SERGIO UZÁRRAGA ACOSTA
Las orillas del río Batacudea (actual Tamazula) y las del río Humaya, en tiempos antiguos estaban habitadas por tribus que no se sabe cuándo, en busca de la sobrevivencia, se asentaron ahí. De lo que se tiene noticia es que en el año 552 de la era cristiana llegaron, procedentes del norte, los toltecas, y aproximadamente a tres leguas (12 kilómetros) de donde se juntan los ríos (donde actualmente es Culiacancito) fundaron Tlapallanconco. Permanecieron ahí tres años y, dejando a algunos de sus integrantes, siguieron su camino hacia el sur. Después pasaron por este lugar o cerca de ahí otras tribus, como la de los xochimilcas, chalqueños, tepanecas, tlahuiques, tlaxcaltecas y aztecas (o mexicanos), y en el siglo XII llegaron los colhuas (o colultecas) quienes en el mismo punto en donde estaba tlapallanconco, fundaron el pueblo de Colhoacán, Colhuacán o Culhuacán. Este término proviene de las raíces nahoatlacas Cul-hua-can: Col-tzin, que se puede traducir como “lugar de los que tienen al dios Coltzin,” o lugar de los Colhoas, que eran quienes adoraban a este dios. “Coltzin” significa “torcido,”y se sabe que era un dios agrícola. Así, los colhoas, adorando a sus dioses que al igual que las otras tribus fabricaban de tamaños pequeños, como para llevar consigo, habitaron también este lugar durante aproximadamente tres años. En este corto tiempo fabricaron vasijas de cerámica, construyeron casas y chozas de materiales perecederos, y para su sustento sembraron semillas que traían consigo. En un día determinado los colhoas decidieron seguir su camino hacia el sur y, como eran eminentemente religiosos, formaron de madera una estatua que representaba a Hitzilopochtli y, a este dios, que era su protector, lo sentaron en una silla de cañas y juncos que llamaron teoiepalli (que significa “silla de dios”) para que, transportado por cuatro teotlamacazque (siervos de dios) en su peregrinación, los salvara de cualquier peligro. Así, llevando a dios a cuestas, los colhuas y los integrantes de las otras seis tribus que se fueron incorporando en el camino, continuaron su viaje hasta el altiplano, hasta Anáhuac, y al igual que las demás dejaron, aunque leve, su influencia a los que se quedaron habitando las orillas de los ríos y de quienes, ya dado un leve sincretismo, surgió una cultura distinta.
Los habitantes de Colhoacán, Colhuacán o Culhuacán dominaban un amplio territorio a sus alrededores, y a partir del retiro de las tribus peregrinantes, fueron los más poderosos. La naturaleza los abastecía de calabaza, maíz, pescado, frutas como ciruelas, guayabas, guamúchiles y zapotes prietos, y vivían muy alegres realizando sus rituales y defendiéndose de quienes les hacían la guerra al son de los atabales. Esta población indígena era numerosa, estaba bien organizada, y aunque no contaban con grandes construcciones, sus edificaciones tenían características propias sobresalientes. Un cronista anónimo que llegó con los primeros españoles dijo: “Eran las casas muy largas é muy bien hechas, é cubiertas de paja por muy gran arte; tenían encima de los caballetes de los tejados sus inviciones como acá en Castilla, de barro muy pintadas, especialmente tenían hombres y mujeres que se juntaban unos con otros, y hombres con hombres, porque en esta tierra son muy sucios los hombres en este pecado […].”Era gente, también, “muy bien dispuesta, así los hombres como las mujeres,” y además “[…] los indios de Culiacán, tienen mejor ser, y algunos dellos tienen más tela ceñidos, aunque no por bajo;” era gente muy bien vestida porque contaban con variedad de telas que fabricaban de algodón. Algunas eran gruesas, y otras delgadas. Aunque compartían sus características, sus ideales y su cultura en general con tribus cercanas, también tenían diferencias muy notables porque, al ser habitantes de un asentamiento humano muy grande y recibir tributos de los pueblos de los alrededores, tenían mejores condiciones de vida.
A fines de marzo de 1531, por distintas partes llegaron a Colhoacan, Colhuacan o Culhuacan tres grupos de españoles: el de Gonzalo López, el de García del Pilar y el de Juan de Sámano. Los de la vanguardia, que llegaron bajo el mando del maestre de campo Gonzalo López, hicieron su entrada acercándose por una de las márgenes del río Batacudea (actual río Tamazula, por el malecón viejo). Escucharon los atabales, y “yendo mi camino derecho sobre la mano derecha, vide que entraba otro río grande en aquel, y de la otra parte estaba un muy gran pueblo [¿Culhuacán?], y seguí para allá, y dejé el arcabuco [monte] y la gente de guerra dél, quera mucha, y se me mostraba bien; y seguido, llegué al río, que ya venían juntos ambos é dos, é pasele, todavía encaminado al pueblo grande, vi que en él, había gente de guerra, y llegué cerca del pueblo […].”
En seguida, y por otro rumbo, llegaron los que comandaba García del Pilar. Como iban a la izquierda de los que comandaba el maestre de campo Gonzalo López, esta agrupación no pasó por donde se juntan los ríos. Iban más hacia el sur, más hacia la costa. En su recorrido atravesaron muchos pueblos de guerra, y tuvieron un enfrentamiento con indígenas. Aunque sus flechas tenían yerba, no hirieron a ningún español. Quienes sufrieron flechazos fueron algunos de sus caballos, y varios murieron de eso. Después de que desbarataron a los indígenas que se encontraron por el camino, sin cruzar el río Humaya se detuvieron frente a Colhoacan, desde donde García del Pilar y sus acompañantes divisaron, en la otra orilla, a los que llevaban la delantera. Caminaron hacia la costa, y ya junto con los que comandaba Gonzalo López, que iban por la otra banda, siguieron la corriente del río. Vieron muchos asentamientos humanos, bajaron hasta “el postrer pueblo,” y llegaron hasta la mar. Exploraron un poco el litoral hacia un lado y hacia el otro, vieron despoblado y después se regresaron todos subiendo por la orilla del río ubicada más hacia el poniente.
Posteriormente, atravesando el río Batacudea, a la altura de Cuatro Barrios (actual El Barrio) y después atravesando el siguiente río (el Humaya) llegó a Colombo el tercer grupo, el de Juan de Sámano. Ellos eran la retaguardia, en la que llegó Nuño Beltrán de Guzmán. De ahí, de Colombo, siguiendo a Gonzalo López, y a García del Pilar y sus acompañantes, que eran los dos grupos anteriores, se fueron por la ribera del lado poniente también rumbo a la costa. Se encontraron frente a Culhuacan con quienes venían de regreso, que al informarque después del “postrer pueblo” habían llegado “á unos esteros grandes que la mar hacía” en donde sólo encontraron “unos indios salvajes,” todos subieron por la misma ribera y desde ahí, muy cerca de Colombo, Nuño Beltrán de Guzmán planeó la exploración más hacia el norte.
* Maestro en Historia del Arte UNAM