Miguel Hidalgo y Costilla tenía algo de Juan Charrasqueado y algo de Gabino Barrera: como personaje de los dos famosos corridos, fue borracho, parrandero y jugador, y dejaba mujeres con hijos por donde quiera. En ese sentido, poco o nada tiene que ver con el reverenciado “padre de la patria”, ese anciano calvo de rostro bonachón y mirada apacible que vemos en sus retratos más difundidos. Quizá habría que hacerle más caso a su compañero de causa, Ignacio Allende, cuando lo describía como un “cura cabrón”.
Los rasgos de la personalidad de Hidalgo descritos con anterioridad están plenamente documentados por los historiadores, pero no contradicen ni demeritan sus virtudes: era un hombre de ideas, inteligente, astuto, sensible, culto, un humanista fuertemente influenciado por la Ilustración francesa. Hablaba seis idiomas, tocaba el violín, traducía a Molliere y le gustaba montar obras teatrales tanto como ir a los toros. Sabía escuchar y como interlocutor su verbo era ingenioso y elocuente.
¿Cuál de los dos es el auténtico Hidalgo? Los dos son verdaderos y complementarios. Las abundantes investigaciones sobre el personaje y la pluralidad de las interpretaciones, han logrado humanizarlo y en esa medida bajarlo del altar inmaculado en que hasta hace relativamente poco lo tenía la historia oficial.
El Bicentenario de la Independencia es buena ocasión para volver los ojos a la vida y obra del cura de Dolores Hidalgo, pero no a la del héroe de bronce, sino a la del ser humano con una existencia compleja, contradictoria, valiente, intensa. Para ello resultan ampliamente recomendables dos obras publicadas a fines de 2009 que superan el estatus de novedad editorial para mantenerse como referencias importantes en el tema : Hidalgo. Entre la virtud y el vicio, novela histórica de Eugenio Aguirre publicada por Editorial Planeta, y Miguel Hidalgo y Costilla. Documentos de su vida 1750-1813, compilación y edición en cuatro volúmenes realizada por Felipe I. Echenique March y Alberto Cue García.
Eugenio Aguirre se vale de las herramientas y la libertad de la ficción literaria para recrear a un Hidalgo con sus vicios y virtudes, en su más prosaica terrenalidad, pero también con sus afanes libertarios y sus responsabilidades espirituales, con su generosidad y absoluto compromiso con las causas en que creía; el hombre que sabía de teoría política, que estaba al día en las ideas filosóficas de vanguardia, el creador de una serie de pequeñas industrias que aún hoy perviven, como la de la cerámica. Y, por supuesto, detalla los aspectos que antecedieron y sucedieron al levantamiento del 15 de septiembre de 1810.
Miguel Hidalgo y Costilla. Documentos de su vida 1750- 1813, publicado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, es también una aproximación exhaustiva al héroe insurgente pero desde la academia. Dirigido a todo público, evidentemente resulta de mayor interés para los especialistas dado que reúne, por primera vez, todo el corpus documental que hasta ahora se conoce sobre Hidalgo. De esa manera se llena un vacío que, de acuerdo con los autores, se había mantenido durante casi dos siglos, “a pesar de los esfuerzos de infatigables estudiosos para acercar al pueblo y a los estudiosos del extranjero los más representativos documentos de la vida de Don Miguel Hidalgo y Costilla”.
El primero de los cuatro volúmenes que conforman la obra cubre el periodo que va de 1750 a 1799; el segundo, de 1800 a 1809; el tercero, abarca el año crucial de 1810; y el cuarto va de 1811 a 1813.
Presentada en orden cronológico, la documentación registra aspectos de la familia de Hidalgo y de su niñez, su vida como estudiante y académico, los cargos que ocupó, hasta sus últimos días en manos del ejército realista.
Igual que Eugenio Aguirre en su novela, los compiladores de Miguel Hidalgo y Costilla. Documentos de su vida 1750-1813, tratan de revelar una historia “que se aleje de las visiones románticas que intentaban llenar los huecos causados por el desconocimiento de los avatares de una vida”; de aproximarse con mayor detalle a los diverso, complejo y hasta contradictorio que fue la vida de un hombre al que “no le alcanzó la vida para saber que había herido de muerte al virreinato”.
Hay que recordar que Hidalgo no es sólo una estación del metro.