Por Eligio López Portillo*
Cuando el movimiento armado de 1910 llegó a la región del Évora, quien abrazó fervientemente a dicho movimiento revolucionario fue un comerciante que vivía en el distrito de Mocorito, el señor Cándido Avilés, formando la “Primera Guerrilla Montada de la Angostura“, grupo armado integrado por 100 hombres que él mismo comandó.
Las comunidades más visitadas por esa guerrilla en la región fueron aquellas que por su privilegiada situación geográfica habían logrado un mejor desarrollo económico que el resto de las rancherías de la región.
Sus moradores eran propietarios de grandes hatos de ganado, sembraban pequeñas extensiones de tierra de las que obtenían muy buenos rendimientos, pues contenían altas concentraciones de minerales provenientes del deslave que las lluvias provocaban en la Sierrita de los Parra, una pequeña cordillera de la Sierra Madre Occidental que se asoma hacia el este del territorio sinaloense, hasta divisar la majestuosa bahía de Santa María.
Las personas que habían logrado formar pequeños capitales, se sintieron muy expuestos a ser molestados o asaltados por los grupos armados, les parecían más bien bandoleros que revolucionarios.
Una de estas personas era el señor Indalecio Castro, rico comerciante residente en el rancho “El Playón”, quien además de sembrar sus tierras, compraba casi toda la producción de semilla que se cosechaba en esa región para venderla en Estados Unidos. Se cuenta que este señor prefería comercializar su semilla con personas de aquel país, porque le pagaban con unas preciosas monedas acuñadas en oro, con un valor de 20 dólares. Las monedas de 8 reales con las que los grandes comerciantes compraban la semilla en nuestro país, para Indalecio, no tenían comparación con aquella moneda extranjera.
Por esta razón el señor Indalecio Castro fue uno de los primeros en comercializar en los Estados Unidos la semilla de garbanzo que se producía en la región. Después vendría realmente el auge del garbanzo, en los años veinte, en el valle del Évora. Aquel capital de Indalecio también le sirvió para desarrollar la actividad de prestamista. A falta de instituciones crediticias en la región, él prestaba dichos servicios no sólo a los campesinos de su comunidad, sino a otros que vivían en rancherías aledañas.
A don Saúl Montoya, hombre entrado a los noventa años, quien vive en La Reforma Angostura, le contaba su abuelo Pablo Montoya, que Indalecio prestaba dinero o semilla al 3 por 1, lo que le representaba ganancias del 200%. Es decir, si el campesino le pedía prestado un costal de maíz o garbanzo, éste a vuelta de cosecha debía regresar 3 costales al prestamista; pero además, al momento que la semilla se entregaba, tenía que vaciarse en un costal que el prestamista aprontaba, que siempre era más grande que lo acostumbrado. De manera que el campesino o labrador casi nunca terminaba por cerrar los compromisos que contraía con el comerciante. Con todo ello, Indalecio era realmente un hombre acaudalado, que para salvar su fortuna, al ver la presencia de los revolucionarios en su rancho, pidió al hermano de su mujer, Nicolás Escárrega, quien era de los pocos que en esa época tenía en su poder una canoa de madera para hacerse a la mar, lo llevara a la isla Tachichilte para resguardar su dinero. En “La Nicha”, como así se llamaba esa canoa, Indalecio y Nicolás depositaron una caja de madera que contenía la pesada carga en monedas de oro y plata, y remaron de noche hasta llegar a la isla, justamente a un lugar que llamaban “El Queremal“, por la abundante hierba de queréme que nacía en ese lugar.
Después de un par de años, el movimiento armado se fue retirando de esa ranchería. Indalecio desenterró su dinero en “El Queremal” y de nueva cuenta lo llevó al Playón. Después de su muerte, su viuda María Escárrega, con ese dinero organizó y pagó la boda de su primogénito, considerada hasta hoy como una de los eventos más importantes ocurridos en el municipio de Angostura.
Siempre se dijo que el capital con que se había iniciado Indalecio como comerciante provenía de los dineros del famoso bandolero Heraclio Bernal, quien los había puesto en manos del señor Encarnación Castro, padre de Indalecio, en unas de las visitas clandestinas que “El Rayo de Sinaloa” hiciera al Playón aquellos últimos meses del año 1887, para que le reclutara gente y comprara armas.
Me parece una bella receña de nuesttra hIstoria angostturence, siempre me a gustado saber mas sobre mi lugar de origen, la Reforma Angostura, ya q no muchas personas de mi localidad sabemos realmente sobre nuestro hogar, nuestro puerto querido, Bahia Santa maria. Gracias por compartirnos esta breve historia, ya que para mi a sido muy informativa,entretenida y satisfactoria, sin mas un cordial saludo y un fuerte abrazo….
Rafael Castro: Todo eso es Cierto!!! Tio indalecio hermano de mi bisabuelo Margarito castro Pura Familia
Que interesante saber esas historias, mi abuela materna fue hija de Indalecio Castro se llamaba Eva Castro Escarrega. Ella salió de Sinaloa cuando se casó con mi abuelo Jesús Toledo vivieron en Jalisco y nunca volvió a Sinaloa. Nos llegó a platicar que había nacido en el Playon Sinaloa y es muy interesante saber de su familia que no conocimos. Muy buen escrito se. Eligio felicidades.