Las estadísticas públicas y privadas siguen marcando a México como un país sin lectores y sin librerías, pues los datos arrojados a nivel nacional e internacional, señalan que no se lee más de dos libros por año por persona y que existe, en promedio, una librería por cada cien mil habitantes a diferencia de España y Argentina donde el promedio oscila entre doce y quince mil habitantes por librería.
Son datos que alarman y que ha provocado que las autoridades de la federación y de los estados establezcan líneas de trabajo que permitan enfrentar y superar el problema, principalmente en el sector que se encuentra en la educación primaria y secundaria.
La conveniencia de desarrollar hábitos de lectura, por fortuna, no está cuestionada por nadie. De hecho es algo en lo que todos, o casi todos, estamos de acuerdo; no sólo en el ámbito escolar, sino en todo el conjunto social.
Alfabetización, lectura y educación en general han sido aspiraciones fundamentales desde que finalizó la Revolución Mexicana, pero de ello ha transcurrido casi un siglo. Por ello, desde todas las trincheras, se debe trabajar para avanzar en esta tarea, convencidos de que un país con lectores y con librerías es un país con buenos ciudadanos, y vía para lograr el aumento de la calidad de vida.
Todos sabemos que la lectura es un hábito necesario. A pesar de su importancia, los mexicanos todavía nos mantenemos insensibles ante la lectura y parafraseando a Octavio Paz, leer, para la mayoría, sigue siendo una excentricidad.