Tomado de la revista Letras de Sinaloa. Septiembre (septiembre 15 de 1950).
Por Celso N. Tirado Páez*
Era Mocorito en 1904, un foco de arte y de cultura en el Estado. Voz del Norte1, editada por el profesor José Sabás de la Mora, sostenía con tesón inquebrantable su credo porfirista, y daba gran importancia a las letras, pues en sus páginas aparecía entonces la brillante cosecha lírica del doctor Enrique González Martínez y don Sixto Osuna.
Su pasión política mantenida en la llama viva de un periodismo romántico, hizo a José Sabás de la Mora asumir muy graves responsabilidades en la contienda armada de 1911, habiendo sido prefecto de Cosalá en el instante álgido en que las huestes revolucionarias de Conrado Antuna, Claro G. Molina, Ramón F. Iturbe y Juan Banderas, hacían obligada escala en aquella ciudad para organizar sus columnas de tropas, que desde allí lanzaban contra la capital del Estado.
Sabás de la Mora se batió a tiros valientemente, y sólo se rindió cuando ya no tenía parque. Periodista viril en Voz del Norte y competente maestro de escuela, fue un bravo soldado que hubiera llevado con dignidad el águila dorada de general. El cabecilla Claro G. Molina celebró su hombría en un abrazo que le dio al hacerlo su prisionero.
Capitulada la plaza de Cosalá por José Sabás de la Mora, este quedó libre para tomar el camino que quisiera, y fiel a su partido, se puso nuevamente a las órdenes del gobernador Diego Redo para combatir al maderismo, muriendo en la ciudad de Culiacán el 11 de junio de 1911. Antes de ser acribillado a tiros de fusil, lo obligaron a cavar su propia tumba dentro de una casa abandonada, hasta donde llegó portando un salvoconducto de Iturbe para tratar en las trincheras del enemigo las condiciones de rendición que ponía el coronel Luis G. Molina a los jefes maderistas.
Nació el valiente director de Voz del Norte en Lagos de Moreno, Jalisco en el año de 1882, siendo sus padres don Antonio de la Mora y González Rubio y doña Mariana Hernández Siordia. Le sobrevive su hermana Esther Sabás de la Mora, distinguida poetisa de Tepic, nacida en el mismo barrio en que vivió Amado Nervo y esposa del caballero Fidel Inzunza. Muy joven contrajo matrimonio el periodista aludido con la inteligente señorita Eulalia Robledo. Desempeñaba la secretaría del gobierno de Cosalá, al lado del prefecto Sabás de la Mora, el poeta Alfredo Ibarra.
Voz del Norte nació el día primero de julio de 1902, imprimiéndose por algún tiempo en un taller de Culiacán, y al cumplir los tres años de existencia, aumentó su periodicidad a bisemanario, para ser diario poco antes del ocaso de su vida. Entre sus colaboradores figuraron el doctor Enrique González Martínez, Sixto Osuna, Antonio Echevarría, Adolfo Avilés, Manuel J. Esquer, el licenciado Luis Monzón, Miguel Moreno, Ricardo A. Campillo y Enrique Ávila.
Usó el editor de Voz del Norte el pseudónimo de José Toral, y en el comienzo de su carrera de periodista publicó sus obras Misterio de la inquisición y La política del Papa.
Doña Eulalia Robledo viuda de dicho escritor, siguió editando dos veces por semana el periódico de su esposo, hasta mediados de 1913.
José Sabás de la Mora fue un gallardo adalid de su causa, un impertérrito soldado y un poeta. Lo mismo que se significó escribiendo un editorial, una crónica científica o un comentario didáctico, también tuvo éxitos en su estro, como se verá enseguida:
De una juventud ardiente y apasionada por las canciones viriles, José Sabás de la Mora iba siempre de impulso en impulso por las rutas de su ideal, de su fe y de su amor…
1.- De buen formato, Voz del Norte bisemanario de información editado en Mocorito, región de la zona centro-norte de Sinaloa. Dirigido y editado por José Sabás de la Mora. Su primer número data del 4 de julio de 1903. Al morir Sabás de la Mora lo editó en segunda época su viuda, quien sacó el primer número con fecha 24 de febrero de 1912”. Tomado de: La prensa en Sinaloa durante el cañedismo 1877-1911 de Jorge Briones Franco, pág. 192.
Material proporcionado por Marta Bonilla del Departamento de Biblioteca, Investigación y Publicaciones del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa.
SONETIN
Cual con la faz angustiada
el sol muriendo declina
y besa la colina
la cima verdeazulada.
La sien tremante y dorada
Sobre los musgos reclina
y al desaparecer fulmina
una inmensa llamarada.
La noche, cual virgen nubia,
Su cabellera desata
En el azulado Oriente,
En tanto que como rubia
Exhalación se dilata
El crepúsculo sonriente.
Un amplio cielo en que la luz fulgura
parecióme la vida
a los quince años;
soñé con la poesía y mi alma pura
la cima verdeazulada.
Canté de mis amantes la hermosura
creí vencer al ritmo en mis amaños;
mas vana mi labor flébil y obscura
se estrelló contra inmensos desengaños.
Hoy sólo sueño en lo anterior del alma.
He renunciado a merecer la palma;
mas oigo a veces que mi numen grita.
Y me apostrofa débil y cobarde,
porque siento que bulle y se encabrita viril
el pensamiento que en mí arde.