Por Juan Cervera Sanchís*
La popularidad de Abundio Martínez en México fue mucha mientras vivió. La casa Wagner editó sus obras que fueron ejecutadas por los músicos de su tiempo, llegando a la gente, que las tarareaba en las calles. Los valses de Abundio se tocaban en todas las fiestas de la sociedad porfirista que le toco vivir y, al igual que gustaban a los autonombrados científicos, agradaban también a la gente del pueblo y hasta a los léperos.
Sus valses, “Arpa de Oro”, “En alta mar”, este dedicado especialmente a don Porfirio Díaz y su señora esposa, así como el titulado “Onda cristalina”, fueron celebradísimos.
No obstante, ¡qué cosas tiene la vida!, Abundio Martínez, lo que fue muy lamentable, jamás pudo liberarse de la pobreza. En su época los buenos compositores no tenían la suerte de la que disfrutan nuestros compositores de hoy, que pueden hacerse ricos, loado sea, con una canción de éxito.
Abundio Martínez vino al mundo el 8 de febrero de 1875 en Huichapan, Hidalgo. Su padre fue un humilde carpintero y director, a su vez, de la banda de música de dicha población, aunque ni aún así podía el buen hombre salir adelante como Dios manda, así se decía entonces, y alimentar y vestir a su familia.
El laborioso carpintero y buen director de la humilde banda de música de Huichapan, hombre animoso, siempre tuvo fe en el talento musical de su querido hijo, al que enseñaba el noble oficio de carpintero, por lo que Abundio manejaba la garlopa y el formón, la sierra y el cepillo, al mismo tiempo que, bajo la guía paterna, tocaba la guitarra, el violín, la trompeta y el tambor. Todo ello en el barrio de Santa Bárbara, que era donde vivía la familia y tenía el taller don José María del Pilar Martínez, su padre. Éste, cansado de padecer estrecheces, decidió un día reunir a los suyos y trasladarse, en busca de una mejor vida, a la ciudad de México.
Ya en la capital de la República, Abundio solía caminar hasta la calle de la Acequia, hoy Corregidora, para escuchar a la banda de Zapadores, que ensayaba allí dirigida por el maestro don Miguel Ríos Toledano. Tan puntual era Abundio y tanta atención mostraba que don Miguel se fijó en el muchacho y un día entabló conversación con él. Descubrió sus conocimientos musicales y su dominio del clarinete. De inmediato lo invitó a formar parte de la banda, lo que llenó de alegría al joven Abundio. Fue el inicio de su carrera en la capital. Un día presentó la consideración del maestro Ríos Toledano una marcha compuesta por él, titulada “En la campaña”. Dicha marcha, por recomendación del maestro, fue editada por la casa Langel. De ahí pasaría después a la casa Wagner.
No obstante, aunque eran editadas sus composiciones, su precaria condición económica no cambiaba. Si algún dinero dejaba su música de ninguna manera llegaba a sus manos. Sumido en la miseria, Abundio, terminó siendo víctima de la tuberculosis. Agobiado por la enfermedad y los pesares no quiso morir sin volver a su tierra natal.
El año de 1914 hizo un viaje a Huichapan donde pasó una brevísima temporada.
Vencido retornó a la ciudad de México donde se alojó en un miserable cuartucho. En mitad de su pobreza, pero con la ayuda de algunos amigos, pudo introducir en aquel cuartucho un piano y, en ese piano, siguió componiendo su música.
Así hasta que, la noche del 26 de abril de 1914 se le fue la poca vida que le quedaba. Su restos mortales recibieron cristiana sepultura en el Panteón de Dolores. Hubieron de pasar tres décadas para que sus paisanos se acordaran de él. Siendo el año de 1944 los habitantes de Huichapan se reunieron con el fin de levantar un monumento a su memoria.
Todos estuvieron de acuerdo y ahí está, en el barrio de Santa Bárbara y frente a la casa en que naciera Abundio Martínez, el monumento que lo recuerda.
La obra musical de Abundio Martínez es en verdad memorable y así lo testimonian chotises como “Consuelo” y “Frente al destino”; las polcas “El Siglo XX” y “Cuca”; los himnos a don Benito Juárez y a don Guillermo Prieto y canciones entrañables como “Delirios de amor” y “Ensueños de Oro”.
Nos dejó también su pasodoble “Gallitos”, la marcha titulada “La Paz de México” y su danzón “El Popular”.
Contra la indiferencia reinante, nosotros, aquí y ahora, queremos recordar, con admiración y afecto, a este entrañable ser humano y admirable y singular compositor hidalguense que fue Abundio Martínez.
*Poeta y periodista andaluz
Excelente artículo, puedo decir que en lo personal admiro y reconozco la obra del Maestro Abundio y que me siento orgulloso de ser Huichapanse como él. Faltó mencionar algunas otras obras igual de hermosas como el Vals En Alta Mar, Arpa de Oro, el pasodoble Hidalguense que son una delicia escuchar.