Por Mario Arturo Ramos*
Las noches primaverales de este 2010 se encuentran impregnadas de las festividades del Bicentenario y del siglo revolucionario –mitos y verdades aparte– que en su dinámica reúnen actividades históricas, artísticas, políticas, económicas, bajo el objetivo planteado por los organizadores e instrumentadores de ayudar en el rescate de la identidad nacional tomando como eje central a los años 1810-1910. Las ediciones de libros, producciones discográficas, conferencias, conciertos, películas, programas de radio y televisión etc.etc., que se desarrollan con el tema de la Independencia Nacional, sus personajes y vida diaria, la Revolución con victoria y derrotas, son apoyados por la iniciativa privada e instituciones gubernamentales tratando de lograr en el mejor de los casos despertar el sentido cívico que a veces
pareciera que se encuentra arrumbado entre las cosas viejas. La luna de abril ofrece un sabor sensual, bajo su embrujo reflexioné sobre uno de los logros que se pueden conseguir en las fiestas de aniversario: analizar y solucionar las tareas sociales pendientes que beneficien a las mayorías por ser objetivo de la Independencia y motivo de la Revolución.
Bajo esta premisa recordé que en ( Santiago de) Querétaro fui invitado al iniciar el año, a una mesa abierta sobre la queretaneidad y su presencia en 1810.Concurrí al foro junto al Cronista de la ciudad, al subdirector de uno de los principales diarios; un historiador y, un escritor; en la tertulia habitual que acontece antes de subir al presídium conté a los conferencistas que uno de los acontecimientos que se deben celebrar de manera notable por cumplir doscientos años es :
La Conspiración de Querétaro
Les dije que en 1810, Querétaro fue foco de rebelión para lograr la Independencia de México. Que en sus casonas bajo el disfraz de círculos literarios se reunieron los libertarios; que una de las academias connotadas fue la de los: Apatistas, formada por Ignacio de Villaseñor Cervantes, el sacerdote José M. Sánchez, el licenciado Juan N. Mier y Altamirano, Antonio Téllez, Mariano Lazo de la Vega, entre otros. En diferentes partes de la ciudad colonial, se congregaron distintos centros de literatura donde se estudiaban y difundían las ideas independentistas. Destacaba la que sesionaba en las Casas Reales, que se conoce como: La Conspiración de Querétaro, a ella asistían: Emeterio y Epigmenio González , Ignacio Pérez –Mensajero de la Patria– Juan de Alarcón, Francisco Araujo, José J Guillen, Felipe Luna, Manuel S. Ramírez, Francisco Ximenez, José M. Lozada, Joaquín Arias, Pedro A. Septien Montero, José I. Villaseñor Cervantes, el licenciado de la Parra, Ignacio Allende, Aldama, Mariano
Abasolo, Lanzagorta, Miguel Domínguez, Josefa Ortiz de Domínguez, Miguel Hidalgo y Costilla tal y tal, hasta sumar casi cien integrantes.
Las primeras horas
En septiembre de 1810,las autoridades coloniales atemorizada por el futuro ejercieron medidas represivas contra sospechosos que fueran señalados por los delatores como enemigos de la corona, la Conspiración de Querétaro, fue un plato apetitoso para los represores, quienes atendiendo a una serie de denuncias que culminaron con la del capitán Joaquín Arias el día 10 y la Juan Garrido el 13 de aquel mes, allanaron domicilios y ejecutaron órdenes de aprensión contra los insurgentes. El día 15 una de las principales conspiradoras, doña Josefa, encontrándose encerrada en su habitación, le pidió al “Mensajero de la Patria” que avisara al Capitán Allende de “Que es urgente actuar”. Los tocayos junto a un grupo de patriotas se trasladaron de San Miguel al pueblo de Dolores a comunicarle las noticias a Don Miguel Hidalgo, quien como epilogo de la jornada dio el Grito de Dolores. Es cierto que el movimiento comenzó con al grito de ¡Viva Fernando VII! Sin embargo el relato de Pedro García sobre el primer pronunciamiento de Hidalgo muestra que se impuso el razonamiento de sustituir este grito de guerra por un programa nacional que quedó plasmado en las palabras del Padre de la Patria: “Mis amigos y compatriotas –dijo en su arenga– no existen ya para nosotros ni el rey, ni los tributos; esta gabela vergonzosa que solo nos convierte en esclavos, la hemos sobrellevado hace tres siglos como signo de tiranía y certidumbre; terrible mancha que sabremos lavar con nuestros esfuerzos. Llegó el momento de nuestra emancipación, ha sonado la hora de nuestra libertad; y si conocéis su gran valor, me ayudaréis a defenderla de la garra ambiciosa de los tiranos.”
Los insurrectos de Querétaro pasaron las primeras horas de la epopeya detenidos en diferentes centros de reclusión. El Corregidor fue preso en el Convento de La Santa Cruz, a Doña Josefa se le recluyó en el convento de Santa Clara; otros fueron a parar a las mazmorras coloniales o al exilio, algunos afortunados tuvieron como celdas sus domicilios. De septiembre de 1810 al mismo mes en 1821, la mayoría de los conspiradores fueron victimas de la justicia virreinal, que con saña trató a los integrantes de la Conspiración de Querétaro; por este motivo comenté con los panelistas del catorce de enero de 2010, que en ella se encuentra lo mejor de la queretaneidad.
Mi caminata nocturna llegó a su fin, las jacarandas del altiplano mecieron sus floreadas figuras al compás del vientecillo primaveral que acompañó al retorno a casa de mis pasos. Como parte de mi reflexión principal de solucionar los problemas sociales y económicos de la mayoría , pensé en el ensayo de Agustín Cue Cánovas: La independencia de México: “Para cumplir su programa social, Hidalgo decreta medidas agrarias en su histórico decreto de 5 de diciembre de 1810 en que declara que debe entregarse a los naturales las tierras de cultivo, sin que para lo sucesivo
pudieran arrendarse, establece además, en beneficio de los indios, el goce exclusivo de las tierras de su comunidad, y da un contenido agrario a la lucha por la independencia”, agrega con lucidez el pensador: “Fue la guerra insurgente en su primera etapa, un desbordamiento de pasiones e impulsos comprimidos durante tres siglos de opresión”. Al llegar a casa en el piso se encontraba tirada una hoja del calendario marcaba el 91 aniversario del asesinato de Emiliano Zapata; la décima primavera del tercer milenio continuaba su marcha, las celebraciones por el Bicentenario independentista y el siglo revolucionario también; las deudas con los mexicanos igual .No me quedó más que decir Felicidades México mío…