Por Jesús Rafael Chávez Rodríguez*
Una realidad acuciante en nuestra sociedad es y ha sido, sin duda, la falta de interés por la lectura, así lo manifestaba la editorial de este semanario en su ejemplar numero 16. Al respecto, hace algunos días había escrito un artículo que hacía referencia a esta lamentable situación en el contexto mexicano. Al parecer estamos totalmente convencidos de que la lectura en nuestro entorno no goza de sentido y es en gran medida una pérdida de tiempo, pues al parecer a la mayoría de los mexicanos no le interesan los libros, y mucho menos su lectura.
José Manuel Frías Sarmiento, un maestro universitario de la ciudad de Culiacán en un artículo publicado en el 2007, hace ver la ausencia de la lectura en las universidades sin distinción de niveles, incluidos también quienes realizan estudios de posgrado. Dice al respecto que en los pasillos de las escuelas y las facultades no se observan alumnos leyendo, tampoco lo haces quienes descansan en el césped o quienes platican en las bancas. Así es, nadie lee, no se aprecian alumnos con libros bajo el brazo o sobre la paleta de su butaca. Las bibliotecas no registran afluencia de alumnos ni solicitudes de libros (especialmente literatura), no los buscan ni los alumnos ni los profesores, y tristemente, a nadie parece hacerle falta la lectura.
El problema parece ser en el fondo fruto de una cultura anquilosada y laxa en este sentido, teniendo su incidencia a nivel nacional, pues según la OCDE y la UNESCO, en cuanto al hábito de lectura, México ocupa el lugar 107 en una lista de 108 países estudiados, mientras que los primeros lugares los ocupan los países de Japón, con un 91% de la población que ha desarrollado este hábito de lectura, seguido por Alemania con el 67% y Estados Unidos con un 65%, y muy lejos de estos lugares se encuentra México con el 2%.
Según esos mismos estudios el mexicano promedio vendría a leer 2.8 libros al año, aunque podría ser más ¡o tal vez menos! teniendo en cuenta el margen de error que pueda haber en las estadísticas, pero esto no se comprueba sino cuando nos preguntamos ¿Cuántos libros leo a la semana, al mes, o bien al año? Este tal vez sería el parámetro más preciso para tener una idea sobre el hábito de lectura personal, que a mi parecer, creo, es de mayor importancia, más allá del hecho de conocer las impresionantes cifras de lectores a nivel mundial o las irrisorias cifras de lectores a nivel nacional.
Pido disculpas por no hacer uso de eufemismos que atenúen nuestra cruda realidad, aunque quienes puedan leer esta columna no creo que se sienta ofendidos, pues estoy seguro que son de los pocos que con esfuerzo y dedicación contribuyen en mantener el forzado porcentaje de lectores de nuestro país.
Se sabe que es difícil lograr dicho hábito, pero acaso no vale la pena. En la actualidad el desarrollo económico de algunos países ha sido un aliciente para propiciar la lectura, y la lectura, un elemento que propicia un grado mayor para la educación de sus habitantes, que a su vez propicia dicho desarrollo económico, como un círculo virtuoso. ¿Tendrá que ver esto con la situación de pobreza que se vive hoy en México?
Nuestra consigna es saber que una sociedad sin lectura, sin conciencia histórica y sin aprecio por las artes, sucumbe en la ignorancia y tiende a desaparecer debido a la pérdida de identidad ¿O acaso no han sido las letras a través de la historia, el estigma de progreso y el motor de aprendizaje para los seres humanos?
*Maestro en Historia/UAS.