El hoy tan despostillado Carlos Marx sentenció alguna vez que los hechos históricos ocurren como tragedia y se repiten como farsa. La reciente exhumación de los restos óseos de Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón, Ignacio Allende, Vicente Guerrero, Xavier Mina, Juan Aldama y otros próceres, y su traslado de la columna de la Independencia al Museo de Historia del Castillo de Chapultepec, confirman la aguda observación del filósofo alemán.
La tragedia ocurrió cuando las fuerzas realistas capturaron, ejecutaron y decapitaron a Hidalgo y varios de sus con-tlapaches insurgentes, y luego metieron las cabezas en jaulas y las colgaron en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, para escarmiento de sus seguidores.
El hecho ha tenido varias ediciones como farsa: la primera en 1823, cuando los restos fueron llevados al Altar de los Reyes, en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México (los huesos del cura revoltoso y excomulgado, descansando en la sede de la iglesia católica mexicana); la segunda, en 1895, cuando Porfirio Díaz los sacó a pasear y luego los depositó en una capilla dentro del mismo recinto, para rescatarlos del abandono; la tercera, cuando Plutarco Elías Calles dispuso el traslado de las osamentas a un sitio sin connotaciones religiosas: la Columna de la Independencia.
Ahora, Felipe Calderón ha decidido desempolvar los restos para exhibirlos temporalmente, a partir de agosto, en Palacio Nacional. Junto a la urna que contenía las calaveras de los héroes, Calderón habló de soberanía, libertad, ley, paz y justicia, mientras un grupo de integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas lo increpaban por la desaparición de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, medida que dejó sin empleo a más de 40 mil personas.
Fue una ceremonia vacía y grotesca, una conmemoración sin contexto: la fetichización de un montón de huesos (cuya autenticidad, por lo demás, está en duda). Nada se dijo de las razones y los objetivos por los cuales Hidalgo y compañía tuvieron que morir: su historia dentro de la Historia.
En esta como en otras actividades conmemorativas del Centenario de la Revolución y del Bicentenario de la Independencia, el discurso oficial elude los procesos políticos, sociales, económicos, culturales que explican ambos levantamientos y sin lo cual no existe reflexión verdadera sobre el pasado y el presente del país. Quizás al actual gobierno no le resulte fácil confrontar la semejanza entre las condiciones de vida de la población entonces y ahora. O ¿estamos mejor que en 1810, que en 1910?
Presuntamente, los restos exhumados pertenecen en total a 12 héroes insurgentes. En el Castillo de Chapultepec –de acuerdo con las crónicas periodísticas del traslado– serán sometidos por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia a distintos estudios para determinar sexo, talla y ¡causas de la muerte!
Después serán trasladados a Palacio Nacional, donde permanecerán en exhibición para volver, en 2011, al olvido: en el silencio y oscuridad de su mausoleo al pie del Ángel de la Independencia.
Hasta dentro de cien años. O antes. Nunca se sabe cuándo volverá la patria a necesitar los servicios de sus héroes.