Es bien conocido que los inicios del poblamiento hispano de la zona del río Piaxtla está ligada al trabajo realizado por misioneros jesuitas. A ellos se debe en buena medida la pacificación de los indios serranos que habían participado en las rebeliones acaxee y tepehuana durante las primeras dos décadas del siglo XVII. Fueron además los encargados de realizar las fundaciones de los asentamientos misionales como San Ignacio, Ajoya, Santa Apolonia, Cavazán y San Agustín.
En estos pueblos fue reunida la población indígena que en el siglo anterior había vivido en su característico patrón de poblamiento extensivo a lo largo del río Piaxtla, desde las tierras altas hasta su desembocadura. Otro rasgo de este momento histórico fue la disminución de la población en el contexto de las enfermedades traídas por los españoles. Así, al disminuir los asentamientos y quedar despoblados amplios espacios en la zona entre los ríos Quelite (o de La Ramada) y Piaxtla surgió un nuevo modelo en el que la ganadería jugó un papel predominante.
En este contexto, la Hacienda de La Labor forma parte del mayor núcleo de poblamiento hispano de la antigua alcaldía de Copala. La mejor referencia relativa a la antigüedad en el caso de los asentamientos agropecuarios refiere a los títulos de las tierras y en este sentido las investigaciones nos remiten, justamente a la primera mitad del siglo XVII. De acuerdo a esta información, La Labor tuvo de origen un carácter agrícola, donde incluso de origen su buscó el cultivo de trigo, que era una constante pues los españoles buscaron en sus nuevos establecimientos reproducir los patrones de vida de sus lugares de origen. Sin embargo, los testimonios de la época presentados por su primer dueño, Baltazar González, vecino del pueblo de San Ignacio, ante Juan Fernández de Morales, teniente de gobernador, consignan cómo en unos cuantos años se dio la conversión, del cultivo de granos a la cría de ganado mayor. Así, vender las cosechas era un gran problema pues no había grandes centros poblacionales en sus cercanías, en tanto que vender el ganado era más fácil, pues los toros y becerros se desplazaban por sí mismos a los centros de consumo.
Otra característica de la hacienda en sus orígenes es que se trató de un asentamiento compuesto por diversos predios. De hecho La Labor no fue el primer asentamiento hispano del entorno, sin embargo desde su aparición sus dueños fueron concentrando grandes cantidades de tierra. La labor fue al finalizar el siglo XVII y durante el XVIII el centro de una constelación de haciendas y ranchos ganaderos entre las que tenemos La Ramada, Las Campanillas, Cocoyole, Tolimán, Tacuitapa, Lo de Zamora, Charco, Palmarito y Tlacote. Cercano a ellas si bien a una distancia notable había otros núcleos independientes, como Piaxtla y El Potrero, también del siglo XVII.
El propietario original fue Baltazar González al menos desde 1644, luego recayeron en sus hijos, encabezados por Diego de Zamora, quien vendió a su vez a Juan de Osuna en 1672. El último propietario del siglo XVII fue don Juan de Loayza quien pudo consolidar su propiedad en las décadas posteriores e incorporarse al mercado de toros y novillos en el centro de la Nueva España.
Tras la salida de los jesuitas del Piaxtla en 1753 tomaron impulso otros centros de población española, además de los ranchos, las haciendas y los ex pueblos de misión. El principal fue la fue la villa de San Xavier de Cavazán que compitió en importancia con el pueblo de San Ignacio.
Se trata pues de los primeros años de la historia de la hacienda. Una historia que sobrepasa los 360 años de antigüedad y que ha sobrevivido hasta nuestros días como un asentamiento agropecuario del municipio de San Ignacio.