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El centenario del emblemático reloj de los concordenses

Por domingo 26 de septiembre de 2010 Sin Comentarios

Por Félix Brito Rodríguez*

Para el régimen polí­tico encabezado por la figura de Porfirio Díaz, la fecha del 15 de sep­tiembre de 1910, le signifi­caba una fecha memorable. Para ello había previsto con antelación la promoción de diversas obras materiales para ser inauguradas en el mes de la patria y de esta forma poder consolidar el sentimiento cívico y nacio­nalista entre la población de México, pero además ello le representaba también la oportunidad de presumir hacia el resto de la naciones los avances modernizado­res alcanzados durante el referido régimen porfirista.

Díaz solicitó a todas las autoridades estatales y mu nicipales, la creación de al menos una edificación con significado conmemorativo. Así fue como en diversas ciudades de la República se formaron juntas patrióticas, integradas por las principales autoridades y prominentes vecinos; quienes se encargaron de pensar y desarrollar obras de carácter cívico (estatuas de héroes inde­pendentistas y columnas como la del Ángel de la Independencia, en la ciudad de México); o con propósitos sociales (parques y paseos como el del centenario en la ciudad y puerto de Mazatlán) y/o fines públicos (edifi­caciones de palacios municipales y relojes públicos, como los que se instalaron en las ciudades de Pachuca, Hidalgo y Con­cordia, Sinaloa).

Existe en el archivo municipal del Ayuntamiento de Con­cordia un expediente fechado en el año de 1908, firmado por los entonces presidente y secretario del Ayuntamiento, los señores, Carlos Arvizu y M. R. Pérez, respectivamente. En él se presenta un escrito titulado “escritura de contrato para construcción del palacio municipal de Concordia que se remi­tió al señor José L. Fernández de Mazatlán. Contiene también el presupuesto de construcción de dicho edificio”.

En dicho expediente se especifican las dimensiones y ca­racterísticas arquitectónicas con que se supone debía erigir­se la sede de los poderes políticos del entonces Distrito de Concordia y el cual tendría un costo total de 18 mil 950 pesos. José López Fernández, fue el contratista que se encargó de la ejecución del diseño de los planos que el Ayuntamiento enco­mendó a Ignacio Ramírez.

López Fernández al firmar el contrato de construcción se comprometía a dar inicio a los trabajos de edificación el 1º de enero de 1909 y terminarlos el 31 de agosto del mismo año. Es decir tan sólo un año y quince días antes de que se conmemo­raran los cien años de la Independencia de México.

En las especificaciones de la construcción del inmueble se establece que éste debía contar con un amplio vestíbulo o salón de ingreso, localizado en el centro del edificio y que tendría como entrada principal un arco abierto de punto re­dondo en el frente, el cual daría acceso a las oficinas de la pre­fectura y del Ayuntamiento, contando además con dos arcos abiertos en los costados que permitirían llegar a dos espacios destinados como jardines. En el manuscrito se especifica que el arco de acceso principal mediría 2 metros de anchura por 5 de altura, mientras que los de los lados medirían 1.50 de abertura por 4.30 de altura.

El vestíbulo se concibió como un gran salón, que ser­viría como lugar de espera a quienes querían ser atendi­dos por las autorida­des locales: el pre­fecto y el cabildo.

En el contrato de construcción se especifica que al centro de la fachada principal del edificio se edificaría un cuar­to y caseta que ser­viría de alojamiento para la instalación de un monumental reloj público.

Estableciendo que dicho cuarto debía estar formado por paredes de ladrillo cocido, puesto en mezcla, de 0.40 cms. de espesor, la caseta tendría una puerta de entrada y una ven­tana chica al lado norte, el techo de la caseta sería cubierto de fierro acanalado, la fachada estaría ornamentada con una puerta simulada de estilo egipcio y dos columnas.

La edificación del palacio municipal no logró culminarse en su total dimensión, tal y como se estipulaba en el referido contrato de construcción celebrado entre las autoridades del Ayuntamiento y el señor contratista José López Fernández. Desconocemos los inconvenientes que impidieron la total construcción del edificio en el plazo que se estipuló, es decir, el 31 de agosto de 1909, sin embargo presuponemos que es­tos debieron de haber sido de carácter económico, debido a la fuerte crisis por la que atravesaba la economía de México durante el referido año.

Al arribo de la tan anhelada fecha del 15 de septiembre de 1910, sabemos que a las autoridades concordenses, sólo les fue posible alcanzar edificar la fachada principal y lograr colocar y hacer funcionar en lo alto del frontispicio central del edificio la maquinaria del reloj público.

La inauguración del inconcluso edificio de estilo arquitec­tónico neoclásico, fue durante la noche del 15 de septiembre de 1910, acto que fue comandado por el C. prefecto, coronel Ricardo Carricarte, y demás autoridades del distrito de Con­cordia, escoltadas por autoridades militares e invitados de honor y teniendo como concurrencia al pueblo en general, festejándose de este modo el centenario del inicio del movi­miento de independencia.

En 1911, y debido a las dificultades políticas y económicas ocasionadas por la Revolución Mexicana, la edificación del resto del edificio fue detenida, para continuar y concluir du­rante la administración política del presidente municipal Luis Vizcarra, quien el domingo 29 de septiembre de 1935, y en compañía del entonces gobernador de Sinaloa, Manuel Páez, declararon inaugurado y puesto al servicio de la ciudadanía el resto del edificio del palacio municipal. Gracias a que el pro­grama de la inauguración se publicó en el periódico mazatle­co el Demócrata Sinaloense, hoy podemos saber que previa a su inauguración, el pueblo y las autoridades se recrearon con dos horas de serenata en la Plazuela Morelos, que culminó a las 8 p.m., hora en que el edificio fue declarado inaugurado por el gobernador Páez, quien lo puso al servicio público me­diante la realización de un baile que tuvo como sede los salo­nes del palacio municipal.

Por un siglo, las largas manecillas del reloj alojado en frontis de la presi­dencia municipal, han señalado el transcurrir de las horas a residentes y visitantes de esta ciudad, cada segun­do de la vida de por lo menos cuatro ge­neraciones de con­cordenses ha estado reflejado en el soni­do de su melodioso bronce y que junto con el tañido de las campanas del tem­plo de San Sebas­tián y las estriden­tes maquinarias de carpinterías, representan los sonidos más característicos de la referida ciudad.

El reloj municipal ha marcado en el tiempo y con su tic-tac, el devenir de la vida, no sólo de las personas, sino de la misma vida política en el municipio, así es como ha señalado la caída de una dictadura y el ascenso de un régimen político revolucionario.

Ha contemplado y marcado en el transcurrir de sus horas, minutos y segundos el paso de las felicidades y desánimos de los concordenses; lo mismo que de concentraciones políticas como la que convocara José Vasconcelos, cuando visitó la ciu­dad con motivo de su campaña presidencial de 1929.

Sus malestares, propios de un reloj con una vida de cien años, han sido tratados y remediados durante todos estos años y hoy día se exhibe tan majestuoso como en el primer día de su funcionamiento, por lo que se encuentra listas para recordarnos el memorable tiempo del bicentenario de la In­dependencia y el centenario de la Revolución.

*Profesor e investigador de la Facultad de Historia/ UAS.

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