Por Mario Arturo Ramos*
La música que marcó el siglo XX, es el Rock & Roll, género que escapó de la galaxia del sonido y se convirtió en un movimiento estético-social que se distinguió por su destino masivo y, en el mejor de los casos por ser una manifestación artística considerada rebelde (una vertiente actual conserva estos atributos). Sus primeros pasos se remontan a 1953 y se señala al locutor Alan Fred como su padre, ya que el locutor en su programa de radio bautizó a una síntesis del rhytm & blues, forma musical que pertenecía a la comunidad de color junto al sabor rural del country norteamericano como rock & roll.
También los especialistas coinciden en que Bill Halley and the Comets, grabaron ese mismo año en acetato: “Hombre loco” (Crazy man crazy), obra musical a la que se considera una de las pioneras. A la agrupación liderada por el músico nacido en Highland Park, Michigan E. U. en 1927, se debe la explosión radiofónica del Rock y en consecuencia su penetración en el gusto popular con “Rock around the clock” (Al compás del reloj), obra que duró en la cima del “hit parade” norteamericano más de 5 meses; en el Reino Unido la canción vendió una cifra aproximada de un millón quinientas mil copias y otra considerable cantidad en el resto del mundo.
El mexicano
La industria discográfica nacional no podía sustraerse a la moda rockera, José Agustín escribe sobre el principio: “El rocanrol” (que después sería simplemente “rock” en México) pasó también a México y desde 1955 marcó hasta lo más profundo a muchos jóvenes. Esto no significaba nada más un fenómeno dócil mimetismo, sino que constituía la manifestación de condiciones anímicas equivalentes en muchos jóvenes citadinos y de clase media. Aquí también urgía una liberación emocional, pues esto fue en un principio el rocanrol. Musicalmente en un principio el rocanrol en México fue hecho por adultos. En 1956 apareció el disco nacional: “Mexican and rock and roll” interpretada por el “Millonario” Pablo Beltrán Ruiz, nombre artístico de Pablo Rosas Rodríguez, músico, director de orquesta, originario de Los Mochis, Sinaloa, población donde nació en 1915, la obra se cataloga como el primer rock de la industria disquera mexicana. La orquesta conjuntada por Pablo contaba en sus filas con los sinaloenses, Mario Patrón Ibarra y Héctor Hallal “El Árabe”, figuras imprescindibles de la música mexicana. Por ese entonces Beltrán Ruiz contaba con fama de compositor por el tema “Quien será”, compuesta con colaboración del yucateco Luis Demetrio, el bolero/mambo/rumba fue generosamente recibido por el público nacional e internacional, en las voces de Pedro Infante, Los Panchos, Dean Martin (sub-título Sway) etc., el mochiteco que había estudiado música con el maestro José Vázquez, estrenó “Yo soy tu pasado” de su autoría logrando aplausos.
Las orquestas
Las orquestas para el baile del país tienen una histórica tradición que se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII, con la aparición de la Orquesta del Coliseo de la ciudad de México, que fue elemento vital para las presentaciones de las óperas europeas en la capital del virreinato; la etapa de la Independencia la vio languidecer, sin embargo otros músicos se dieron a la tarea de formar nuevas y buscaron otros públicos en los salones de baile y celebraciones de la clase pudiente de aquella época. Manuel Delgado, José Mariano Elizaga, Manuel García, Agustín Caballero, etc. fueron destacados directores/organizadores que sentaron las bases para el desarrollo de las orquestas mexicanas. La siguiente centuria consolidó estas agrupaciones, que en el XX dominaron la mayoría de escenarios interpretando toda clase de ritmos y géneros bailables. En los cincuentas no se justificaba una reunión de bailadores que no contara con discos o con la presencia de una orquesta, había de todos tipos y tamaños, continuando el camino de éxito de las “grandes bandas” al estilo Glen Miller. Bajo esta modalidad una de las solicitadas era la de Pablo Beltrán Ruiz, por lo tanto sonó lógico que fuera el mochiteco el elegido para dar vida a la producción discográfica que lanzara al estrellato al rock mexicano.
José Agustín continua narrando sobre aquellos tiempos rocanroleros: “El rock era una válvula de escape en aquellos días. Ni remotamente representaba un vehículo de una concepción de la vida, como ocurrió diez años después; en todo caso daba constancia de formas de vida juvenil: la escuela, los ligues, las broncas con los papas, gustos, diversión y mucha energía. Los jóvenes tampoco eran desenfrenados, como se les acusaba, aunque algunas pandillas juveniles, que aparecieron en aquella época entre la clase media, si llegaron a cometer diversos desmanes, usualmente propiciados por la represión moral, como ocurrió durante la presentación de la película El rey criollo, de Elvis Presley, en el cine Las Américas, más bien se rebelaban ante la rigidez y la intolerancia, ante la vaciedad de las propuestas de la sociedad, cuyas metas visibles consistían en el culto al dinero, al estatus, al ”éxito social” y el poder.”(Cualquier parecido con los tiempos actuales es solo un rocanrol).
El final
Los últimos acordes de su existencia fueron difíciles, los grupos desplazaron a su agrupación que ya no fue solicitada para los bailongos, el olvido empezó a caer sobre su edad que implacable agotó sus movimientos; sus manos dejaron de recorrer el teclado del piano, instrumento que lo acompañó en las buenas y malas. Para esperar el final buscó refugio en Ensenada B.C. igual que aquellos momentos juveniles que lo llevaron a la Península buscando aires promisorios; cuando recuperaba la memoria hablaba de su participación en el cine hollywoodense donde filmó al lado de Dámaso Pérez Prado y Betty Grable el filme: “Cita en México”. En la postrera etapa las sombras de su mente dejaban espacio de vez en cuando para que tarareara sus canciones: “Nada me importa el mundo”, “Injusticia”, “Somos diferentes”, “Nuestros besos”, “Contarás conmigo”, “Polvo en la luna”, “Bailando rock”, “Mueve el alma” y otras obras de su repertorio que sumó más de 100 canciones. El 2008, cuenta su biografía, el “Millonario musical” de Los Mochis, Pablo Beltrán Ruiz, abandonó para siempre a sus fieles “fans” que en su honor cantaron: “¿Quien será? La que me quiera a mi/ ¿Quien será?… homenaje a uno de los grandes de la música bailable e iniciador del rock mexicano.
1.-Tragicomedia Mexicana No I, José Agustín, Editorial Planeta 1990.