Por Juan Cervera Sanchís*
Por primera vez en la historia de la muy noble, bella, limpia y leal ciudad de México, los manifestantes, que llenaban por completo el espléndido Paseo de la Reforma, lo hacían entre espesas columnas de humo y gritando a todo pulmón: “¡¡¡Fu, fu, fu, fu, fu fá!!!
A lo que añadían perfectamente orquestados: “¡¡¡Primero no comer que dejar de fumar!!!”
Verdaderamente era impresionante y espectacular ver aquella singular y única manifestación, de no acarreados, conformada por mujeres y hombres de todos los partidos políticos y todas las clases sociales, sin excepción, unidos estrechamente por el mismo y unificador propósito: la defensa de los fumadores.
Los fumadores, unidos por su devoción al tabaco, mostraban la unidad de las unidades por una causa común. Se oían frases como éstas: “Fumemos hasta la Santa Muerte” y “Los fumadores unidos jamás serán vencidos”.
En aquella apoteótica manifestación no hace falta decir que se daban cita panistas, priistas y perredistas, católicos, protestantes, ateos y creyentes, seguidores del América y fanáticos de Las Chivas.
Se confirmaba así que el vicio une mucho más que la virtud y quedaba patentizado en aquella manifestación; que se convertía en la gran noticia del momento en internet, las televisoras, las emisoras de radio, periódicos y revistas.
México se convertía en el primer país donde se hacía una manifestación multitudinaria en defensa de los fumadores.
Lo extraordinario de aquella protesta se derivó de sus consecuencias. Días después, imitando a los fumadores mexicanos, se desataron manifestaciones similares en todas las grandes ciudades del mundo.
Primero fue en París y de inmediato continuaron en Londres, en Berlín, en Roma, en Madrid, en Lisboa… y, luego, en América, desde Nueva York a Buenos Aires.
La ciudad de México pasó, con toda legitimidad, a la historia, como líder defensora del tabaquismo, por aquella manifestación que los historiadores denominaron “Grito en el Humo”.