Estatal

La Revolución de Independencia en Sinaloa

Por domingo 18 de julio de 2010 Sin Comentarios

Por Gilberto J. López Alanís*

Durante muchos años fue lugar común en publicaciones, coloquios, congresos, cursos escolares y conferencias, la reiterada afirmación de que en las provincias de Sonora y Sinaloa no pasó casi nada en la Revolución de Independencia.

Hoy sabemos un poco más, cuando menos ya no circunscribimos este pasaje de nuestra formación regional, solamente a las batallas de El Rosario y San Ignacio con la decidida participación de José María González Hermosillo, Pedro de Villaescusa y Alejo García Conde, en 1810 y 1811 respectivamente.

La visión es amplia, ya se atiende a la perspectiva de las Provincias Internas, del Virreinato de la Nueva España, del Imperio Español y del contexto de las luchas trasatlánticas.

Nos interesa, el conflicto entre los monarcas Carlos IV y Fernando VII movidos por sus ambiciones o amenazas de una invasión inglesa en la que supuestamente Napoleón Bonaparte entraría en su defensa, para después obligarlos a renunciar, o sea abdicar a sus derechos reales, para ceder la Corona a José Bonaparte y al unísono adoptar obligadamente el Estatuto de Bayona, como un contrato de gobierno liberal, donde se plasman las ideas de una constitución, en el cual las Provincias de Sonora y Sinaloa ya tenían un lugar en las cortes; así en cierto momento a partir de 1808 fuimos subditos de los intereses franceses.

Abdicar fue renunciar al exclusivo favor de la Soberanía del Altísimo, dignidad heredada de forma ancestral por los regímenes monárquicos, por consiguiente en la argumentación del teólogo jesuita y español Francisco Suárez ante la ausencia de los soberanos reales, el paso siguiente sería el de atraer la Soberanía Popular, para suplir al monarca y más aún si el monarca se convirtiera en tirano derribarlo o incluso eliminarlo físicamente.

A estos y otros argumentos de más raigambre histórica, se adhirió el Síndico de la ciudad de México Francisco Primo Verdad y Ramos en 1808 y en ello perdió la vida, manifestándose así las conspiraciones de Guanajuato y Querétaro y muchas más que encontraron clímax expresivo el 16 de septiembre de 1810 con Miguel Hidalgo y Costilla a la cabeza. De esa raigambre ideológica es la designación de José María González Hermosillo como organizador de los levantamientos de las provincias de Sonora y Sinaloa; abruptamente quedamos insertos en una modernidad que en Europa y en América llevaba tiempo manifestándose a partir de la Independencia de las colonias americanas y de la Revolución Francesa.

Por consecuencia a Sinaloa llegó la libertad de imprenta en las páginas de El Despertador Americano, editado en Guadalajara, como abrevadero en los círculos de lectura en los cuales participó Pablo de Villavicencio, alimentados también por los textos de propaganda independentista manufacturados en la imprenta de los sinaloenses Fructo Romero y Petra Manjarrez a los cuales se les siguió proceso criminal en 1811.

Los cuatro meses de actividad insurgente de Hidalgo fueron definitivos para el quiebre del imperio español en la Nueva España, sus controvertidos seguidores y opositores jamás pudieron negar la luz que iluminó los futuros designios.

Después de las confrontaciones de El Rosario y San Ignacio, la lucha ideológica en la Provincia de Sonora y Sinaloa se hizo soterrada y abierta. La efímera monarquía del Imperio Iturbidista, deslumbró a los ricos comerciantes y la alta jerarquía eclesiástica; se creyeron y sintieron aristócratas, más la realidad de un ideario y práctica política que aspiraba a ser republicana, golpeó la faz de aquel sueño.

La conversión de Ejercito Realista en Trigarante obligó al Tedeum de la Jura Constitucional de Culiacán y El Rosario en 1821, ahí por necesidad protocolaria participó la curia jurando una Independencia de la cual no estaban muy convencidos, que les permitió sobrevivir bajo el imperio de la religión única, la católica.

Con la irrupción de la República y su Constitución, las relaciones políticas ya no fueron las mismas, se habían sentado las bases para la formación de una clase política regional que aspiraba al contrato social de las constituciones y su división de poderes.

En contrapunto, desde Culiacán el Obispo de Sonora y Sinaloa Fray Bernardo del Espíritu Santo con su pastoral de la Soberanía del Altísimo combatió con elegantes y fundadas razones, los ataques de Pablo de Villavicencio y Joaquín Fernández de Lizardi, defendiendo a nivel nacional sus demeritados fueros y privilegios, llegando hasta la confrontación con Guadalupe Victoria, Presidente de la República y las autoridades regionales.

En esa violencia verbal y política, aunado a la militancia en el ideario liberal de carácter masónico y mexicano, nació el venturoso ensayo político del Estado de Occidente que obligó al intensivo curso de Derecho Constitucional asumido localmente, para dar paso al Estado Libre y Soberano de Sinaloa en 1831, según lo ejemplificó Héctor R. Olea en “Sinaloa a través de sus Constituciones”.

Esta apretada interpretación es posible por el reiterado y preciso recurso de usar las fuentes impresas y manuscritas existentes en archivos parroquiales, municipales, nacionales; los de carácter privado y los electrónicos, los cuales nos permitirán nuevas miradas de nuestra historia.

Sintetizo; la concepción de un Estado Libre y Soberano de Sinaloa en el año de 1831, es el resultado de la Revolución de Independencia y la dinámica política de esas dos décadas es digna de resaltarse.

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