Por Francisco René Bojórquez Camacho*
El libro que hoy nos presenta el historiador guamuchilense, mocoritense y sinaloense, Gilberto López Alanís, “De la filantropía a la asistencia social”, constituye, sin lugar a dudas, un ejemplo claro de investigación de nuestras raíces con el requerido rigor metodológico de la ciencia.
Por una parte, me parece interesante la delimitación que realiza de su objeto de estudio, pues este aspecto constituye un momento de importancia que le va a imprimir un buen nivel de cohesión a sus resultados. Voy a tratar de adivinar la una de las interrogantes que se planteó Gilberto para iniciar este análisis; ¿en dónde se hunden las raíces históricas del rasgo “asistencial” que tanto caracteriza a los hombre y mujeres sinaloenses?
Las diferentes hipótesis emanadas de esa cuestión, condujo al maestro Gilberto por las brechas de la Historia de Sinaloa que tanto le apasiona. Allí se dio cuenta que la penetración española y jesuita constituyeron elementos que incidieron en que se empezara a gestar entre los habitantes de esta tierra, una acendrada cultura de dar cobijo y protección a las personas más desprotegidas que siempre han existido en nuestra región. Aunque hay que decir que los “naturales”, como le decían los iberos, eran poseedores de una tradición de auxilio de sus hermanos en desgracia; había en ese tiempo indiano una suerte de ayuda mutua, como los compadrazgos, misma que se fue catapultando con la aportación cultural que en esta materia nos trajeron los conquistadores.
La obra nos presenta datos sumamente interesantes acerca de la labor realizada por las agrupaciones edificadas por la Compañía de Jesús, las cuales han sido consideradas como las más humanas en cuanto al trato que les dispensaron a nuestros aborígenes. En esta época es importante mencionar nombre de personajes cuyo papel protagónico los hizo merecedores de un sitio en nuestra historia local; Martín Pérez el Apóstol de la caridad, el doctor Juan de Esteyneffer, entre otros.
Las revueltas independentistas no mermaron la labor de organismos de asistencia indígena; el texto nos ilustra como Fray Bernardo puso el dedo en la llaga cuando expresó, contrariando a la idea de “soberanía de la nación”, la frase de “soberanía del Altísimo”. En ese mismo periodo encontramos organizaciones femeniles que se hacían cargo de los heridos y huérfanos que produjo la Guerra de Independencia de 1810. Asimismo, las hambrunas, sequías, inundaciones y ciclones, dieron pie a que brotaran por todos lados ejemplos de filantropía, que fueron abundantes durante todos esos años del siglo; hospitales, juntas de beneficencia. Y en este sentido, aparecen los nombres del doctor Ponce de León, Luz Iriarte, obispo José de Jesús Iriarte, Martiniano Carvajal, entre muchos más.
Ha sido tan abundante la participación del sinaloense en las actividades de asistencia social y filantropía, que la misma evolución de la sociedad los ha llevado a plasmar iniciativas para el establecimiento formal de las diferentes instituciones de ayuda; Sociedad de Beneficencia del Rosario, Hospital del Carmen, Casa Hogar, y una extensa lista, cuyo fin primordial ha apuntado a mermar el sufrimiento anclado en la mendicidad de amplios sectores desfavorecidos de nuestro entorno.
Cuando este libro cayó en mis manos fue muy difícil que lo dejara sin que arribara al colofón (porque hasta esa parte me gusta analizar). Recuerdo que mi esposa me sirvió la cena y yo, sin ver lo que contenía en el plato, iba probando la cena a la vez que continuaba absorto con la atractiva ruta histórica que me tenía, por decirlo con una palabra que ya casi se extingue, “bien cebado”. Y es que el escrito no lo puedes dejar para leerlo más al rato; las imágenes que me ha despertado la lectura me han calado hasta lo más hondo; veamos si no es así; el caso de la peste bubónica que azotó el puerto de Mazatlán por allá en el lejano 1902. Ese terrible mal de enormes proporciones dadas las carencias de medicamentos y de conocimientos exactos de cómo atacarla, dio lugar a la aparición de una Junta de Caridad en donde participaron connotadas personalidades cuya actuación se acerca a la heroicidad. Cuando las páginas tocaron este momento histórico, pude ver al Doctor Martiniano Carvajal y el equipo de colaboradores organizando las brigadas para encalar y quemar casas afectadas, también, a cientos de personas con armas de diferente clase matando a las ratas para recibir como paga unos cuantos centavos, debido a que éstas eran consideradas como las portadoras potenciales de esa fatal enfermedad.
Creo que la lectura de esta obra debe de promoverse en las instituciones de enseñanza como un material histórico de mucho valor en estos momentos en que estamos perdiendo valores trascendentales que nos lleven al encuentro de una mirada a los sectores más vulnerables del estado de Sinaloa. En él, no solamente captará lo hechos del pasado, sino que el material bibliográfico que nos entrega Gilberto López Alanís, da cuenta del estado actual en que se encuentra las relaciones entre el Gobierno de Sinaloa, Congreso del Estado y las diferentes organizaciones de la sociedad civil, que se afanan día con día por abonar la buena semilla a esta tierra generosa, para que las aguas de los once ríos las apresure a germinar.