Después de un siglo y en el marco de las Conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia Nacional y el Centenario de la Revolución Mexicana, la imagen de Gabriel Leyva Solano, sigue viva y vibrante en el imaginario popular, su cruel sacrificio en manos de la policía rural del régimen del gobernador Diego Redo de la Vega sigue reclamando justicia.
El protomártir, presidente del Club Antirreleccionista “Domingo Rubí”, activista entusiasmado de la lucha que encabezó Francisco I. Madero, para encauzar las aspiraciones democráticas de Sinaloa contra el grupo de los “Científicos” en la sucesión gubernamental de 1909, denunció el 12 de agosto, la ruda interferencia de las fuerzas policíacas en las elecciones de ese año. Desde entonces se le tuvo en la mira.
Por ello, cuando en junio de 1910, Leyva Solano se rebela contra la tiranía de Redo, es señalado por el índice de fuego que ordenó su asesinato. El parte médico levantado por el Dr. Luis G. De la Torre, señala que el sacrificado recibió tres balazos, uno en el nacimiento de la nariz entre ceja y ceja, con trayectoria de arriba hacia abajo alojándose la bala en la medula espinal y otros dos más en el pecho, esto indicialmente puede considerarse como una ejecución.
Así que la versión de que se enfrentó a los rurales comandados por Ignacio Herrera y Cairo, no tiene sustento. Incluso en el telegrama cifrado que el gobernador Diego Redo le envió a el Capitán y Prefecto del Distrito de Sinaloa Antonio Barreda, claramente le deja ver que debe eliminarlo.
Esta esquela centenaria recoge el dolor y la valentía de Doña Anastasia Velásquez Vda. de Leyva, al denunciar un año después este proditorio asesinato de estado, reclamando justicia ante la Junta Militar que encabezó el Gral. Juan M. Banderas, motivo por lo cual se instaló la Comisión de Jurado, en el Congreso del Estado para dilucidar el caso, ya que en ese año de 1911, uno de los implicados el Lic. Ignacio M. Gastélum se desempeñaba como diputado local.
Redo estaba fuera del país, Herrera y Cairo preso; del Capitán Antonio Barreda no se sabía nada, sólo quedaba como figura pública el Lic. Ignacio M. Gastélum que asumió su defensa logrando ser absuelto.
Así que cuando en 1954 los restos de Gabriel Leyva Solano fueron depositados en la Rotonda de los Hombres Ilustres de Sinaloa, se cumplió el reclamo de doña Anastasia, que con las armas de la legalidad combatió por el honor de su esposo, convirtiéndose así, en una mujer revolucionaria, a la que casi no se le recuerda.