Tomado de El Financiero. Cultura.
Por Redacción
La complejidad y la maestría con la que fue esculpida la Diosa de la Tierra, hace más de 500 años por los mexicas
Ofrecen una conferencia con motivo de la remembranza de la Caída de Tenochtitlan hace 489 años
México.- Coatlicue es la única figura prehispánica que ha inspirado la obra de pintores como Diego Rivera, José Clemente Orozco, Saturnino Herrán y Miguel Covarrubias, sin embargo, es un personaje poco difundido porque su imagen no es tan atractiva visualmente como lo ha sido la Piedra del Sol.
Según el arqueólogo Leonardo López Luján, la complejidad y la maestría con la que fue esculpida la Diosa de la Tierra, hace más de 500 años por los mexicas, es lo que cautivó a los artistas plásticos de principios del siglo XX.
En el cierre del ciclo de conferencias “Tiempo del Sol. Voces indígenas de la Conquista”, que se desarrolló en el Museo Nacional de Antropología, con motivo de la remembranza de la Caída de Tenochtitlan hace 489 años, López Luján destacó que no obstante esa misma complejidad es la que ha hecho que pocos entiendan su significado y simbolismo.
Recordó que desde su hallazgo, el 13 de agosto de 1790, los españoles no comprendieron el significado de esta escultura de andesita de dos 2.5 metros de alto, al grado de que llegó a considerarse como una figura demoníaca, hecha por bárbaros, contrario a lo que ocurrió con la Piedra del sol, que sigue fascinando a propios y extraños.
El también conocido como “Calendario Azteca” puede verse en las monedas, la camiseta de la Selección Mexicana, los llaveros para los turistas, está en todas partes, y eso a los artistas plásticos no les agradó porque ya era algo muy conocido.
“Ningún artista de este país ha hecho reproducciones o reinterpretaciones de la Piedra del Sol. En cambio, a la Coatlicue, los grandes artistas mexicanos optaron por utilizarla como musa”, refirió el arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Algunas de las principales representaciones de la diosa-madre de la Tierra en la plástica mexicana son el lienzo Nuestro Dioses Antiguos, que en 1915 pintó Saturnino Herrán, en el que sintetizó los elementos religiosos tanto indígenas como españoles.
En los años 20, agregó, Miguel Covarrubias hizo una caricatura para la revista “Vanity Fair”, dedicada a imponer la moda en aquella época, y “en esta obra el artista mexicano retrata en medio de un elegante coctel a la Coatlicue, como haciendo referencia que a pesar de toda la elegancia que presentan esos hombres y mujeres que asisten a la reunión, la única celebridad es esta diosa mexica”.
En 1932, Clemente Orozco viajó a Hannover, Estados Unidos, y en la Biblioteca Baker del Dartmouth Collage, realizó una serie de murales, entre ellos “La industrialización”, en el que aparece retratada la Coatlicue como el alma que impulsa una maquinaria.
Unos años después, en Guadalajara, en el Hospicio Cabañas pintó el mural Sacrificio que en una de sus escenas retrata a una Coatlicue guerrera, con arco y flecha, comentó López Luján.
En 1933, Diego Rivera, con el apoyo de Edsel Ford, pintó un mural para el Institute of Arts, en Detroit, Estados Unidos, ahí plasmó “La Coatlicue mecánica”, obra que hace una reinterpretación de máquinas y troqueladoras, con el contorno de la diosa mexica, haciendo referencia que esta maquinaria es el origen de la vida de esa ciudad.
En 1934, Rivera regresó a México y en el Museo Anahuacalli creó, en uno de los pisos, un mosaico que nada tiene que ver con la obra pintada en EU, “aquí hace una representación realista de la escultura que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología”.
Cinco años después, en plena Guerra Mundial, Diego Rivera viajó a San Francisco donde realizó el mural Unidad Panamericana en el que representó la unión del continente americano y fusionó las dos pinturas anteriores de la diosa —la realista y la mecánica-—, y lo exhibió en la Exposición Internacional Golden Gate, de esa ciudad.
López Luján recordó que en la Colonia, a la Coatlicue se le conocía como Teoyaomiqui, deidad vinculada con los muertos, y fue hasta 1867 que fue totalmente identificada como una diosa asociada con la tierra y la fertilidad.
Bajo la antigua concepción, en 1830 el litógrafo Carl Nebel retrató a la Teoyaomiqui, y en 1850 el prestigiado museógrafo británico Eduardo Taylor hizo una reproducción y la llevó a Europa para exhibirla en el Museo Egipcio.
Tres lustros después, en el Parque de Marte, cercano a la Torre Eiffel, en París, se exhibieron varias reproducciones de piezas prehispánicas como la Piedra del Sol, la Teoyaomiqui y el Templo de la Serpiente Emplumada de Xochicalco, entre otras.
“En Europa, la pieza tuvo gran aceptación, sin embargo, causó mayor impacto visual la Piedra del Sol porque es un círculo perfecto que nos habla de la astronomía y del calendario de la creación mítica”, añadió.
“Fue hasta 1867, cuando Alfredo Chavero, director del Museo Nacional, que mandó construir Maximiliano de Habsburgo, identificó a la Coatlicue como la diosa de la Tierra y la fertilidad, y ya no más como Teoyaomiqui, una deidad oscura”, concluyó. (Con información de Notimex/JOT).