Por Mario Arturo Ramos*
En mis constantes viajes a lo largo y ancho de la geografía del país, la eterna discusión sobre la utilidad de la lectura se encuentra presente en tertulias y, reuniones donde me integro a los polemistas. En una de las puntas de la madeja, se ubican los que arguyen lo poco utilitario económicamente que representa la acción de leer; esgrimen como elementos de juicio, el impacto masivo de las nuevas tecnologías audiovisuales (que a juicio de muchos comunicadores) simplifican de manera oral y con rapidez la cantidad de información que demandan las nuevas generaciones. Plantean con vehemencia el poco interés de la educación para despertar en los alumnos el placer de participar en la obra literaria; creo y lo manifiesto que de esta manera coadyuvan al retraso del cultivo de la inteligencia del ser humano. Debo comentarles que de forma lamentable en ese lado militan algunos afectos que me son cercanos.
Cuando escucho los argumentos de los que consideran a la lectura actividad– casi casi– en desuso, afirmando con autoridad que no leen periódicos para no enterarse de cosas negativas, que los libros son costosos aburridos e incómodos; es entonces que a velocidad novelesca me llegan al recuerdo escenas de una película de ficción de los 70s:”Soylent Greene” que se exhibió en México con el título de “Cuando el destino nos alcance”. Sus dos principales protagonistas, el policía (Charlton Heston) y el viejo lector (Edward G Robinson) son parte activa en un futuro que transcurre dominado por la comercialización, el control de las necesidades de alimento, el crimen corporativo, valores que hacen “buenas ganancias”. Regresa a mi memoria –debe ser porque navego en la otra punta– el personaje que interpreta Robinson, integrante de un grupo de ancianos que conservan la disciplina de leer y, que tienen como punto de unión, la avidez por la información y la sed de conocimientos, son los pocos analistas que quedan en el reino de la tecnología de la comunicación. El viejo lector, que coopera en la solución de un caso policiaco –investigado por Heston–, descubre el origen de la galleta verde– manjar futurista– que tiene como ingrediente principal los cadáveres de los ciudadanos considerados improductivos, rebeldes obstáculos, que entorpecen el destino de las megalópolis planeados por los ejecutivos de las empresas.
Con las imágenes a flor de piel, señalo que la lectura permite al personaje que interpreta Edward, recuperar la dignidad y morir con la mirada en alto, esa que tienen los que al final saben leer; el epilogo de la obra es la eliminación del agente policiaco por compartir las verdades de la hemeroteca y biblioteca. Ya encarrerado, cito al escritor Sandro Cohen que escribe en:,” Lectura, salud, esperanza y vida” …casi todo el mundo concuerda por lo menos en teoría, en que la lectura es positiva para cada individuo que lee y para la sociedad en general. Las razones para hacer tal aseveración son muchas, pero investigadores coordinados por el doctor David W. Baker de la Feinberg School of Medicine de la Northwestern University, descubrieron que hay una clarísima relación entre habilidades de lectura y esperanza de vida. Los investigadores basaron su veredicto en un escrutinio de 3260 pacientes de Medicare. Resumiendo el estudio era más probable–que dentro de un lapso definido–murieran quienes tenían habilidades de lectura deficiente, que aquellos que leen de manera aceptable, aun cuando tomasen en consideración cuestiones como nivel educativo y otros factores sociales”. Termino la tesis con un lugar común para ejemplificar el trabajo de Cohen: si los farmacéuticos o boticarios no leen las recetas, ¿quien suministrara las medicinas necesarias para combatir las enfermedades? Cuento a los que me escuchan, que ser lector tiene diferentes rangos, que el primero es estar informado, aprender, saber lo que sucede en nuestro mundo– a pesar de la constante manipulación de la información– y el siguiente escalón es la comprensión y clasificación de la información, este método nos permite conocer los detalles de la expresión literaria que se plasma en una noticia, texto, libro, etc. o cualquier soporte que use el lenguaje como puente entre lector–texto–autor(a).
En mi oficio de escritor estoy consciente que una labor implícita a mi actividad es la búsqueda de lectores, ellos son causa y objetivo de las letras que plasmo, por ello parafraseando al poeta norteamericano Walt Whitman, cada que veo publicado mi trabajo digo: “Esto que tienes entre tus manos, lector, no es un libro es un hombre.”. Desde luego acepto que la importancia de la acción de leer no significa minimizar los avances tecnológicos– internet etc., que en el siglo XXI han irrumpido de manera formidable en la colectividad. ¡No¡ creo que ambas posibilidades se complementan, a lo que me opongo es a que una anule a la otra como fuente de conocimiento y placer estético. Por eso cuando me despido de las tertulias donde se discute la utilidad y fin de la lectura, invito a sopesar la opinión del escritor Ítalo Calvino sobre el tema:”Pienso que la lectura no es comparable con ningún otro medio de aprendizaje y de comunicación, ya que la lectura tiene su ritmo propio, gobernado por la voluntad del lector; la lectura abre espacios de interrogación y de meditación y de examen critico, en suma, de libertad: la lectura es una relación con nosotros mismos y no únicamente con el libro,( periódico, revista, etc.) con nuestro medio anterior a través del mundo que nos abre.” Al decir adiós invito a seguidores y cuestionadores: Todos, a leer.