Por Juan Cervera Sanchís*
Todos los pueblos de la antigüedad practicaron la esclavitud. El ser humano, en todas partes, por encima de las diferencias culturales y sus características raciales, en su esencia y comportamiento, ha sido siempre el mismo.
Contra las idealizaciones del pasado, y algunas de sus culturas, la realidad histórica nos demuestra que las relaciones se han establecido en base a las diferencias de poder. Los más fuertes han impuesto sus condiciones a los más débiles.
Al llegar al llamado Nuevo Mundo lo primero que descubrió Cristóbal Colón fue que algunos indígenas, a los que llamó caribes, asaltaban, en el mar de las Antillas, otras islas ajenas a las que ellos habitaban y, tras vencer a sus habitantes, se comían a los hombres, pues la carne de las mujeres y los niños no se les hacía tan sabrosa. A las mujeres las esclavizaban y las usaban como objeto de placer. Si estaban bonitas. A los niños los castraban, engordaban y cuando crecían se los comían sin ninguna contemplación.
El espectáculo, que era común en Europa, de la esclavitud, fue lo primero que se encontraron los europeos en las tierras recién descubiertas.
El regalo de esclavos era algo muy común entre la gente del Nuevo Mundo.
En Darién, primera colonia establecida por los españoles, Vasco Núñez de Balboa recibió del señor de Comofre setenta esclavos como regalo. El cacique Pocorosa también le regaló, al pasar por sus tierras, otro grupo de esclavos.
En su viaje de México a Honduras, Don Hernando Cortés, se topó con un pueblo llamado Oculan o Acalan. Ahí, el conquistador, conoció a varios mercaderes muy ricos cuyo comercio era el de la esclavitud.
Es bien conocido el hecho entre Don Hernando y los indígenas de Tabasco cuyos caciques le regalaron veinte esclavas entre las que figuraba la, más tarde, célebre Doña Marina (o Malinche).
En el reino de Anáhuac, e igualmente en Texcoco hubo leyes que regulaban la esclavitud.
Los ladrones eran condenados a ella. Cuando robaban por primera vez. Si reincidían, sin más, se les condenaba a muerte.
En la mixteca a los deudores insolventes se les convertía en esclavos.
En Tlaxcala, en la muerte de los señores, se acostumbraba a arrojar a la hoguera a varios de sus esclavos, junto con el cadáver de la persona principal difunta.
Se castigaba con la esclavitud al hombre libre que fecundaba a una esclava.
El comercio de esclavos se hacía tanto en privado como en lugares públicos.
Mucho llamaron la atención a los primeros conquistadores en el mercado de Tlatelolco “los esclavos y las esclavas en venta, sueltos unos y atados otros a unas varas largas y con collares al cuello para que no huyeran”, según testimonios de los que los vieron.
La inmolación de esclavos en las ceremonias religiosas y en los funerales de sus amos era un hecho frecuente.
Tras la conquista la esclavitud se prolongaría por muchos años en el llamado Nuevo Mundo.
Colón, en memorial dirigido a los Reyes Católicos, desde la Isabela, fecha enero de 1494, proponía la conveniencia de enviar a Castilla esclavos caribes.
Algunos de estos clavos fueron vendidos en Andalucía, allá en la Península Ibérica.
Hay documentos que nos habla de veinticuatro llegados a Sevilla y de los que diez de ellos perecieron en el río Guadalquivir.
Fue Cristóbal Colón el primer europeo en esclavizar indígenas.
El año de 1501 comenzó la importación de negros al Nuevo Mundo. El 20 de enero de 1503, los Reyes Católicos, establecen en Sevilla la Casa de la Contratación de Indias, de las Costas de Berbería y de las Islas Canarias.
Desde las colonias ya establecidas se solicitaban negros para los trabajos más duros.
Fue así que los esclavos africanos fueron llegando a las tierras recién descubiertas y que acabarían siendo llamadas las Américas.
El compasivo padre Bartolomé de las Casas, sevillano de origen, aconsejó que “se diesen esclavos negros, aunque en muy corto número, a los labradores que fueran a poblar La Española”.
La historia pues de la esclavitud en el Nuevo Mundo se prolongó por muchos años. Hay quienes dicen que, aunque disfrazada con otras características, todavía persiste. Usted, ¿qué cree?
* Poeta y periodista andaluz.