas que recuerdo con toda la emoción, se ven envueltas en esa imagen vívida de aromas a mezcal y “tulipanes del sur”, gardenias y talco perfumado de las damas de entonces… Y todo ello inmerso en aquel incomparable sonido dulzón que prodigaba la marimba orquesta en turno que amenizaba el baile vespertino… Yo, recuerdo perfectamente, gustaba sin remedio de correr entre las tehuanas con los brazos abiertos y los ojos cerrados tocando, acariciando con las manos infantiles esas flores de seda bordadas en sus ropajes mientras todas ellas mantenían una danza especialísima al compás de la marimba… Una ocasión, me acerqué a donde la orquesta estaba tocando y parado justo frente a la marimba, pude observar que por abajo colgaban una especie de cajas romboideas en cada una de las teclas de madera de la marimba… “Ese debe ser el secreto”, pensé… Esas cajitas son las que le dan ese sonido a la marimba… “¡Señor… ¿de qué está hecha la marimba?” “¡Ah, es de un árbol muy especial… Está hecha de Hormiguillo…¡” Cuenta la leyenda que una tarde, una bella mujer buscaba en el fondo de la selva chiapaneca, donde poder convertir en lágrimas sus tristezas… Así, llegó hasta quedar exhausta, a recargarse en un árbol de hormiguillo, en donde por fin, pudo desahogar el corazón. Sus lágrimas, fueron cayendo sobre trocitos de madera que del árbol de hormiguillo, habían caído al suelo… De esta forma y para siempre, había recogido pues, la madera de hormiguillo, la melancolía de la mujer enamorada que desde entonces se expresara a través de la música de la marimba ya que ese instrumento tan especial, se fabrica justamente de esa madera del sureste de México… Así, se ubica el origen del sonido tan especialmente triste-dulce-melancólico que la marimba tiene, de manera bellamente poética. Pero ¿dónde comienza la marimba? ¿Cómo surge a la música? Mucho se ha hablado de que tiene su origen en un instrumento africano llamado balafón, pero en realidad, es totalmente distinto. Distinto en sonido, tamaño, disposición y número de notas e incluso hasta en la manera de percutirse… Los investigadores en la materia, hablan por un lado del origen de la marimba en el estado de Chiapas… Otros, dicen que la marimba es originaria de Guatemala. No podemos olvidar que tanto Chiapas como Guatemala junto con Yucatán, Campeche, Quintana Roo y parte de Tabasco, eran territorio Maya… De tal manera que si dejamos de considerar los límites Geográficos políticos actuales, la marimba sería de origen Maya. Como siempre sucede en nuestro México, por un lado, se sitúan los detractores del nacionalismo y amantes de extranjerizaciones en todo incluído el origen de nuestra marimba y por el otro, los chovinistas que llegan a obnubilarse ante su obsesión exagerada por un nacionalismo y regionalismo mal entendidos. Lo cierto, es que hay una prueba que parece ser contundente en cuanto al origen maya de la marimba, es el llamado vaso de Chamá, en el que se representa a un cortejo maya donde el “tlatoani” o señor, va seguido de un “tameme” o cargador que lleva a cuestas una marimba. Como resulta lógico deducir, esta valiosa pieza Arqueológica Maya, data de tiempos inmemoriales, muy anterior a cualquier vestigio de la llegada de extranjeros al continente americano. Por esto, y por las características mismas del instrumento, resulta claro que nuestra marimba y el “balafón” de los africanos, son dos cosas totalmente distintas en tiempo y estructura. La marimba Chiapaneca, o Oaxaqueña, o Guatemalteca, finalmente Maya, está fabricada de madera de hormiguillo, es dodecafónica (ya se ha hablado de muchos instrumentos prehispánicos que tenían doce sonidos) y tiene cajas de resonancia que llevan una pequeña membrana de cuero delgado (actualmente de intestino de cerdo, antes de armadillo) que es lo que le confiere ese sonido tan especial con una vibración corta al percutir sus teclas de madera con una baqueta hecha de guayabo y en uno de sus extremos una bolita de hule crudo con el que se realiza la percusión sobre las teclas de hormiguillo… Dependiendo del tamaño de la marimba, el número de ejecutantes varía de uno a tres… La tradición chiapaneca, obliga a que cada marimba se bautice con el nombre de la mujer amada por el dueño y ese nombre se inscribe con incrustaciones de madera al frente del instrumento… Así, este instrumento cuyo sonido surge según la leyenda del amor y la melancolía, nos arrastra en su música inevitablemente… Así también, volví a vivir aquellas fiestas de mi infancia donde la marimba orquesta era infaltable para el baile y el cortejo… Pepe Guízar, de manera genial, plasmó en su canción “Tehuantepec”, el verso donde la marimba se eleva en el ritual y la leyenda: ¡Música de una marimba… Maderas que cantan con voz de mujer…!
*Cantante, compositor y escritor.