La mirada infantil, alimentaba para sí la fantasía mágica que el escenario guarda… Los bailarines, se daban a la tarea de ensayar una y otra vez ciertos pasos y posiciones… aquel salón transformado en camerino comunal para los integrantes del ballet, definitivamente tenía encanto… Y alguien de ellos, ante la mirada entre curiosa y fascinada de mi niña, le preguntó “¿buscas a alguien, muñequita?” “no, soy hija de El Cuervo… Me gusta cómo bailan…” Enternecidos por la respuesta, dejaron brotar del alma dos o tres piruets que lograrían capturar la ilusión infantil en una sed permanente por la danza… Años después, platicaban dos bailarinas, mi hija y mi esposa con Lourdes, nuestra querida amiga, la maestra Cervantes, gran bailarina de nuestro país…
–¿En verdad?
–Claro, ahí estudié yo hace algunos ayeres… En esa misma escuela y por lo que me dices, sigue exactamente igual… Los mismos salones de ensayo, el mismo teatro y el mismo director…
–¿Y la misma fotografía de Amalia en la entrada con su lámpara votiva ¿no?
–No, fíjense ¡Qué cosas! Esa foto la puso Claudio Bonifaz, un empleado administrativo de la escuela en el año 2000… Pero la cuestión es que me da mucho gusto que hayan tomado ese curso en mi escuela ambas, qué lindo, madre e hija… ¡Felicidades, colegas!
La institución de la que hablaban, es la escuela del Ballet Folclórico de México de Amalia Hernández, institución que se alimenta con bailarines ahí formados por supuesto, la célebre Compañía de Ballet Folclórico de Amalia Hernández, de la que formara parte la maestra Cervantes bailando entre otras cosas, nuestra afamada y considerada danza nacional: El Jarabe Tapatío…
La danza es mágica… La danza es la poesía muda en movimiento, es la melodía que se percibe visualmente, es la unificación del ritmo humano con el cósmico, para la profunda y bella manifestación de la fuerza vital. La danza, expresión corporal por antonomasia, fue en el principio de los tiempos, imitativa y tenía la función de atrapar mágicamente a lo requerido. Así, en nuestras danzas prehispánicas tenemos por ejemplo la del venado, en la que se dramatiza la cacería de este cuadrúpedo en la danza para que el destino se cumpla al capturar el animal. De igual manera, en nuestras danzas, están aquellas en las que se evoca el ritual de pareja. Danzas hermosísimas que son un verdadero cortejo. Desde luego, las danzas tradicionales mexicanas son una hibridación de las prehispánicas y las que llegaron de Europa. México es infinitamente rico en cuando a danzas de diversas regiones, géneros, ritmos etc. Pero es necesario señalar que una de ellas se ha ganado el ser considerada como la danza nacional mexicana: EL JARABE TAPATÍO.
Está integrado, el llamado Jarabe Nacional, por un conjunto de sones. Y antes de ser considerado como tal, existió en forma desmembrada, a la espera de que alguien unificara los distintos jarabes regionales y convertirlos así en un mosaico del sentir nacional por medio de la danza. Muchos jarabes ganaron fama durante la Colonia. Dentro de éstos podemos nombrar algunos como “Pan de manteca”, “El jarabe gatuno”, “El jarro”, “Chimixclán”, “La llovizna”, “Petrita” y muchos otros. Con el tiempo, estos jarabes, estos sones que son magníficos expositores del sentir, de las pasiones humanas, se fueron fusionando para dar lugar al famosísimo Jarabe Tapatío, que primeramente fue compuesto para “seis aires” que posteriormente, se ampliaron a nueve… ¿Y qué son los “aires” en este caso? Tal vez se estén preguntando… Pues bien, según los investigadores en la materia, los llamados aires, eran pequeños descansos al terminar una serie de pasos del jarabe, en los que la “China Poblana” (atuendo nacional femenino), terciaba garbosamente el rebozo o ponía los brazos en jarras y echando la cabeza para atrás sacudía las típicas trenzas para que el ranchero, cruzara la escena diagonalmente para cambiar de lugar pavoneándose como un gallo según exigía el mismo ritual-cortejo que constituye nuestra danza.
Esta fusión, fue nombrada como Jarabe Nacional, porque exponía la danza de prácticamente todas las regiones de nuestro país. Y en todos los rincones de la patria, este baile, lograba la emoción de todos los que le contemplaban y escuchaban ya que cada uno, encontraba ahí algo típico de su añorado rincón, de su patria chica sin importar de qué lugar de la república fuera. El Jarabe Mexicano, o Jarabe Nacional, fue dado en llamarse Jarabe Tapatío por equivocación que se convirtió en costumbre. Está compuesto con trece aires o tiempos y es justamente en el primer aire o tiempo donde se observa la parte correspondiente al jarabe tapatío: “Me he de comer un durazno/ desde la raiz hasta el hueso/ me he de comer un durazno/ porque es mi gusto y por eso. Dado entonces que era el primer aire, comenzó a llamársele Jarabe Tapatío. La segunda parte, corresponde a la parte yucateca de nuestro país y es inspirada en la danza y música de “La Jarana” para regresar en el tercer tiempo al son tradicional. El cuarto tiempo, se recrea buscando semejanzas con los sonajeros de Jalisco. En el quinto tiempo, el Jarabe Nacional evoca bellamente las llamadas “Canacuas” de Michoacán mostrando la alegría y el recato de la mujer mexicana. El sexto aire, es quizá el único que en la actualidad se conoce como cantado, aunque originalmente todo el Jarabe Nacional, tenía letra: “Pasen a tomar atole/ todos los que van pasando/ que si el atole está bueno/ la atolera se está agriando”. En el séptimo aire, se ejecuta la parte de “punta y talón” que fuera considerado inmoral por la iglesia al grado de ser perseguido por la Santa Inquisición. Y en el octavo se deja sentir Tamaulipas con un huapango para regresar en el noveno al son tradicional y llegar en el décimo a donde todos gritan: ¡Cócona! Y el ranchero pasa la pierna por encima de la china simbolizando la conquista de la mujer. En el onceavo el ranchero echa el sombrero jarano al piso para que la china baile sobre él y en el doceavo todos cantan: “pica, pica, pica perico…” Y llega la Diana, con la que finaliza el Jarabe Nacional. Tanta magia encierra esta síntesis dancística del sentir de México, que la célebre Ana Pavlova, la llevó al mundo entero bailándola enfundada en un traje de China Poblana. Por todo ello, el Jarabe Nacional, cuya conformación o arreglo se debe a Miguel Ríos Toledano y a José de Jesús Martínez, debe ser bailado con todo el respeto portando los atuendos nacionales: Charro y China Poblana.