Estatal

El estereotipo homosexual denostado por sus actores

Por domingo 29 de agosto de 2010 Sin Comentarios

Por Adrián García Cortés*

La polémica es milenaria, con sus altas y sus bajas según la evolución de los pueblos. No es ninguna novedad que en México, principalmente en el Distrito Federal (8 millones de habitantes) haya quienes de manera coyuntural, más por motivos políticos que sociales, trajeran el tema a la controversia pública. De origen plantean un problema contra natura, que divide el ser y el sentir de la mayoría de los seres humanos, porque tiene por sustento la búsqueda del placer, sin que nadie se atreva a regularlo como ahora se pretende modificando leyes y reglamentos.

Lo tangible, y del que no podemos desprendernos, es que durante miles de años la porción occidental de la tierra se iden­tificó con una cultura occidental de tipo judeo-cristiana, en la que la familia ha constituido la base de la humanidad, con la unión del hombre y la mujer como principio y fin de ella.

La Constitución de la República, en su artículo 4° dice, “El varón y la mujer son iguales ante la ley. Ésta protegerá la or­ganización y el desarrollo de la familia”. La Constitución del Estado de Sinaloa en su artículo 13° refrenda: “El varón y la mujer son iguales ante la ley. La familia constituye la base fundamental de la sociedad”. Es decir, en el régimen jurídico con que el Estado gobierna al país, la familia está protegida en su organización y desarrollo. La familia, sí, integrada por un padre, una madre y los hijos. No tiene vuelta de hoja.

Puro exhibicionismo detrás de los matrimonio de gays

Pero en la polémica suscitada este año del 2010, por un afán político de propiciar electores afectos a las aberraciones anti natura, la familia y el matrimonio que la sustenta, parecen re­mitirse al atolladero de una disputa sin fin y, lo que es peor, sin necesidad, más que la razón torcida de grupos de poder cuya presencia social es de carácter exhibicionista y anarquista.

Analizada la cuestión desde una perspectiva de los hechos que están en el comentario público, puede resumirse lo si­guiente:

–Durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se intentó la Ley de Sociedades de Convivencia, pero no fue sino hasta marzo de 2007 que esta nueva figura legal fue aprobada. En diciembre de 2009, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal legitimó las bodas entre personas del mismo sexo, con posibilidades de adopción.

En la Grecia clásica la pederastia era normal

–Nada nuevo en el horizonte. En la Grecia actual el matrimo­nio entre personas del mismo sexo no es legal, si bien algu­nos años atrás se ha intentado legalizar la unión civil pese a la oposición de la iglesia ortodoxa, predominante en el país. Sin embargo el alcalde de Tilos (una isla del Dodecaneso), en­contró un vacío legal que le permitía realizar estas uniones de acuerdo con una ley promulgada en 1982, según la cual el matrimonio se realiza entre dos personas y no explícitamente entre un hombre y una mujer. Pero más cauto que los chilan­gos, los matrimonios se efectúan a una hora en que nadie se escandaliza, es decir a las siete de la mañana.
–En virtud de las airadas repercusiones que produjo esta modificación al Código Civil, autoridades federales y del go­bierno del Distrito Federal acudieron a la Suprema Corte de Justicia para una definición legal de dicho procedimiento. La Corte dictaminó que no estando prevista una situación como la que se le planteaba, que no había violación de la Constitu­ción y que, por lo tanto, lo decidido por gobierno y legislatura del Distrito Federal, no era inconstitucional.
–Aunque muy discutido el dictamen, todo los recursos pu­blicitarios del gobierno distrital, dieron por hecho “el aval” de la Corte para esta nueva figura jurídico-social. Y como tal, la propia Corte todavía “avaló” que ésta fuese acatada por to­dos los estados; y no sólo ello, tiempo después la misma cor­poración de justicia autorizó el derecho de los homosexuales a la adopción de hijos.

Matrimonio sin hombre ni mujer, es una humorada

–Las reacciones más violentas procedieron de la alta jerar­quía eclesiástica, con epítetos que la autoridad capitalina tomó como insultos porque insinuaban que los ministros ha­bían sido “maiceados” A partir de ese momento, la disputa se convirtió en un asunto de tipo penal.

El gran error de quienes cultivan y protegen la homose­xualidad (mismo sexo) es querer equiparar el matrimonio entre hombre y mujer, con una nueva figura legal del mismo nombre, cuyos fines y objetivos son otros. Esto a título de establecer una igualdad y estatus social que, dicen, ha sido discriminado, vilipendiado y sometido a aislamientos de sar­casmo que en un estado laico moderno no deben existir.

Aquí habría que recordar a los promotores y actores de tal fervor, que antes de tomar decisiones de este tipo, por lo menos lean el diccionario que resume el habla y define los vo­cablos con que todos nos comunicamos. Y es allí donde está consignado que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, y no de hombre con hombre, ni mujer con mujer.

Nada nuevo bajo el sol; homosexo es milenario

Un breve recorrido histórico de la homosexualidad nos pone al tanto de que el problema legal traído al presente por la izquier­da mexicana en el poder, no es un asunto de modernidad, de laicidad, de ideología, sino de carácter emocional, cromosómi­co, hormonal y, en el mejor de los casos, de circunstancias en las que la humanidad tiene que adaptarse o asimilarse a situa­ciones de placer, belleza, creatividad, que invaden la estructura orgánica del individuo para realizar sus objetivos de vida.

Más de dos milenios atrás, Herodoto, por ejemplo, nos heredó el mito de las amazonas –mujeres guerreras, buenas jinetas y mejores flechadoras–, donde la comunidad femenina dominada y los hombres sólo eran utilizados como fertilizadores de sus vientres. Mujeres que, por exigencias de su propio oficio bélico, se cercenaban el seno derecho para mejor operar el arco. Su nombre deviene de este hecho: a mazos, sin seno. Pero no obstante su cerrada comunidad amazónica, sí acudían, de tiempo en tiempo a los hombres para darle curso a la prolongación de la vida humana. Homero, a su vez, en La Ilíada nos rebeló los amores entre Aquiles y Patroclo, dándole al primero el carácter dominante, no obstante que el segundo era mayor de edad.

En la antigua Grecia la sociedad se caracterizaba por estar totalmente militarizada. Así, las mujeres eran las que engen­draban hijos, pero estos les eran arrebatados a edades muy tempranas (sólo a los varones) y pasaban a formar parte de una sociedad de hombres con preparación militar. La au­sencia de mujeres en sus vidas daba como resultado el que la homosexualidad fuera una práctica común y además bien aceptada por la sociedad.

De Safo no viene Lesbos: de Lesbos las lesbianas

Pero lo más extendido era la relación homosexual entre hom­bres adultos y chicos adolescentes, conocida como pederastia. No se estudiaban y poco se conocían las relaciones entre muje­res hasta que Safo de Lesbos en sus versos describió ese tipo de relaciones, de donde nos viene el adjetivo de lesbianas.

Lo cierto es que, lejos de suponer discriminaciones o aisla­miento, reproche social, siempre la homosexualidad se consi­deró o bien una enfermedad o reflejo de una descomposición hormonal, fue y ha sido la conducta en el medio social lo que más se ha rechazado. Porque la homosexualidad, por donde quiera que se la vea, aunque ahora se hable de preferencias sexuales, es y ha sido un acto de la intimidad del individuo, y como tal ha de considerarse. La búsqueda del placer, o el derecho al placer como algunos creen que también debe ser regulado por la ley, o sea el Estado, es tan variable e infinita, que nadie que ame el placer sexual, nunca podrá decir que es igual al de otro Por lo que, de la intimidad debe ser y ha de respetarse, en lo que nadie que tenga vida puede evitar.

Lo que ha ocurrido con el transcurrir de los siglos, es que algunos grupos de homosexuales se empeñan en defender sus desviaciones exhibiéndose, convirtiendo el acto del pla­cer o una muestra de sus potencias o debilidades, o, en la ma­yoría de los casos, en una mercancía del amor como sucede en nuestros días.

Homosexuales eran grandes personajes de la Historia

Homosexuales creativos han ganado notoriedad innovando o destacando acciones públicas para la memoria histórica. Se les ha admitido, se les ha consentido, se les ha admirado y, por supuesto ubicados en la galería de los maestros por sus valiosas aportaciones a la humanidad. Y entre ellos ha habido guerreros, filósofos, historiadores, literatos, educadores y de todo tipo de artes cuya dedicación ha sido absoluta.

Recordemos, en la misma Grecia antigua, a Alejandro el Grande, que tuvo amores con Hefestion; a Aquiles el de Troya al que siempre aunaron con Patroclo. A los filósofos que nos marcaron la visión del porvenir, como Sócrates y Eurípides. En Roma pasó lo mismo. Y mucho más atrás, con Sodoma y Gomorra que la Biblia sataniza.

En tiempos más recientes, por ejemplo, siglo XVI, la Iglesia Católica tuvo que hacer la gran reforma estableciendo el celibato como voto a perpetuidad porque lo que ocurría entonces, aparte de la comercialización de las indulgencias, suscitó la dispersión de las sectas que Lutero emprendió.

Y qué decir de nuestros poetas y músicos del alma

En nuestros días, Inglaterra recuerda con unción a Oscar Wilde, que en su momento lo condenaron durante más de 2 años a tra­bajos forzados; España a Federico García Lorca asesinado por las fuerzas franquistas en 1936; en Rusia a Tchaikovky el gran señor del ballet; en Francia y Polonia, los amores extraños de George Sand, novelista, y Federico Chopin, músico. En México, Jaime Torres Bodet, educador; Salvador Novo, escritor.

Lo más destacado de esta polémica es que, las partes en conflicto, todas concurren a defenestar el tema hacia la ven­detta pública, porque ninguna ha contribuido a tratarlo con la propiedad con que deben desglosarse las intimidades huma­nas; y lejos de ello, sí están forzando a generar una clase, aho­ra sí, de deyecciones escatológicas que nadie, por tolerante que sea, podrá soportar.

1° Los homosexuales no tienen ni han tenido necesidad de que una ordenación jurídica les legalice lo que en la intimidad realizan. Todo lo relacionado con el placer físico o hedonista es parte de la naturaleza humana como una organización hormo­nal que se diferencia de individuo a individuo. Sacarlo a la luz pública como motivación social, no conduce a estabilidad algu­na. Formas hay, como se puede comprender por el transcurrir histórico, para convivir sin lesionar a los demás. Porque si de tolerancia hemos de hablar, esta tendencia lo único que logra es la intolerancia, dado que obliga a los semejantes a seguir en su prácticas como si fuese el único camino para el placer.

Legisladores que no leen el diccionario del habla

2° Los legisladores, como ha sido costumbre en México, dic­tan leyes a veces sin conocer el tema. En este caso ¿qué necesidad había de eliminar al hombre y la mujer en el código civil, para universalizar lo que una minoría se ha propuesto? Es más, llamarle a las uniones homosexuales como si fueran un matrimonio, pareciera más una agre­sión a la institución de la familia que por milenios ha sido el fundamento de la organización social. Tales legislado­res debieron empezar por convocar a las academias de la Lengua Española para que en todos sus léxicos eliminen al hombre y la mujer del matrimonio. Hubiera bastado que crearan la figura de una asociación de conveniencia, como en efecto lo es, para otorgarles derechos, como ocurre con muchas formas de asociación que el Código Civil contiene.

La Suprema Corte de Justicia hace política no justicia

3° Los magistrados de la Corte en un lenguaje equívoco, lejos de crear confianza y seguridad jurídica, suscitan la contro­versia invadiendo funciones que no les corresponden. En el caso, si la Constitución de la República era omisa, suficien­te hubiera sido que dictaminara sólo que no había elemen­tos para declarar el hecho inconstitucional; pero al mismo tiempo, cuidar de que la seguridad jurídica de la familia no fuese lesionada. No sólo eso, sino que también exigió que la nueva figura de pareja de conveniencia fuese admitida en todos los gobierno estatales como algo obligatorio, in­vadiendo al legislativo en su tarea de dictar leyes. La Corte aquí dejó de lado su misión de Justicia para convertirse en un instrumento político de intereses no muy claros.

4° Los jerarcas de la Iglesia, en un lenguaje inusual, la empren­dieron contra las autoridades del Distrito Federal y de la Corte añadiendo, como quien dice, más leña a la lumbre, cuando debieron analizar el problema junto con los que más saben del tema, y no creer que con palabras altisonan­tes podrían influir para reducir las propuestas aberrantes de una clase política que padece estrabismo. Fueran impactan­tes las palabras del Cardenal Sandoval si la Iglesia mexicana no padeciera, también, problemas de pederastia que con la mayor discreción ha tratado de resolver.

5° Por su parte, los médicos, psicólogos, psiquiatras sociólogos, educadores que más han estudiado este tema, también han callado. Porque no se les invitó a opinar, no opinan; porque no se les tomó en cuenta, no cuentan. Sus argumentos, más que los tradicionales, hubieran sido muy valiosos a los legisladores del brazo largo que cualquier orden de partido o aspirante a la Presidencia de la República.

Como corolario de todo lo anterior, lo único que nos queda es reproducir un correo reciente de José Carlos Arean, cape­llán en Celta, Vigo, España:

“La palabra matrimonio procede de dos palabras roma­nas: “matris” y “munio”. La primera significa “madre”, la se­gunda “defensa”. El matrimonio es la defensa, el amparo, la protección de la mujer que es madre, el mayor y más sublime oficio humano”.

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