¡Yo te conjuro, José Alfredo… Porque nos sigues enseñando a querer como nadie ha querido…! ¡Yo te conjuro, José Alfredo… Por musicar nuestro fracaso! ¡Por ponerle letra, a mi última canción! ¡Por “Vámonos”! ¡Por “El último trago”! ¡Por “Que te vaya bonito”! ¡Por ganarle un paso al olvido! ¡Por hermosear nuestro idioma! ¡Por el tequila con sangrita! ¡Por el mariachi! ¡Por el tenampa! ¡Por el desgarro! ¡Por su elegancia! ¡Por su tristeza! ¡Por su alegría! ¡Porque no hubo, porque no hay, porque no habrá quien lo calle…! ¡Porque lo cantó mi padre, porque lo canto yo…! ¡Porque, ojalá lo canten mis hijos… Y los tuyos… Y los hijos de mis hijos… ¡Yo te conjuro… José Alfredo…! Y las campanas de la iglesia, comenzaron a repicar… El sahumerio y la danza que los jóvenes invocantes realizaban conjugados con el repicar de campanas, parecían verdaderamente invocar el alma de José Alfredo Jiménez ahí, en esa plaza central del pueblo de Dolores Hidalgo, Guanajuato… A unos días de su aniversario luctuoso, el espíritu de José Alfredo Jiménez, fue invocado… Y de pronto, entre una espesa neblina que no dejaba ver claramente, se vio su figura enfundada en un traje de charro… La gente estaba paralizada en su asombro… Y José Alfredo Jiménez, comenzó a avanzar hacia ellos… Los aplausos comenzaron a brotar de manera espontánea y José Alfredo entonces, agradeció de viva voz esa entrega que la gente le prodigó en su corta vida… “Gracias, muchas gracias… ¡Cómo puedo pagar, que me quieran a mí y a todas mis canciones…!” La emoción de la gente que abarrotaba la plaza, envolvía a José Alfredo que al haber sido invocado, apareció ante su amado pueblo… Ese, el que está situado ahí nomás tras lomita… Para hacerlos vibrar otra vez y llenarles de nueva cuenta el alma de ilusiones… Y llegó hasta la cantina, y vinieron las felicitaciones… Y las preguntas: Dinos ¿cómo le hacías para enamorar a una mujer…? Pero ¿Cómo se daba el proceso al escribir tus canciones…? Y José Alfredo, iba contestando todas esas preguntas que su gente le hacía: La mujer, tiene que ser cortejada muy delicadamente… La mujer es como una guitarra a la que hay que saber hacer vibrar… Lograr que el amor se de así, quedito… Con sentimiento… Para llenarse todo poquito a poco de inspiración… Tiene que ser así, despacito muy despacito… Y El pueblo de Dolores, volvió a escuchar a José Alfredo, su José Alfredo, cantar… Y las damas, se le acercaban entre curiosas y erotizadas… Cachondas, con ese sentir que motivaba con sus canciones y su presencia ahora invocada y que regresaba para compartir una vez más con su pueblo, aquel que quería emular en el momento de su muerte y por eso el dinero que ganó “no sé ni dónde lo dejé…” quiero morirme como muere mi pueblo y por eso todo lo aviento… ¡Claro! Le dijo una mujer que se sentó a su lado en la cantina ¡Claro… Con esa estrategia y al cantarle tus canciones, la mujer tiene que caer perdidamente enamorada…! No, respondía José Alfredo, A veces me di cuenta que no era en absoluto correspondido… Y algún parroquiano: Y qué hacías en esos casos… Qué decías… Cómo asumir que no te aman y que debes seguir adelante… ¿también lo hacías sutilmente, también muy despacito…? Y las risas brotaban festejando y dejando salir los nervios que embriagaban junto con el tequila porque el conjuro había dado resultado y José Alfredo Jiménez había vuelto a Dolores Hidalgo Guanajuato para estar presente en lo que fue el primer festival nacional e internacional en homenaje al compositor mexicano que naciera en el año de 1926 y dejara la vida a la corta edad de 47 años en el año de 1973 a causa de una cirrosis hepática… José Alfredo, fue en un inicio, acusado de ser un compositor vulgar, de cantina e incluso fueron prohibidas sus canciones en la radio… No todas, pero sí aquellas que se consideraba que incitaban al alcoholismo y ofendían de alguna manera a la mujer por machista… Sin embargo, la fama del compositor fue creciendo como avalancha… Y fue convirtiéndose su obra cada vez más en algo que motivaba el interés y la emoción en todos los estratos, al grado que intelectuales y artistas de todas las ramas se vieron envueltos en la magia de sus canciones y comenzaron a enarbolar su bandera en sus escritos, en sus entrevistas… Surgieron ensayos y libros varios, no nada más desde la óptica biográfica, no… Sino analizando su obra y el valor y repercusión social e incluso literaria que tenía… Carlos Monsiváis, y muchos otros intelectuales, escribieron verdaderos análisis de José Alfredo su vida y obra… Y llegó a las aulas universitarias… Sí, en la actualidad, en una cátedra de creatividad literaria que se cursa en la Universidad de Salamanca, España, veinte de las canciones de José Alfredo, son motivo de estudio serio… De este modo, José Alfredo Jiménez emprendió el camino a la inmortalidad, y esa noche sus paisanos estaban en pleno diálogo con su espíritu reencarnado… Así que, no me quedaba más remedio que brindar… Brindar y volver a brindar por el amor… Por el amor que llega y nos envuelve en poesía… Por el amor que se entrega y nos convierte en caricia y en canción y en historias pasionales con toda la intensidad de que somos capaces… Brindar y volver a brindar por el amor que se aleja, por el amor que añoramos a la distancia cuando sin remedio volvemos a pedir que nos sirvan otra copa… Y muchas más… Y terminó la magia, terminó la noche de cantina con ese bohemio empedernido que aunque a muchos no termine de convencer, es un verdadero icono de la música mexicana, un asombroso reflejo de nuestra cultura, de nuestro modo de vivir… Quién no ha cantado y llorado y vivenciado el amor y desamor alguna vez en José Alfredo… Su espíritu emprendió el regreso y la gente de Dolores volvió a la rutina… Yo, todavía impactado, volví al camerino a quitarme el traje de charro y agradecí emocionado la participación de todos mis compañeros músicos y actores: Lorenzo, Lucio, Cecilio, Gregorio, Isi, Julio César, Isabel, Bertha, Sergio, y David por contribuir a tener el privilegio de haberme convertido por una noche, en ese espíritu reencarnado de José Alfredo… ¡Leyenda, hecha canción!
*Cantante, compositor y escritor.