Por Redacción*
Cuando todavía no asimilábamos la muerte del premio nobel de literatura en 1998, el escritor lusitano José Saramago, la noticia que daba cuenta que Carlos Monsiváis, el más grande cronista mexicano en los últimos cuarenta años y uno de los intelectuales más críticos y populares de nuestro país había fallecido, recorría el mundo a través de todos los canales de comunicación.
El domingo pasado en el Palacio de Bellas Artes recibió un homenaje con la presencia de sus familiares y autoridades federales y de la ciudad a la que tanto amó y defendió, pero sobre todo ante la mirada atónita de amigos, activistas sociales, empresarios, artistas, periodistas y curiosos que despedían a uno de los escritores más reconocidos y queridos de México.
Carlos Fuentes dijo de él “un grandísimo escritor que renovó el género del ensayo en México. Lo sacó de modos un poco anticuados y le dio una vitalidad, una novedad, una capacidad de abarcar todos los temas de la vida de México, social, cultural, política, que lo convierte seguramente en el más importante ensayista moderno de México”
Alejados de sus gatos, sus restos permanecerán depositados en el Museo del Estanquillo de la Ciudad, pero su espíritu seguirá rondando sobre las calles de su ciudad y su voz y pensamiento continuarán presentes en la conciencia de nuestra sociedad, y si algún día es necesario, habrá que sacarlos y darles su paseo como ha sucedido con los héroes nacionales.